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en este número

kiosko de poesía número 28

Carlos Cervello

 Carmen Granados

Fernando Valverde

Horacio Laitano

Julio César Galán

Juan Carlos Friebe

Leónidas G. Montoto

Luis Carlos Mendías

Milena Rodríguez

Natalia Manzano

Rafael Correcher

Rosario de Gorostegui

Rubén Martín

Carlos Cervello 

Grecia

 

El mar golpea insistente y sin culpas

la arena blanca de esta tarde gris

que tu conviertes en transparencia.

Tendida y abandonada junto a mis manos,

el aire se empecina cobarde

en alborotar mis cabellos y las páginas

de un libro que ya no recuerdo.

Por la noche, vendrán los amigos,

el vino silenciará nuestras culpas

y nos hará sentir más cerca de todo.

Grecia es para mí ese mar común y el verso

de quien nos sabe cómplices de otoños,

también una puesta de sol, el mismo sol,

y la terrible felicidad de saberse hombre,

de no querer nada más que este mar,

y tus manos, y la mirada serena y firme

del Poseidón de Artemision frente a mí.

 

 

Carmen Granados

 

Justo ahora, que si hay ganas no es entonces,

justo los lunes menos cuarto y aún sales perdiendo,

que si te dije, ya no digo ni quiero saber.

Justo en esta tarde de octubre a las puertas de febrero,

cuando los molinos relojes de viento,

cuando el poniente mete el mar en el alma.

Justo en el instante que no percibes,

tarde soleada, paso lento en Macondo,

pienso que quizá y la vida empieza con su canto,

engranaje de cuentos y de peros,

calambures de poetas.

 

 

(Mapas en los pies, Vitolas del Anaïs, número 28)

 

Fernando Valverde

 LOS FUSILADOS

 

 

Nunca serán felices.

En las tapias, las fosas, los cristales,

cavan la tierra torpes los traidores.

Nunca será feliz quien no ha llorado,

quien no ha mirado el río

de la melancolía.

 

Sus fantasmas confunden las ciudades,

los traidores confunden

banderas con palabras, y ríos, ríos, ríos,

todos los ríos guardan un ahogado.

 

Nunca serán felices mientras el aire escupa.

La tierra, nutrirán la tierra,

igual que tantos muertos que sacudieron almas,

tanto dolor detrás de un nombre solo,

tanto dolor detrás, tanto dolor.

 

Y las almas armadas sacudirán los bosques,

los desérticos bosques,

no hay lugar sin piedad.

Debajo de los árboles ahora crece la hierba,

quiere agarrar las nubes por encima del tiempo,

los suburbios del barro arrastrarán raíces.

 

Los hombres, desquiciados,

cerrarán las ventanas de sus casas

y rezarán.

 

Pero nunca,

nunca serán felices.

 

(Los niños de Managua, Vitolas del Anais, número 26)

 

 

Horacio Laitano

FATIGAS

 

La bruma

de un sedoso pasatiempo

se disuelve entre fatigas.

Nadie puede pensar

modestamente

en armar su descanso

en otro sitio.

Esa vaga sensación

que filtraba nuestras voces

es ahora un oscuro sedimento.

Un recuerdo vidrioso

en cada noche

apretando

nuestros párpados cansados.

 

 

Julio César Galán

REGRESO PARA CELEBRARME

 

He sumado todos estos sauces

y el resultado es infinito.

Entre suma y suma se han desplegado

un sí de brazos y una ausencia

de gente y una claridad de deseos.

Todo lo escrito lo llevo dentro.

Crecen las manos como girasoles

libres de horas; fijas ya como el vuelo

de un cernícalo bajo su presa.

En los parques juegan los muchachos,

se achican ilusorios en su luz,

se abren en círculos hasta mi pecho.

Yo sigo mi suma; quiero, sencillo,

perdurar alegre en esta alegría.

 

 

Juan Carlos Friebe

 MEMORIA

 

 

Qué sería de mí sin ti, memoria

Mía de lo que fue y de lo que pudo

Ser, caprichosa compañera inquieta,

Siempre dispuesta a darme un buen susto

Con tu infantil espíritu de cría

Traviesa y consentida; qué sería

De mí, memoria, sin tu risa

Contagiosa y tu cálida presencia,

Sin esas juguetonas carantoñas

Con las cuales te burlas de mi enfado

Que –si al principio irritan mi paciencia-

Poco a poco me doman el humor

Y me templan el ánimo cansado

Por tanto amor a la deriva. A estas

Alturas de mi vida he aprendido

A aceptarte como eres, vanidosa,

Apasionada, zalamera, aunque

Tú pretendas cambiar ciertas costumbres

Sin las que yo sería otro bien

Distinto; he aprendido a respetar

Tus silencios, a no buscarte cuando

No quieres que te encuentre

Porque –cuando estás triste- es mejor

Dejarte en paz, a solas con tus cosas,

Entretenida en la ingente tarea

De no hacer nada, concentrado tu esfuerzo

En comprender el techo de tu estancia.

A veces te da por sacar los trapos

Sucios, por ofenderme sin razón

Con tu ironía dolorosa; entonces

Lloro calladamente, como un niño

A quien regañaran por un jarrón

De porcelana que él no ha roto,

Y escondo la cabeza en la almohada,

Y diluvias recuerdos que me calan

Los huesos de raíz, y descubro goteras

Dentro del corazón, más hondo aún;

Y te excusas, y ofreces tu paraguas

Y tu pañuelo, y una a una secas

Mis lágrimas, y cómo

Te mortificas por ser tan injusta,

Tan ingrata, tan mala

Conmigo. Y luego llegan tus arrullos,

Tus caricias, tus mimos, tus cuidados,

Y con cuánta facilidad me azoras

Con tu destreza en el cariño, cómo

Me enternece tu arrepentimiento;

Y la ropa mojada por la lluvia

Hace sentirme limpio, compasivo,

Y te entiendo y reprendo sin rencor,

Y de qué reconciliación gloriosa

Somos capaces, qué entrañable herencia

De piedad derrochamos con generosa mano,

Flor ya casi desnuda, flor ya casi

En flor de abrazo sin espina.

Sin ti yo no soy nadie,

Poco más que un aljibe seco. Yo soy porque tú me haces

Día a día desde hace mucho tiempo:

Nunca, nunca será tan hermosa esta luz

Trémula todavía de indulgencia.

 

 

Leónidas G. Montoto

 PAISAJE LUNAR

 

Qué otra cosa mejor puedes no hacer

Rosendo Palma

 

Sé que conseguiremos agua azul

y se abrirá el cielo

para ofrecernos sus almíbares en la noche de hoy.

Voy a salirme de esta charca.

Quizá en otro momento volveré descalzo.

Aún quedan aguas que batir

y calles que pisar

y espaldas desnudísimas como la tuya.

 

Quédate adormecida un corto espacio

para que yo te mire.

Qué otra cosa mejor puedes no hacer.

Has colgado en el cielo encajes negros.

Guardas las olas de un mar lento

en tu baúl vacío.

 

Tengo mis ojos llenos de los tuyos,

no veo nada más.

Sóplame, susurraste.

Rozas la luz de la vela para que yo te mire.

En tu cuello el lunar reverberaba.

Desbordada su tinta,

por tu piel resbalaba un cauce añil.

 

 

Luis Carlos Mendías

MIÉNTEME. AMOR

 

Los aires llevan mentiras

y el que diga que no miente

que diga que no respira

             (soleá)

 

 

 

 

Miénteme, amor, engaña cuanto quiera

tu boca niña pérfida y traidora.

Degüéllame la voz que hora tras hora

llama a tu puerta abierta y embustera.

 

Embáucame, mi amor, hiere certera.

Traspasa el corazón que te atesora,

destrózalo en tu mar depredadora

y tiñe con mi sangre su ribera.

 

Sin dignidad me arrastras seductora

a tus plantas. Has hecho prisionera,

como botín de guerra, la sonora

 

salada claridad del que quisiera

poder odiarte, pero que te adora,

olvidarte por siempre, aunque te espera.

 

Quizás en torrentera

la noche llueva bálsamo y la aurora

apague los rescoldos de esta hoguera.

 

 

Milena Rodríguez

 PREGUNTAS DESDE EL OTRO LADO DE LA COCINA

                  

¿Cuál es la temperatura de un país?

¿Cuánta sal hay que echarle,

y cuánta azúcar,

para que esté en su punto?

¿Debe hervir un país

o debe cocinarse a fuego lento?

Y, sobre todo, quién se atreve

a probarlo y decir:          

‑Está ya listo.

Traigan sus platos, por favor,

y buen provecho.

 

(Tierra a la vista, Vitola del Anaïs número 28)

 

Natalia Manzano

LA MUJER DE TUS OJOS

 

Hombre de pies desnudos en la madera,

dulzura de horizonte libre de fábricas,

corazón de olivar bañado de atardeceres,

que esboza noches llenas de enredadera:

la mujer que se esconde en tus ojos,

es parte de la belleza que al mundo entregas.

 

Tantas veces la vi junto a ti,

hermosa y libre,

pasar con las horas suaves

abrazando sus tobillos como anémonas.

 

La chica que tu mirada alberga

doblega muros, desata cuerdas,

desnuda, y con fuerza

grita vida sin mover los labios

mata demonios y brotan estrellas

del barro más pobre y cegado.

 

Me mira desafiante y me aterra

no poder salvar    jamás

la distancia que nos separa

hecha de latido de piedra.

 

(Poemas sin número, Vitola del Anaïs número 31)

 

 

Rafael Correcher

 POEMA 12

 

Jamás reconocemos

la verdad que revela la locura

hasta que no ha pasado

el tercer día.

 

Como si la muerte

llevase entre sus manos

una navaja abierta con tu nombre

sólo por el placer de recordarte.

 

 

Rosario de Gorostegui

 

Porque me tocaste y tus manos blancas,

sagradas, se impregnaron de mi olor,

anudaste un corazón a mi espalda,

latieron tus dedos al compás del silencio,

todo tacto recorriendo un espacio demasiado breve,

como un tiempo detenido

en el límite borroso de tu piel y mi piel.

 

La voz quieta de un paseo conocido

fue fiel a los desvelos que presiente la mañana;

duda la memoria cuando reconoce un asomo

de paz sobre los hombros.

 

Quiero tus manos de virgen hermosura

para tocar los recuerdos y tu nombre.

 

 

(De puertas para afuera, segundo premio en el XVI certamen Andaluz de poesía “Villa de Peligros”, abril del 2001)

 

Rubén Martín

 VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE BAUDELAIRE

 

Tendidos en la noche,   

en imposible calma,

como cadáveres que abrazan el silencio

después de un accidente

-los miembros ateridos, la carne

azul y negra del impacto,

el líquido de frenos

resbalando en los muslos-,

somos máquinas que duermen su temor a sí mismas,

su deseo,

su muerte amortiguada.

 

(Transformaciones, Vitola del Anaïs número 29)