Enrique Nogueras
IV
A
Jesús, Miriam y Carmen
Torres de la
memoria, miradores,
altos puentes,
sentidas melodías
y callejuelas y
cafeterías
rostros
perdidos en los ascensores,
barcazas por el
río, libros, flores
almas
extraviadas en tranvías,
muchachas
dulces y pastelerías
y antiguos y
barrocos resplandores,
qué racimo de
dones, qué alborozo
mapa de
prometidas claridades
has de traer,
Lisboa, nuevamente
a quien tanto
te amó, conjuntamente
del pasado, el
futuro, las verdades
y del amor y
del olvido el gozo.
(De Los
Pliegues de la Rosa, Vitola del Anaïs, número 22)
Ignacio García Medina
SUR
Rechinan
Engranajes
del suelo que
pisamos
y no importa
si debajo
duerme la misma
gente
que hubiera
hace años
y no importa
pues siempre
existen
perdedores
meros
desheredados
y no importa
si sostiene
su tierra seca
cuando
sur levanta los
brazos
y no importa
si se cansa
porque sur no
responde
porque nunca
responde
Javier Gil Martín
DESPUÉS DEL
RITO DEL AMOR O VERSO ARQUEADO


Luis Carlos Mendías
ME TENDRÁS
SIEMPRE
No te vayas, amor, tan pronto, espera.
No vuelvas la locura de querernos
por la locura de que no te quiera
Rafael Alberti
¿Quién construyó en tus ojos la tristeza
cual arquitecto fúnebre de intriga?
¿Quién me prohíbe que a tu lado siga
e inunda de tormentas tu cabeza?
Dime cómo llegó a tu sentimiento
esta locura muerta en sinrazones.
Deja que hable tu alma; no coacciones
el derramado grito que alza el viento.
Si te acusan de haberme traicionado
y te hieren miradas como insultos
no sufras por quien no puede ofenderte.
Que yo seré sapiente y eternado
zahorí de tus deseos más ocultos
y guardián de tu vida hasta mi muerte.
Luis García Montero
MADRE
Dentro de nada,
cuando me den
permiso
las estúpidas
fieras de mi tiempo,
cumpliré una
palabra que nunca me pediste.
Te llevaré a
París.
Porque tal vez,
entonces,
en los Campos
Elíseos
o en las aguas
del Sena,
con Notre Dame
al fondo o con la Torre Eiffel,
veré de nuevo
el brillo
más joven de
tus ojos,
la luz
adolescente
que baja del
tranvía
con bolsas y
comercios y saludos
y poco más de
veinte años.
Hoy te recuerdo
así,
como los días
sin colegio,
bandera hermosa
de un país difícil,
lluvia delgada
de los sábados.
Nunca guardaste
mucho para ti.
Ni siquiera una
noche,
una ciudad o un
viaje.
Tu tiempo se
sentaba en nuestra mesa
y había que
partirlo como el pan,
entre tus hijos
y tu miedo.
Seis veces el
temor
a que la
enfermedad, el vicio o la desgracia
se quisieran
sentar en nuestra mesa.
No vayas a
salir, a dónde vas ahora,
hay que tener
cuidado
con los amores
y las carreteras,
deja ya la
política
o la gruta del
lobo.
Y sin embargo
lo que no te
atrevías a pedir
duerme en el
corazón de cada uno.
Porque el amor
se hereda
como un abrigo
sin botones,
y a mí me
gustaría acompañarte
por los
pasillos del museo,
más obediente y
repeinado,
para encontrar
en la Gioconda
el sueño y la
sonrisa
de un carné de
familia numerosa.
Te llevaré a
París
o a la ciudad
que duerme
en la taza de
te de tus meriendas,
con tu
cristalería
de familia
burguesa
y más
aspiraciones que dinero,
con tus dientes
manchados de carmín,
con tus
estudios de Filosofía
y Letras, je
m`apelle
Elisa, j`ai
cherché
la
lune, la mer, la vie,
la pluie, mon
coeur,
y todo se
interrumpe.
Sólo somos
injustos de verdad
cuando sabemos
que el amor
no pasará
factura.
Pero el cauce
sin agua
también puede
llegar a desbordarse,
como los ríos
de Granada,
y a tu lado me
busca
esta vieja
nostalgia de ser bueno,
de no ser yo,
de conocer al
hijo que mereces.
Te llevaré a
París. En mi recuerdo
has aprendido
algo
de lo que te
olvidaste en la vida:
pedir por ti,
andar por tus ciudades.
(De Palabras
de Familia, Vitola del Anaïs número 14)
Natalia Lozano Sanders
(silencio)
el silencio me roza
las espaldas y la incertidumbre
de si es el silencio quien me roza
o es el vacío de
(...)
el silencio engaña y encubre
mi despecho
sensualmente
en susurros
se enrosca sobre
(...)
ahora es mi mujer
es el silencio
mi mujer
más de treinta años de
palabras de arma y herida
en mis oídos y
(...)
ahora mi mujer
me frota con un paño los oídos
me limpia con cariño sus insultos
me besa tierna la frente
y en el silencio
aún puedo escuchar su venganza
Natalia Manzano
LA HELADA
un frío
irracional
cada vez que
callabas
con precisión
milimétrica
ese grito de
uñas
creciéndote
por las raíces
del pelo
y pensaba en
silencio:
¿puede
sentirse en
la piel
el miedo de
otro?
y sonreías
llenándome de escarcha.
Natalia Ruiz de Almodóvar
II
Tengo una flor
que viaja
intuitiva, a
mis adentros
hacia aquellas
profundidades
que desconozco
( y aún mas)
que me dan
miedo, incluso
que las flores
de tu casa,
regresen
descalzas a mis orígenes
ya olvidados,
por aquellos
valses que
jamás bailamos.
Esta flor
polizonte de tus palabras
y de las horas
que rondan tu reloj
capricho, de la
claridad de hace días
hace tam-tam en
las venas
que recorren mi
cuerpo y cabeza
porque Confucio
sabía lo que decía
pero…¿qué haría
yo
sin no cayese
en la esperanza
Y en mi
silencio?
Pablo Casares
COARTADA
Que yo no
estuve allí.
Tampoco
pudieron
verme
esperándote
en el portal.
Que yo
no te llamé.
Tampoco tu
contestador
pudo recoger
mis ruegos.
Que yo no fui
quien te amó.
Pilar Mañas
CERTEZAS
Los locos y los
sabios las han visto
y saben a café,
calzan zapatos rojos,
salen de
fiesta, obscenas
duermen bajo
los puentes
y huelen a
podridas
flores de
primavera.
Ratas viejas,
las certezas.
Rafael Correcher
EL CORAZON DEL
SOLDADO
No conoces la
mano
que empuña ese
metal frágil
que te
atraviesa
pero sientes la
angustia que rebosa
en tus ojos,
derramándose
como la sangre,
manchando con
densidad
la luz que nace
cada vez que
respiras
sobre la cama.
Con cierta
voluntad de resistencia
sujetas, bajo
los límites de tus mejillas,
el camino de
sal que tan afanosamente
has elaborado,
pero es difícil
lágrima a
lágrima
dar solidez a
la amargura.
Clavas las uñas
sobre una piel
que no
responde,
y tus labios
lloran un suplicio de marfil.
Arriba una luz,
como sol abierto,
ilumina el
corazón roto del soldado.
Raúl Quinto
REFLEJO HUNDIDO
Pudo ocurrir de
esta manera:
tu calle
desnucada
en el delirio
de la lluvia,
una luz
improbable
negándose a sí
misma,
dos sombras
ahogadas
definiendo los
cuerpos,
proyectándolos.
Un abrazo
suicida
anocheciendo la
ciudad,
para este
amanecer
con el desierto
entre los ojos,
para todos los
nombres
equivocando su
silueta,
para ser lo que
somos
en el fondo
destructor de
la lluvia.
(De Pétalos caídos, Vitolas
del Anaïs, número 21)
Solana
SIN NOMBRE NI
NADA
Me sobrecogen
los cables en su abrazo
Como hiedra
trepadora en los ladrillos
Hoy la humedad
tiene hasta belleza
Dibuja formas
en la fachada vieja
Y olas de tejas
recortan el cielo
Cerca de los
pimientos tendidos como besos
Las persianas
hoy no me parecen tan sucias
Ni las cortinas
tan horteras
Si supiera que
decir con esto
Tendría una
buena idea para un poema
Pero sólo miro
por la ventana
Sin pensar
Con ojos
transparentes
Y las gafas
puestas