Ángeles Mora
CAMINO Del peligro
Como una
piedra,
como un pez que
se deja
arrastrar por
las aguas.
Sin volver la
mirada,
sin divisar la
orilla.
Navego el ancho
río del olvido
siguiendo la
corriente
que me lleva al
peligro.
No sé cómo
termina el desafío
y eso añade
suspense.
Sé que me
esperan
los rápidos al
fondo,
la última
aventura,
el torrente
final.
He de jugarme
el resto
en una sola
carta.
Siento un
vértigo frío:
mi historia es
como el sueño
de un naipe en
la baraja.
(De Vitolas
del Anaïs, número 18, Juegos entre la lluvia)
Antonio Dafos
UN PLANTÓN
Siente nuestro
hombre que está bien
que pique
divagante por su cercanía
un rafaelesco y
parvulario gorrión.
También él
pica, con los ojos, aquí
y allí, en la
plaza donde espera
puntual desde
hace un rato.
Por supuesto
está sentado y tan alto
calla que apaga
su silencio toda voz
y torna el
mundo sordo y grato tráfago
en otro estilo
definido, como cuadra
con el simple
animal que se es
esperando.
Podría llegar la noche.
Y de entre
todos los errantes
pensamientos (
pero no exactamente
pensamientos,
como si pudieran
volver a ser
tratados, sino algo
acordado en el
nuevo pacto
con el tiempo,
próximo a lo eterno,
algo que es más
dúctil, más irresponsable,
algo que es
dorado o rojo) sólo aparta
uno: que vaya
finalmente a aparecer
ella, tras
haber gustado tan perfecta
forma de
existencia, conocido el sabor
de estar
justificada su presencia
entre las
cosas.
Antonio José Quesada
BANDERAS
Mi gran sueño:
cantidad de
banderas,
esos trapos
sangrientos,
sin astas
utilizables.
Arrumbadas, por
tanto.
Inútiles.
Benignas. Nada.
Anuk Kann
LA REJA
Una mano se ase a una reja
Una mano joven, vieja
No llora, no se queja
Se rinde, se deja
...
Un rostro se acerca a la mano
Y contempla el mundo
al otro lado
...
No viene su amor
Y suelta la flor
La flor cae al suelo
hostil, usurero
frío, de hielo
...
Sus lágrimas, la piedra
No saben cuanto lleva
asida así a la reja
No saben, solo esperan
Mas saben que no llega
Danilo
BLANES
Piso tus calles
con rabia en
mis pasos.
Entre
excavadoras,
que sin
dejarnos hablar,
retiran los
escombros
de arquitectura
mediterránea
donde
levantaran pisos
oscureciendo el
claro camíno
hacia el mar
Estás
creciendo,
dejando de ser
pueblo,
volviéndote
ciudad.
Sin saber el
porque de todo esto
sólo podemos
notar,
como el peso
del dinero
te dificulta el
respirar
El asfalto ha
vencido al árbol.
Llora la tierra
a través del alquitrán.
La máscara con
la que
recibiste al
primer turista,
nunca te
pudiste quitar.
Ignacio Gago
En el negocio
de las feromonas
los muchachos aprenden
amor sin
protocolo en el lavabo.
Fabulemos: un
bar de carretera.
Acercarte a la
barra y pedir otra copa.
Con el gusto
anudado
del whisky en
la garganta,
supongamos
también un cuerpo joven.
Allí,
bajo la luz de
látex
y sus dudas,
terso y firme
enciende un
cigarrillo.
Ignacio López de Aberasturi
EL
DESALIENTO
Me acerco al
taller todas las tardes.
Ya no trabajo
en la figura.
Ni en ninguna
otra madera.
Me siento a
contar virutas viejas
que me
recuerden cada golpe,
el cincelazo
justo que aquí las trajo.
Y escondo mis
manos
en los dorados
rizos del desecho.
Bajo la tela,
una estatua se
yergue sobre mí
como un
espectro.
(De Vitolas
del Anaïs, número 19, Cartas marinas)
José Luis García Herrera
TESTIMONIO DE
INVIERNO
Ignoro los
finales de cada palabra.
Admiro y descifro el roce
de una sandalia sobre la arena,
un trazo de carboncillo sobre las algas,
la línea que enmarca la yema de los dedos.
Vivo
-tal como me enseñaron.
Pero mañana el hijo que quizá fui yo
me exigirá el final de cada palabra,
la exacta entonación de la sangre;
entonces, aquí y ahora y bahía,
callaré,
callaré con el injerto del estrago en la piel
y cada lágrima tendrá un precio razonable.
Vivo
(anoche, en brumas, a lo lejos... un faro).
Escribo cada palabra desde el recuerdo,
y en la dermis de la arena
el recorrido de la espuma las transporta
mar adentro.
Y será necesaria una fibra tensa, completa,
para el alivio insomne de mi bajorrelieve,
para hallar el contorno tronante de las alas
o el abrazo aprisionado de esa voz:
testimonio de invierno.
En el pretil
del paisaje
-enmarcado en la época de las gaviotas-
permanezco,
atraído por el borboteo de la lluvia
sobre los tejados de una ciudad imborrable.
Ignoro los
finales de cada palabra.
No reuno fuerzas ni sabiduría
para responder a la templanza del hijo.
Callaré.
Callaré pese al puñal que sostengo
y que me quema.
Callaré con los labios cosidos
y regresaré a las almenas del mar.
Con las
sandalias puestas.
(del libro
Lágrimas de rojo niebla)
Maricarmen Martín Granados
“En octubre
será primavera”
y yo, que miro
este mar donde ya es otoño,
os siento más
lejos.
Luis Alberto
Quesada
habla de Buenos
Aires
con delfines en
las palabras,
su melena la
llena de viento
para leer
poesía,
sus quince años
los dejó en sus ojos,
su sonrisa
recuerda la libertad
con sus días y
con todas sus noches largas,
-cárceles
franquistas donde cuidar la dignidad
de ser un
hombre-.
Miro sus manos
e intento imaginar en ellas
una guerra a
los diecisiete.
Luis Alberto
Quesada se ríe en bandeja
y tiene el
tiempo sujeto por los bordes.
Luis Alberto,
Quesada, colecciona respuestas
y vuelca los
signos para todas las interrogaciones,
regala páginas
dedicadas y siempre se marcha
y se queda en
este aire vacío
un sabor
agridulce,
como a primer
mundo.
Nieves Chillón
Se levanta
la Aurora
despacio en la
mañana.
Con sus dedos
de pétalo
descubre el
blanco lecho, se alza
sobre el
inmenso vano añil
del universo.
Ellos elevan la
mirada
a su desnudo de
planeta
sin distinguir
el pliegue
ni el lunar
diminuto,
si acaso alguna
estrella
temblando entre
las nubes:
El ojo de la
llave
no muestra el
horizonte.
Pablo Casares
MADRUGADA
Esta mañana
me despierto
pegado a ti
y de una mirada
borras de golpe
la lacra de una edad
que ya no nos permite
maniobra alguna.
Me hablas
en voz baja
y me cuentas
que en esta vieja madrugada
toda la locura del mundo
está concentrada en tu vientre.
Pablo Valdivia
(ciudad
insomne)
Londres se está muriendo
de la melancolía
que palpita en sus huesos.
Aquí el tiempo pasó y dejó condenada
la ciudad a un momento
decrépito y sombrío anterior a la Historia,
que se vierte en silencio.
Las mejillas insomnes
de las casas ficticias en que habitan fantasmas
y hombres alucinados,
se quiebran con el roce del agua de la lluvia
y se van derrumbando poco a poco por dentro.
En la luz de la tarde,
se hunde ya lentamente la mirada en el cieno.
Rafael Juárez
LA TRISTEZA
Consiénteme la
tristeza
cuando no venga
de ayer
ni de mañana,
la de hoy.
Consiénteme que
te diga
con tristeza
que la rosa
amanece sin
color.
Pero no me
dejes triste
por un camino
perdido
o una cadena de
sed.
Sólo frente al
mar callado,
si ves que
callo y me hundo,
calla y
acompáñame.
(De Vitolas
del Anaïs, número 16, La novia nueva)
Raúl Quinto
ENTREACTO
En el ángulo
oscuro
cicatrices de
amor y cacería,
un teatro de
hueso
dibujado en el
dorso de la mano
y la muerte
diciendo
que no somos
distintos.
Estamos
condenados a romper las cadenas
y la noche es
un crimen
por cometer,
una amenaza
de cuerpos
suplantándose
en el ángulo
oscuro de todas las miradas
(De Vitolas
del Anaïs, número 21, Pétalos caídos)
Trinidad Gan
Y en amor,
ese juego solitario
Desprovisto de
cómplices leales,
No cabe
repetirse en la derrota
Que ignorabas
las reglas de partida.
Por eso es tan
mal juego el amor
A tal punto de
ser irreverente
Darle el nombre
de juego
– si en sí no
es otra cosa
que esa extraña
armonía entre dos cuerpos
que nos deja
temblando–.
Por eso hoy me
descubro
(yo que nunca
di nada por perdido)
Faltándole el
respeto a mis memorias.
(De Vitolas
del Anaïs, número 20, De memorias ciertas y otros falsos recuerdos)