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en este número

kiosko de poesía número 24

Ángeles Mora

Carlos Casado Cuevas

Carlos Martín

Honorio Poveda

Ignacio Gago

Javier Bozalongo

José María Contreras

Maricarmen Martín Granados 

Nieves Chillón

Pablo Valdivia 

Rafael Juárez

Sandra Cámara

 

Ángeles Mora

JUEGOS ENTRE LA LLUVIA

 

 

He leído un poema

y de pronto me envuelve

aquel aire de enero.

Parece que su ráfaga

helada me azotara

de nuevo

como el látigo

blanco de la lluvia.

 

Recuerda:

has vuelto de Madrid.

Es el tren de las ocho.

En el andén te roza la mañana fría

como las manos que me ofreces,

como el pálido rostro que me acercas.

Y luego mi mejilla despierta

igual que si la nieve la abrasara.

 

Recuerdo aquel enero

volcado en un poema:

el frío, la lluvia,

el fuego,

tu gabardina.

 

(de Juegos entre la lluvia Vitolas del Anaïs, número 18)

 

 

Carlos Casado Cuevas

TROPIEZOS

 

Doy pasos dentro de mi cueva,

en el mundo del sentimiento,

allí donde se vacía el alma

allí donde nunca se llena,

allí donde calla el sabio

ante  locuacidades tercas

y el tiempo que se gasta.

Camino despacio, lento,

guardando ruido que sobra

en  cestas de la compra,

sin saltos de alegría

ni guiños de torpeza,

rechazo aromas de fuego,

sigo impulsos primitivos

tras la corriente del viento,

me dejo llevar como  hojas

desprendidas de mi otoño,

entre lazos que aprisionan 

o cadenas en escarpia eterna.

Desato las manos del deseo

cuanto más bajo me siento,

salgo al sol de pasiones

y me aturden otros ruidos,

aturdido corro sin horizonte

 

Carlos Martín

TRINCHERA 

 

Pasar revista a tu cuerpo

y llevarme a la boca

el pan blanco de tu piel

mientras se tuesta en la arena.

Ruborizarme todavía

a estas alturas

con la visión de tu sexo

húmedo bajo el bikini.

No olvido

la tediosa guerra

de este apéndice

que con frecuencia

a mí me sobra

y a ti te falta.

 

Honorio Poveda

 

Colgado de una nube de algodón

Entre copos congelados de esperanza

Recuerdos olvidados de un amor

Y unos ojos que se inundan de añoranza

 

Nostalgias que se quiebran del pasado

De unos sueños acabados sin querer

Que lloran y se rompen en pedazos

Como espejo que se acaba de romper

 

Sumido en la penumbra del olvido

Atrapado por las fauces del hastío

Esperando un nuevo día sólo vivo

Otro amanecer y tú en el mío.

 

Ignacio Gago

 

El sol en su crepúsculo

una tarde cualquiera del otoño pasado.

 

Nos sorprende la noche conduciendo.

  

Ejércitos de olivos, uniformes,

iguales en la tierra.

Un disco original de Janis Joplin.

 

De repente llegamos sin saberlo

-carreteras, caminos, autopistas,

más allá de los cruces y glorietas-

 

a un cambio de sentido.

 

                                (de Peligro de Ignominia)

 

Javier Bozalongo

VIAJEROS

 

El viaje que recuerdo

deja un rastro de tiza

señalando el sendero,

deja una huella frágil

a pesar del cansancio.

 

Cómo saber si acaba,

si en el último puerto

después de tanto invierno,

apenas ya seremos

ni la sombra de aquellos que partieron.

 

(de Distancia razonable Vitolas del Anaïs, número 16)

 

 

José María Contreras

RIGOR MORTIS

 

No lo niego

(hacerlo sería de cobardes):

sufro inconmensurablemente.

Sin embargo,

a veces,

siento algo parecido a la felicidad,

no lo es porque dura poco,

pero siento algo diferente

al sufrimiento puro y duro,

el cual, ha encontrando un hábitat,

un lugar donde reproducirse:

mi alma.

 

Quizá sea producto de la necesidad de sentir,

sentir algo,

sea lo que sea,

a cualquier precio

aunque no sea el revólver del amor,

pero sentimiento al fin y al cabo:

sentir por sentir

(vivir para morir).

 

Después entro.

Entro aquí que no allí,

y mi corazón se endurece

con el contacto del hondo sin sentido,

con la soledad sin retorno

y la frialdad de este folio.

Y siento haber sido defraudado

antes de haber soñado:

no defraudado por la mujer desnuda de palabras,

ni por el dios de las máscaras hervidas,

ni por el júbilo de los rasca-cielos,

ni por los ajos de oculta policromía,

pero sí por todos ellos.

Es decepción en estado puro,

sin atributos ni comillas,

sólo decepción,

sólo sentimiento.

 

Haber nacido ya decepcionado.

Haber tenido un nacimiento ya deprimido,

ya triste,

ya solo,

con ausencia de plenitudes,

de esperanza,

de luz al fin y al cabo.

Haber nacido muerto,

con los únicos conceptos de la tristeza y la muerte

(la hondura de la oscuridad).

No nacer en acto ni en potencia de nada,

nacer triste simplemente.

Es como luchar para mantenerme engañado

a toda costa.

Saber que mi única misión es sentirme

(por tiempo limitado) defraudado,

no sólo por la mujer desnuda de palabras,

ni por los ajos de oculta policromía,

ni por el dios de las máscaras hervidas,

ni por el júbilo de los rasca-cielos,

pero sí por todos ellos.

 

Por favor, calla esa guitarra

porque miente.

Tempus fugit.

 

Al fin y al cabo todo es sentir,

aunque sea soledad sin carreteras

y tristeza sin posibilidad de devolución:

sentir al fin y al cabo.

Al menos tener la neutralidad

de cualquier escultura clásica,

al menos una mirada hierática

que con su pupila de piedra

seguirá profundizando

en el dolor humano.

¡Ah dolor humano que hibernas en altillos!

Aunque inmóvil,

pero sintiendo.

Al menos esto es mejor que nada

(qué terrorífica palabra).

 

Quizá no tenga sonrisas

pero siempre tendré lágrimas.

 

Sin embargo,

a veces,

esta necesidad de sentir

se vuelve contra mí,

y los huecos labios

de aquellos cadáveres que observo

ahuecan los míos,

porque todos ellos

tienen impresa en la frente

el oscuro clavel de la muerte.

 

En las costuras de su felicidad de trapo

se esconde la tensión

de los dientes que sufren

y que aprietan hasta estrangular

a los nervios del alma.

Y todo sin hacer ruido.

Muy bajito.

 

Es entonces

cuando deseo ahogar mi corazón en vinagre

y dormir.

No sentir,

no morir sin que se trate de mi muerte.

No haber nacido.

 

Es entonces

cuando todo me da miedo

y siento que soy vulnerable a todo:

todo tan aterrador

y yo ante todo tan vulnerable.

(Creo que el temor empezó

al darme cuenta de que había ciertos fantasmas

a los que no frenaban mis sábanas.)

 

Al fin y al cabo

sólo me queda

(por tiempo limitado)

sentir por sentir

(vivir por vivir).

 

Maricarmen Martín Granados

 

Se me gasta Tarifa

con su aire novelesco y su sol de Macondo,

con su alma de poniente y sus malos días de levante,

con su tiempo medido con aspas de gigantes.

De pronto se me gasta la velocidad del sí,

se me mezcla el olor a octubre con la memoria,

y dan miedo los silbos de los asesinos

apostados, como siempre, en las esquinas.

Miedo me dan las esquinas de Macondo.

 

Nieves Chillón

 

Cae un pájaro

Como una constelación

Desprendida del cóncavo

Navío de la noche.

 

Un contorno de luz

Se dibuja en la mano

Del que protege:

Incandescente mapa,

Estigma luminoso,

Deja a los barcos sin estela

Y a las aves sin guía.

 

Y no amanece

Porque la Aurora aún duerme

Un sueño de ginebra en las esferas

Bajo la mano protectora.

 

(de Azul de las aceras Vitolas del Anaïs, número 17)

 

Pablo Valdivia

 

flor

 

La sombra desnuda aguarda

a otra sombra que no llega.

La espera es una flor agria.

 

fugitiva

 

Como en una despedida,

el sol lo arrasará todo.

Qué noche tan fugitiva.

 

extranjero

 

Mirar rasgando un espejo

y no ver más que palabras:

el alma del extranjero.

 

Pedro Cabrera

MI LENGUAJE HA VENIDO

A través de mi vida he callado muchísimo
pues silencio querido acrisola experiencia.
Mis sentidos voraces conquistaron el mundo
en captura directa sin palabra intermedia..

He callado bastante. Los demás sí han hablado;
he sufrido sus voces y aguantado sus quejas,
fui, en butaca de patio, pertinaz auditorio
que silbó sus libelos y aplaudió sus arengas.

Pero el verbo ha infestado a mi oído paciente,
pero un virus facundo a mi oyente paciencia;
a orador candidato, a escritor pretendiente
ya pasé del oficio de guardar confidencia.

En mi pecho ha crecido un discurso infinito
que ha esperado tranquilo que llegara su época;
es el tiempo maduro de anunciar las espigas
de los trigos verbales, de decir la cosecha.

Mi lenguaje ha venido. Os diré lo que pienso,
os diré lo que siento sin ninguna reserva,
soplarán mis pulmones, vibrará mi garganta,
gritaré con mi boca, cantaré con mi lengua.

 

Rafael Juárez

A TRAVÉS DE LA BRISA

 

Cuando quiero lavar mi corazón,

echo a andar por atajos y caminos

y, aunque sean siempre los mismos, son

distintos los destinos.

 

A veces vuelvo a la desolación

a través de la brisa y de los trinos

y otras los anodinos

pasos me llevan a la exaltación.

 

Pero los libros de Natalia Ginzburg,

casi cualquier película y el mar

desinfectan mis días.

 

Como la risa de Pilar

y como estar

dentro de algunas librerías.

 

Sandra Cámara

MORFEUS

 No era la primera vez que padecía insomnio, ni que el hielo le helaba la espalda, la mente le traicionaba o él se perdía en el juego de la desesperación.

Los cuervos desfilaron en su ventana, sangrantes, durante toda la madrugada. Chillaban, deliraban, revolcaban sus cuerpos en un aire espeso y cargado de rumores.  Volvían de su distribución habitual de sueños por las altas cúpulas de las iglesias, las alcobas más sombrías y la paz insolente de las celdas. Llegaban exhaustos al aposento, caníbales resueltos a devorar a su dueño. Atravesaron uno a uno el cristal, con una violencia reprimida durante décadas, e invadieron el habitáculo mohoso en el que él desgastaba sus noches a la luz de una estúpida luna cambiante.

Llegaba el momento, y Morfeo vomitaba todos los sueños que aún quedaban por entregar. Consciente de su final, rendía su cuerpo a las aves hostiles que se ensañaban por derrocarle.

Debajo, la ciudad era un hervidero de locos que huían de sus literas, dispuestos de nuevo a volver automáticos los infinitos gestos y las muecas. Los árboles del norte habían desterrado ya sus raíces con la intención de atrapar a todos los suicidas que anhelaban la muerte desde sus copas.

Era domingo y la humanidad entera se condenaba a eternos días sin amanecer.