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kiosko de poesía número 19 |
A Yoli Monroy La luz de un nuevo día se aproxima. De nada sirven ya las negras máscaras, de nada bajar sirve la persiana solar de la mañana para simular de nuevo una noche desbocada, sin dos bocas que se besen bajo el cómplice guiño de la luna, con el grito asustado de una existencia más que cotidiana.
En la sonora lejanía lloran olas borrachas de marea tímida acariciando ya la luna de tu vientre como un columpio expuesto sí a la niñería de unas manos para preguntarme hábil, casi ahogada la esperanza núbil, si alas de pestaña alguna vez tendría ese perdido amor en el mar de tus ojos.
A lo lejos un cuerpo tumbado en una toalla a pierna suelta duerme. Cuando los sueños se deshacen solos en esa hospitalaria palma de vida huérfana como un azucarillo que el amargor le quita al café azul de los descalzos días, despierto tomo yo un descafeinado y regreso otra vez a la alba playa para así preguntarme: ¿Conoces el secreto de la arena? Es tu pelo hecho grano para jugar en la dormida orilla.
EN TODAS PARTES
Por ejemplo entre olivos, estando a solas. En medio de la mayor oscuridad y de su correspondiente silencio absoluto, enciendes un pitillo y, si olvidamos el brusco fogonazo imprescindible, sólo queda un anaranjado punto luminoso como índice de tu presencia y de tus movimientos por la arada tierra. No bastando la brasa para dar idea de que sonríes, el escritor da fe. Mientras tanto, sobre ti, un callado avión - como tú localizable nada más que por su móvil luz rojiza- desplaza en su carlinga, iluminada por una bombilla común, a un piloto que sonríe igualmente, distraído, en exacta concordancia con tu gesto y de manera que las dos sonrisas sin un claro por qué se ensartan en el tiempo con precisa vertical desde el poblado de olivos hasta la habitación aérea. No hay más, pero las formas han encajado un instante.
PARASIEMPRE
pero tú ibas de blanco y me habías dejado debajo de un árbol en una margen del camino y me dijiste espérame aquí en cinco días vuelvo y si estás me quedaré contigo parasiempre
había fuego en algún lugar cerca y la gente corría en manadas porque el fuego era guerra o era fiesta y allí al lado de una valla me dijiste desde detrás de tu oscuridad que volverías y tuve miedo de estar sola y supe que había nacido para estar sola
pero tú ibas de blanco y me habías dejado debajo de un árbol y hoy sé que eso es bueno y te espero apartada del camino quieta porque ibas vestido de blanco y me habías dejado debajo de un árbol
(Foto: Calle con coche, perro y gente)
¿Dónde están los increíbles, los que ahuyentan la desdicha con sus manos de fósiles y caracolas?
¿Dónde están los increíbles, los que se asoman a los abismos setenta veces siete sin lastimarse?
¿Dónde están, dónde existen, dónde viven los increíbles?
A veces los he visto pasar. Su mirada es una luz secreta. Su secreto, un nombre que callan.
VARIOS (D)EFECTOS AL AMOR
El amor es usar desodorante, peinarte bien, plancharte la camisa, dar al espejo tu mejor sonrisa, bajar las escaleras galopante;
con bombones o flores por delante parecer puntual, llegar con prisa, esperarla, salir, tirar de visa en el cine, en el pub y el restaurante;
recibir por la noche tu castigo: un beso en la mejilla: eres su amigo, desear que un cuchillo se te clave,
maldecir amistades tan fraternas y volver con el rabo entre las piernas. Esto es Amor; quien lo probó, lo sabe.
Francisco Javier Guillén Berrendero JARDÍN
A Cecilia del Carmen, mi jardín, mi rosa de Chile
Ayer cemento y barro hoy paisaje y jardín. Entre parterres y macetas por los regueros de la acequia siempre estoy pensando en ti. Una helada soledad era mi vida sin ti, ahora que me rescataste todos los días oigo tu voz por los jardines del Generalife. Amada, vuelve de los Andes y vive junto a mi entre el Darro y Genil. Plantemos y sembremos mil árboles y diez mil flores con fuentes de mármol blanco en nuestro carmen del Albaycín.
CIUDAD DE LOCURA 14
El aire de mi ciudad son bocanadas de larvas negras y viscosas El aspecto de mi ciudad es un aroiris imaginario que cubre los colores pálidos grisáceos y negros Los hombres de mi ciudad son seres desollados que caminan autómatas hacia el despeñadero más cercano Los rostros de las mujeres de mi ciudad tienen bruñidos tótems y símbolos lágrimas milenarias !ah¡... y una tristeza lapidaria Los cuerpos de las prostitutas de mi ciudad tienen tatuado en su hermosa epidermis todo el dolor del mundo que extirpan a sus tristísimos clientes Las nubes de mi ciudad son extrañas y caprichosas en todas sus formas sólo se ven demonios lujuriosos látigos ardientes en las espaldas de los hombres y uno que otro ángel degollado Baco es el dios más venerado en mi ciudad en procesión de "estruendoso silencio" los fervientes devotos cual seres dopados llenan de alcohol sus abismales gargantas esperando quizá que una sola gota del éxtasis divino les bañe el alma y desaparezca la nostalgia y la pena Las calles de mi ciudad son los intestinos de algún antiguo demonio donde los transeúntes como orates buscan sus respectivas cajas de electrochoques
ULTIMO BAÑO DE CARLOS BARRAL EN CALAFELL
Adentrarse la mar en uno mismo ahora que Septiembre aleja a los turistas y parece como si los bloques de apartamentos decrecieran y el pueblo recordara cuando era un pueblo de ligeras barcas y de mástiles y aparejos aún no mordidos por la usura del tiempo.
Y adentrar en la mar otros mares pretéritos de un tiempo sin memoria que sigue siendo nuestro aunque desordenado entre unas ruinas que no pudimos detener y amamos.
Y salir y adentrarse el aire, oscuro presagio de tormenta, en uno mismo y sentir cómo cede, suave, la arena fría bajo los pies que ya son tacto solo y contemplar con la mirada dócil, pupila sola, el pueblo ahí y ahí también, permaneciendo, la misma mar poblada de los personajes que fueron y que, como los buzos que levantan el pulgar antes de sumergirse, me miran y dicen que sí, que aprueban, a pesar de todo, cuanto ocurrió, cuanto acontece en esta hora última en la que busca un albornoz el personaje -reconfortado, acorde, sin rencor- al que le corresponde despedirse.
MI APARICIÓN DE CELULOIDE Y GRASA Mi aparición de celuloide y grasaabre mitómana por eludirel margen de precipitada esclava y cuál Ariadna, esbelta reedición, pendieses terrorífica al después: encajes y charol bajo la viga, un sótano que rácores mimaban con fervor, un efectista story-board, el rico envés si sólo yo propuse esta secuencia que prestaba y tras servirle de escoliosis al diorama, en cruda, deshonesta, polaroid del rígido suburbio escampará mi tan anido filtro sin rencor.
DE LA MANO DEL AGUA (I)
Vivir es entregarse ante todos los vientos sin tener más deseos que un camino esperando cada nueva mañana que amanece en los ojos.
Entregarse sin miedo y sin contemplaciones a todas las sorpresas que nos brinda la vida con la ingrávida inercia de las alas de un ave o la leve amargura que acompaña los besos.
Cada esquina del tiempo desemboca en la mar y no sirve de nada añorar las orillas ni soñar la quimera de un hogar encendido si al final del viaje que no tiene regreso nos espera la vida para hacernos pedazos.
Entregarse tan solo con los ojos cerrados y abrazar el abismo con ternura de amante es la única forma de vivir lo vivido.
José María Contreras EspunySUFRIMIENTO SIN CAUSA
Hoy sufro solamente. César Vallejo
Hoy sufro solamente en esta habitación que viste un traje de rombos añiles.
Hoy sufro solamente en esta habitación donde reside un retrato que es un espejo y un par de maletas antiguas que sufren como yo.
Hoy sufro solamente en esta habitación que no es una habitación sino un mundo donde naufragan barcos de papel sin ninguna tripulación.
Hoy sufro solamente en esta habitación donde sólo hay una redonda pecera vacía, donde sólo sufro la esperanza que implica no tener esperanza.
Nunca la quise, ¿acaso importa?
Hoy sufro tal y como sufre la luna circularmente, blancamente… silenciosamente.
Hoy no sufro más de lo necesario ni menos de lo permitido.
Hoy no sufro por amor, por dolor ni por sueño.
Hoy sufro solamente.
SÁBADO TARDE
Un aguacero aturde esta tarde de otoño. El día más largo en la sesión de cine vespertina.
Tú, de pie, seria y alejada, apoyas tu mejilla en el marco del mirador y pruebas a dibujar un corazón sobre el vaho del cristal.
Yo, tumbado en el sofá, miro la escena como una foto revelada por el ácido barniz de la felicidad.
DESMOTIVADO
Estoy seco. Desmotivado y seco.
HATILLO PARA UN OCASO
A Javier Egea
Quiero llorar de tanta madrugada desnuda en los aleros, de tanta golondrina cubierta por el río, de tanta madrugada.
Quiero llorar desnuda para siempre.
Y no será posible sin tus labios cansados sin comprender la vocación de luna que llevas en el gesto amanecer por esa luz distinta de tus brazos.
Y no será posible sobre tantos inviernos -con este fuego ya casi apagado- si no fuera este invierno sentir toda la muerte entre las manos.
Y no será posible sino con las heridas sino con los destrozos sino con los vencejos sangrando en las orillas dejar la puerta abierta para siempre.
Buscadme por su rostro malherida de calles, aventurada y sola.
Traigo una luna rota. Traigo un dolor de pechos y ternura.
LA VOZ Y EL RÍO
te escucho
una puerta de campos se entreabre y no me ves me atraviesas
te sumerges en el agua que corre en este día
respiración de la raíz allá adentro,
las terrazas errantes del buen día descienden y te escucho
ríes dentro del río, de pie entre las hojarascas ardientes, sumergidas, que decides crear
tras el puñado de hogueras encendidas que persigues sin pausa
bajo las telas delgadas, transparentes, que llegaron contigo,
justo ahora te escucho
mientras bebes de los aromas dormidos que avanzan hacia el mar
y te mezclas con el tránsito del agua cuyo pasado ya no podrá ser reconstruido.
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