ME ESTOY ACOMODANDO A DORMIR CONTIGO
Me estoy acomodando a dormir
contigo
cuando la lámpara curiosa de
la noche
enciende el deseo de los
amantes.
Me estoy acomodando a dormir
contigo,
cuando los párpados pesados de
la habitación
diluyen las espumas saladas de
los cuerpos
que calzan el vestido ceñido
de las sábanas.
Me estoy acomodando a dormir
contigo
y la memoria cansada del alma
memoriza el vocabulario
femenino de los sueños.
Mientras la pasada plateada
de los fines de semana
recoge, indiscreta,
sus cabellos de sol
entre los cristales ahumadas
del automóvil,
la desmelenada antorcha de tu
pelo
deja al descubierto
el aeropuerto desierto de la
espalda.
Mientras el dulce crepitar de
los dedos
se entretiene en las hojas
perennes del estómago,
la dúctil navaja de los labios
muerde esas manzanas peladas
con la corona de cereza
ensangrentada
y los pechos son doblones
que el tacaño guarda
celosamente
en el bolsillo de los
sujetadores.
Mientras el péndulo alocado de
las caderas
parece domar la fotofobia del
pubis,
como vampiro que engulle
la sangre de sus víctimas,
urdiendo un plan en el imperio
de la llama estrellada,
la mirada recorre
las dos lenguas de tus piernas
incendiadas en la hoguera de
la pasión,
y las medias desnudas
custodian la crisálida
atrapada en las telarañas del
ombligo
que extiende sus alas de
terciopelo negro.
Mientras me acomodo a dormir
contigo,
buceo en las arenas de tu piel
buscando la llave maestra del
coito
que tardo en encontrar.
Cuando me acostumbro a dormir
contigo,
el miedo se concentra en las
fronteras de los muslos
y el silencio tartamudo de la
respiración
ahoga la niebla empañada
en las lunetas del coche.
En la ojiva de dos arcos que
se cruzan
introduzco la llave impetuosa
del misterio
para abrir el cofre risueño y
dolorido de tus entrañas.
Entonces la bombilla cotilla
de la noche estalla.
Entonces los pétalos nocturnos
de las pestañas
nos guiñan en el mar de los
cuerpos.
Entonces la luna arranca
furiosamente
la venda amordazada de los
ojos
para anunciar la mañana.
Entonces la retina retiene
el vocabulario secreto de los
sueños.
Entonces el hada madrina
transforma
el vehículo de Cenicienta
en un tálamo de seda.
Entonces, mientras me estoy
acostumbrando a dormir
contigo,
imagino un trabajo,
una casa vieja por ser viejos
los inquilinos
y un te quiero para siempre
de un anciano a una anciana.
Álvaro Tato
UBI SUNT STELLARUM BELLA
¿Dónde está hoy la Rebelión
aquella
que derrotó al Imperio
represor?
¿Dónde la Fuerza y ese
resplandor
de sables en la lucha cruel y
bella?
¿Qué fue de Han y la princesa
Leia?
¿Qué de Darth Vader y el
Emperador?
¿Qué de Obi Wan y Luke y 3P0
y esas batallas sobre las
estrellas?
Quedó nuestro estelar cantar
de gesta
perdido en la galaxia ya
lejana
de aquella infancia que soñó
el futuro.
Y en nuestra soledad sólo nos
resta
soñar otra aventura
sobrehumana
hasta que nos devore el Lado
Oscuro.
Belén Sánchez
(Foto: niños pidiendo “Un one dollar”)
LA TURISTA
¿Qué esperáis de mí?
Sabed que mi vida es extraña,
que soy esa mujer que os mira,
que no os conozco,
que colecciono vuestros ojos,
que secuestro vuestras calles,
que ya nunca volví a veros.
Y qué será de nosotros,
de todos nosotros,
que una vez nos vimos
y ya nada, ya nunca,
ya ninguna vez.
Carolina Liébana
Como los arañazos de un pasado
belicoso
como la fertilidad misma
sintiéndose yerma
me arrodillo
a un teclado
silencioso
inhóspito
y me siento maldita
en la soledad
en el silencio que no llena
el tecleo infinito.
Busco inspiración
que me es negada
por mi propia alma.
Me arrastro suplicando
frente a este folio virgen
y me amanece manchado
por la inexactitud
de mis propios dictados
inconexos...
Supuro
esta nueva sensación de tener
tanto que decir y
tan poco que escribir.
Esta ira contenida
este letargo milenario
intruso poliactivo
en mis entrañas,
y yo misma,
frente al teclado,
me desangro...
Habito mi corazón
con pereza nostálgica
de lágrimas no derramadas
Habito la silenciosa
meditación sin respuestas
y me pregunto
qué me hace sudar
por qué la escritora
no escribe ahora
que el mundo se tambalea
y la gloria es para los estúpidos
que no sienten más que el viento
del norte
en sus labios
silenciados de poemas...
Jesús Cano
RESURGENTE
La flácida levedad
Es posible encontrarla azul
Reciclada, en un amasijo de
algodón,
Entrecejada en la luz
Del reflejo de las venas.
La flacidez resurge con los
vinos
Y ni siquiera sabes
Si es por el contacto de la
barra.
Luis Carlos Mendías
CORAZON SIN ALAS
Ahora
no tienes, corazón, el vuelo
que te llevaba a las más altas cumbres
José Ángel Valente
Como
el clamor del cóndor desplegado
vuela la altiplanicie, necesito
el aire entre las alas y un trocito
de horizonte desnudo y despejado.
Pero es mucho el dolor. Habéis dejado
un corazón sin alas y marchito.
Y, aunque intento escucharos, vuestro grito
ensordece mi espíritu violado
.
Danzando vuestra sangre por mis venas
con ritmo dolorosamente lento
muero en vosotros destrozado. Siento
que un río melancólico de penas
inunda mi alma en lágrimas ajenas
y se me acorta torpe el pensamiento.
(
a los desaparecidos por el terror y a todos los que se os murió el alma
ese día, desde un corazón al que cortaron
las alas y quedó soterrado en fechas en que pretendía volar a las más
altas cimas)
María Eloy García
LA REPONEDORA MURIEL
sólo tú haces de un día vacío
todo el día
eres el demiurgo sencillo de
un universo diminuto
arrastrando en el círculo
sexto sección láctea
todo el palé de la tristeza
repones el ansia con el ansia
y el tiempo con el tiempo
sólo tú tienes la
contradicción misma
de los dioses
te vanaglorias de un orden
que será siempre destrozado
y al levantarte con el cuerpo
tan antiguo
miras los pasillos inexactos
sección deseo llena de
realidad
sección verdad llena de
historia
a una simple voz tuya todas
las bandejas dicen carne
los mostradores revelan la
verdad subconsciente de sus 10 grados
se alinean las hileras
surgen anaqueles rebosantes de
todo lo que pueda desearse
sólo tú tienes como todas las
mañanas
tres horas justas para crear
un día
Maricarmen Martín Granados
TRIPALIUM
I
Qué grande el mundo hoy y qué ajeno.
Destapas el abismo que
llenaste, que no llenas.
La tarde en que ya no me
querías
qué bella la luz, qué dolor de
promesas.
La tarde de no quererme ya
más,
cómo calmar los números que
tiemblan en el calendario,
que aúllan por las esquinas de
un Macondo
bienhallado, bucle para mi
tiempo
que no estimas.
II
De nuevo es soledad, soledad
de nunca.
Imposible el plural si el tú
se cae del lenguaje,
paraíso perdido.
Verbos limitados al yo desnudo
que no supe, que no sabré
habitar.
Perder es para siempre, para
siempre es
la pérdida y después
minas abandonadas.
Curo nombres con días
nuevos como esta luz:
aquí, Tarifa, invierno del dos
mil tres,
ajena a las estaciones,
pero dejad que mienta el
color.
Como si sólo tú hubieras sido
vida,
todo lo demás, mundo.
III
Fuimos.
Esclavos de un fue gigante
que se resiste al abismo.
Fue triste mirarse así, en
aquel espejo tan minado,
sin gloria,
tan presos de lo mismo.
No saber utilizar esta arma
negra
y estar muriendo,
desangrándose el amor por las
aceras,
petróleo que todo lo mata,
manta que cubre y desabriga,
manta.
Mario Cuenca Sandoval
LAS CERTEZAS
Las certezas no tienen
residencia en la entraña, en
lo profundo.
No viven en el yo.
Ni en el pronombre yo, ni el
superyó.
Ni el tuétano. Ni en la
calavera.
No hay sabiduría del
“adentro”.
Ni hay dentro ni hay afuera.
Pues toda intimidad
No es más que superficie, como
un cuero tendido.
¿Qué decía? Ya sé:
que las certezas
sólo tienen fulgor a flor de
piel.
De repente
el agua de la ducha se las
lleva
por el desagüe.
O el frío que nos pone el
cabello de punta.
las arrastra consigo a las
antípodas.
(Y allá, tal vez, se vuelvan
todas falsas.)
Y te dejan más solo que al
principio.
Con esa inundación de soledad
que en nuestras manos ponen
las mascotas
cuando se aburren de nuestras
caricias.
Las certezas, ya digo
son pura superficie.
Se diría que tienen vocación
de luciérnaga.
Parpadeas dos veces
y ya no están.
Miguel Ávila Cabezas
SONETO FALAZ
No te amo. Te ahormo lentamente
poniendo entre tu casa -y mi ausencia-
dos aldabas batientes con urgencia
en la puerta de un cielo sin presente.
Son pasado y futuro, juntamente,
los dos tiempos que llevo a tu presencia.
Cierto soy -y no un fui- en la indulgencia
de la mar desgarrada frente a frente.
¿Dónde está el norte, di, que me he perdido,
bajo una lluvia incierta y sin medida,
en el pozo más hondo del olvido?
(Gime la muerte en muerte concebida
y la sangre es un cielo detenido
como el toro al final de la corrida).
Pablo Acevedo
DESEO
Desconfío del cuerpo en que te
arrojas,
flecha vaciada de sí misma,
nauseada de apresurados
blancos,
cómplice de alocadas
primaveras.
Soy hégira de indelebles alas,
¿cómo pretendes, entonces,
que apruebe tus persecuciones?
Soy fuego y tú tratas de
quemarme.
Soy soledad y me amenazas con
tu ausencia.
Soy vacío y pretendes
conmoverme
con tus vértigos.
¿Qué difunto o huésped
iluminado aguardas?
¿Acaso no te complacen mis
muertos
de esa muerte de mí, tan mía?
Si saltas yo soy pájaro
terrible.
Si vigilas soy la alerta.
Si preguntas soy lo arcano.
Un golpe de luz emancipa tu
sombra,
y tu cuerpo queda allá,
inmóvil,
cercado por la luz.
Cada objeto que rozas, cada
cuerpo,
regresan a su nada profunda
—como cada idea en el carnaval
de las sombras,
o cada labio en el besar de
lentas cenizas—.
Tus ojos lanzan su ciega ancla
hacia un corazón sin fondo;
tus manos palpan la obscuridad
para prenderme,
mas soy lo que te acecha.
No tiritas porque sea yo el
frío,
ni agonizas porque sea yo la
enfermedad
(tu alma está afectada desde
siempre;
quien tiembla es el caballo de
dios
y su tristeza de relincho
degollado).
Soy el sobresalto, no la
ataraxia.
Soy el rostro deformado por la
emoción,
no la belleza que ignora el
dolor y el gozo.
No soy la indiferencia,
ni el sarcasmo de una voluntad
lacerada por los perros
del absurdo absurdo.
Si sangras soy el latido que
empuja.
Si fletas el sol en el barco
de tu hastío,
el naufragio del día y el
rescate de la noche.
Si enarbolas tu egoísmo
infame,
la tuberculosis de tus
banderas,
la decrepitud de tu yo
bastardo.
Y si con tu timidez
avergüenzas a las flores,
mejor seré la revolución de
los órganos,
la fermentación del vientre,
el grito de las aves en el
corazón del día.
La rana metafísica,
con las ancas prestadas de los
ángeles,
croa croa su verde croar.
Saltando más allá de la
muerte,
colorea lo infinito.
Tú lo sabes.
Si callas no seré el silencio,
pero sí la araña del espanto.
Si sollozas no seré el gemido,
sino la fuente del gemido,
la quimera promiscua del
ensueño
y la página en blanco, sin
islas,
arremetiendo contra tu
orgullo.
Y si deambulas por calles
intransigentes,
con paso corrido y triste,
o bien desesperado y lunático,
entonces la ebriedad
y el infarto de los soberbios;
entonces la ebriedad, y el
eructo anfibio
de los muertos. Entonces,
la ebriedad, y la reputa del
adiós,
y la reputa del dolor...
La tan amada,
hedionda soledad.
TU Y YO EN EL PARQUE
Me confiabas todas tus
fantasías:
la del ascensor con el jefe de
sección,
la de las escaleras
subterráneas del parking,
la de la habitación 13 del
Hotel Parma
y esa irresistible bailarina
de Coimbra.....
Todo esto y más
me contabas
en el banco del parque
cuando yo apretaba
una carta en la que
te lo explicaba todo,
todo lo que un persona
enamorada pueda explicar.
Rafael Espejo
Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:
huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.
Con hilillo de baba
seca en la comisura de sus labios
y un sudor aceitoso surcándole la piel.
Las greñas enredadas.
(¿No desean lamerla, retozarse con ella
como serpientes entre hierbas altas?)
Así la quiero yo: hedionda,
envuelta en la placenta de los días;
presta para nacer entre mis brazos
con las primeras gotas de una luz
que la persiana filtre
macerando sus ojos.
Así. Pura mujer. Sin trampas.
Pestilente. Fluvial.
Inmaculada.
Ramón Repiso
PECADOS DE FAMILIA
En ti me reconozco cuando
toses,
en el hombre sin luz que ya
comienza
a tropezar con todo cuando
bebe.
Iguales, ya lo ves,
iguales en la tos y el
extravío.
Y qué no habremos roto entre
los dos,
qué llaga entre tu puño y lo
que escribo;
cuántos caminos, padre,
que jamás llegarán a ser
abrazo
entre hombres que lloran y se
quieren.