LOS GÉNEROS DEL DOLOR Y EL ABANDONO:
copla, tango y bolero
Alfonso Salazar
última modificación 05/05/05
Julio Sosa apuntaba en su introducción a El Choclo que el tango es macho. Y así es el tango en la mayoría de sus letras. Las mismas que forjaron el mito del hombre dominante y despechado, de brazo delgado que reinventa la ley del asalto y la navaja. La secta del cuchillo y el coraje, según Borges. Pero siempre aparecerá detrás, como ocurre en todos los mitos, el lamento vigilante y desvestido de la virilidad, el llanto del ser solo, el estupor ante el rumbo de la vida. Los grandes personajes del tango, que se vuelcan en una apasionada narración de su propia experiencia y nunca la ajena, son masculinos, dicen sufrir las vejaciones femeninas, se ven abocados al maltrato y el desengaño ante la vida como víctimas empedernidas. Gardel nos muestra el paradigma. Los personajes a los que ofrece su voz, por mano de Discépolo, Flores y tantos otros, son engañados continuamente por el paso del tiempo, por aquel amor que se fue, por el lapidario final de las épocas felices y los viejos tiempos. Casi siempre son objetos de una traición, una malquerencia que personifica una melena rubia y un andar canyengue. Si no son traicionados, ni se someten como aquel malevo a punto de entrar en la iglesia ya envenenado y sorprendido de sí con el peregrino fin de rezar, si son capaces de tomar las riendas de la situación, recibirán aún exentos de culpa, y de cualquier manera, tremendos vapuleos que soportarán con menguado estoicismo.
Otros muchos puntos y por ende tangos, letras y letristas no pueden ser obviados. Sobre el tango recae una historia registral de cien años, una tradición que se extiende por cada ciudad y cada continente, de Japón a Finlandia, de Buenos Aires a París. Se distingue como una forma de contar y cantar válida en cualquier latitud. Tierna y comprensible a pesar del código lunfardo que haga insólita su expresión. El tango es mucho más: danza, música, literatura a partir del tango, un barrio para el mundo que recoge en los sucesos de su patio de vecinos las palpitaciones universales y fácilmente identificables que revestirá la pasión meridional. Su comparación con el jazz, como músicas que parten de la localidad hacia la universalidad, no soporta las diferentes circunstancias de sus nacimientos, las venas del idioma, los ritmos. La occidentalización del tango, como creación de trasfondo occidental, aporta un cambio de visión bien distinto de desarrollo. Dejando a parte los puntos de inflexión de ambas manifestaciones, dejando a un lado la extensión de uno y otro y sus intersecciones, volvamos al punto basal del presente trabajo: el comportamiento de unos personajes y su vinculación ineludible a la interpretación y la creación, centrados por un dominio de género que las circunscribe.
El comportamiento del personaje masculino en el tango no es generalizado, como afecta a una especie de amplio desarrollo. El uno canta alegre el asunto adúltero de su mujer y el consiguiente abandono como quien se ha quitado un gran peso de encima, no sin mostrar una sutil dolencia que la mojiganga solapa; el otro reconoce al amor de su vida en el amor reencontrado o vive en la continua evocación; aquel otro justifica el fin de la relación amorosa y turbulenta como la decisión más acertada asumiendo la ruptura no sin cierto despecho. Otros tangos asaltan materias, disputan acerca de la amistad, cantan a la locura, al amor o al último organito. Pero en muchos de ellos reposa el sedimento más amargo del destino fatal, desarraigado, irreversible. Aunque sea el individual destino del corazón machado o el destino común que intenta sobrellevar alguna noche loca de excepciones y borrachera.
El tango, cuando se hace más íntimo, resume al modelo de hombre en su soledad, borracho y desesperado, crispado, encendido en el lamento. Un grito de desesperación, forjado en su clase, para ser oído en el mundo. Y así lo canta. Aunque sea Malena quien cante el tango como ninguna.
Pero no sólo Malena. Muchas otras con nombres y apellidos se acercan al tango y cantan a la desesperación, sobrevolando los géneros. Lamarque, Varela, Rinaldi, Nelly Omar, Falasca. Desnudan el tango del pantalón rayado y el pañuelo al cuello, del sombrero ladeado y el acento gañán. Pero se adentran, por lo general, en los tangos que se nutren del paisaje urbano, la evocación melancólica de la juventud, el tango que canta y ensalza al Tango, las duras relaciones donde el género se diluye entre la lluvia. La voz femenina se encuadra en tangos sin precisión de género, pero se ve desasistida de tangos que le sean exclusivos. Todo es posible, claro. La interpretación, dos cambios de género aquí y allá, ese sabor ya tan clásico, consigue que algunos tangos puedan ser interpretados desde cualquier voz. Vale. Pero hablamos del personaje que subyace, el que se identifica con la figura humana que pone la voz. Y no abundan los tangos que sólo puede cantar una mujer. Tangos acotados y reservados a timbres femeninos, cantados desde la mujer, existen. Pero quien vuelve una noche sólo puede ser ella y es él quien canta y se sorprende. Sólo es él quien se emborracha cuando no puede aguantar más, el mismo que deja la puerta abierta para hacerse la ilusión de que ella volverá. Él quien piensa no volver a apostar, quien deja a cada vuelta pedazos de corazón. Él quien promete ayuda y consejo para la eternidad.
Posiblemente condicionados por el género de sus autores (pues pasaría mucho tiempo hasta que la mujer irrumpiese definitivamente en la composición del tango de la mano de Eladia Blázquez), quizá la reafirmación de la condición masculina, el estereotipo fijado por el tango o simplemente como una manifestación de unas realidades sociales imperantes, el tango se asentó en la voz masculina y ahí se forjó. Y esta es una observación a medias. Mucho son los tangos que no precisan de un género, como si fuesen tangos neutros que admiten la voz femenina o la masculina sin cambiar un ápice los adjetivos del dolor. Reside así su imagen fija en la voz cascada del hombre abandonado por enésima vez, que intenta transformar sin gran éxito su miseria, acrobáticamente, en una razón inevitable de la existencia.
Podríamos adentrarnos en consideraciones históricas, políticas, culturales. Pero lo cierto es que en los anales de la copla la figura femenina es primordial. Desde las primeras tonadilleras, término que no soporta la masculinización, hasta los deteriorados tiempos más recientes, ha sido el personaje y la voz femenina quien ha conducido la copla bandeando cuplés y pasodobles. La Tirana, La Goya, la Bella Chelito, la Fornarina, la Bella Otero, Concha Piquer, Imperio Argentina, nombres de mujer que jalonan su reputación. Excepciones las hay: Miguel de Molina, Antonio Molina, Pepe Blanco, Angelillo, Juanito Valderrama, cuyos repertorios estaban tasados ante la abundante composición para mujeres. Así, Tatuaje sólo puede ser cantado por una voz femenina –mujer, sea o no hembra-. Ojos Verdes precisa de transformaciones sobre el original para que sea el caballista quien canta, para cambiar al fin y al cabo el género de los ojos.
Sin embargo también son las cantantes quienes tomarán coplas previstas para hombres. Los compositores, masculinos por supuesto, toman la voz de la mujer para la expresión y ensalzan así la figura femenina, otorgándole papeles que ningún personaje masculino podría asumir. Sólo la apariencia femenina se llama Dolores para pedir que no te llames Francisco y te llames Antonio. Como su primer novio (No me llames Dolores).
Como en el tango, aparecen coplas ajenas a la opción de géneros, coplas sin sello que pueden ser asumidas por cualquier voz sin llevar a confusiones o fraude en la letra. Pero al contrario que en aquél, que deja a la mujer el papel de personaje sin voz, algunas coplas sólo servirán para el personaje masculino. La Bien Pagá no admite reconversión. Es en este apartado donde la figura de Miguel de Molina, asumiendo el papel masculino de la copla, dota a ésta de un componente hasta entonces vedado y nacido en el cabaré. La presencia del hombre en el escenario no sólo baila, sino que se adueña de la voz para cantar su experiencia. La depuración sexual de la copla como desagravio del régimen franquista masculinizará y hallará lugar para excepciones como Antonio Molina. Excepciones en un terreno netamente femenino, donde serán las mujeres de toda condición las que sean vejadas por hombres sin escrúpulos y canten desgraciadas los avatares del amor y el abandono. Enamoradas del hijo de la vecina, escondidas en los armarios del infortunio de las amantes, rodando como moneda falsa, soportando la soltería infame, pidiendo amor, artastrándose por ello picadita de viruela. Sufriendo. Tal y como en el Río de la Plata hacían los hombres.
Según el profesor Juan Carlos Rodríguez, Tatuaje figura entre los mejores tangos de la historia. Y no es un simple juego de ideas. Tatuaje se circunscribe a la tónica de la historia contada, tratada y desenvuelta, como si se cantase un tango. Cumple todos los requisitos. No sólo por cierto resabio a bandoneón, evocador de los acordeones portuarios y en las camisetas a rayas marineras. La historia de la tabernera de puerto enamorada del marinero nos traslada a una Madame Bovary occidental cautiva ante el marinero anglosajón, o nórdico, que no le promete amor eterno, sino que muy al contrario, le confiesa la existencia de un amor perpetuo, grabado en la piel. Nos trasladará ese nombre tatuado del dengue a la sequedad de la sordidez.
Pero, al contrario que en tantas coplas, no existe el despecho. La tabernera se envenena, y como en un juego de espejos, se metamorfosea y se convierte en protagonista de una historia calcada íntegramente a la de aquel que le cautivó y la condujo a tal situación. Será ella quien deambule por los puertos buscando aquel amor, tatuado ahora en su piel. Como una ronda, como un contagio constante, la mordedura del vampiro, ella cuenta por las barras su desesperación y desconsuelo, proponiendo una reinvención, una continuación del ciclo. La voz femenina cuenta el pasado sufrido ajeno y el presente sufriente propio en idénticos pasajes. He aquí donde el nombre, ese nombre desconocido, secreto, mágico como un conjuro, es la ligazón que denota la dolencia. Es el propio nombre el que daña y quema hasta quedar grabado a sangre, junto al corazón.
La presencia del nombre es el elemento imprescindible de Tatuaje y queda avisado en la primera referencia al nombre extranjero de un barco que lleva a un marino hasta la barra de una taberna donde se inicia el calvario bífido de la copla. Si fuese un tango, el puerto sería el Río de la Plata adonde atracan continuos barcos europeos, donde un alemán abandona un bandoneón, unos marineros finlandeses se llevan para siempre a su país unas partituras y una tabernera puede allí lidiar con hombretones altos y fuertes que se derrumban ante los amores perdidos y abandonados en otros puertos. Pero esa liviandad que el tango perfora en los personajes femeninos no aparece. Ese irreversible destino de herir al macho está ausente. Ni una Ivette loca, ni una Margot deslumbrada por las riquezas aparentes, ni la que hizo perder la cabeza, la juventud, los amigos... Es el marino quien va arrastrado por un destino, por la fatalidad y la fidelidad al nombre grabado. Es la mujer la que sin error es infectada. Sin voluntad, o contra ella. De ser un tango sería un tabernero rudo pero enamorado y una marinera rubia fumando en pipa, como las soñase Alberti. Pero no. El tabernero habría tomado el rumbo del convicto de cabeza gacha, sin un desplante al cielo para limpiarse las narices en las estrellas. La marinera nos habría aparecido indemne, sometida al destino fatal e irreversible del amor cautivo.
El paso subterráneo de la copla al tango reside en el ciclo. No en los roles de género, que se hallan trastocados. Está en el juego de espejos, en la repetición estrófica de la misma historia, en el contagio y el veneno. En la fatalidad de un mismo destino ante el que sucumben ambos personajes. Y al fondo, el nombre grabado, un nombre que no puede ser el mismo, como se empeñan en apuntar los adjetivos posesivos, pero que ataca al mismo lugar: el centro del corazón.
4. LA LEY DEL PUÑAL Y DEL CORAJE
En el tango los hombres, los malevos, usan navaja y con ella deambulan por el barrio como instrumento de la identidad, la supervivencia y la reafirmación viril. Véase sino El Tango de Jorge Luis Borges. Con ella podían marcar el rostro de la pebeta que les abandonó, desafiar al entrometido y probar su condición de macho arrabalero en una esquina rosada. Pero la presencia del metal, la ley de puñal y del coraje no reside sólo en el Mar de la Plata. Como figura de excepción en la copla aparece la irresistible Lola Puñales que en el nombre lleva el arma del crimen y su perdición. Lola llegará hasta el final sin arrepentimiento y sin intentar evitar un tormentoso destino. Como así lo ruega la protagonista de otra copla que se entregará a un tal sargento Ramírez, hastiada ya del caso omiso de la Benemérita que le lleva a cortar con un cuchillo de luna un te quiero cuando encuentra a su querido retozando entre los juncos (Vengo a entregarme). No será el único caso de celos mezclados con navaja. Antonio Vargas Heredia es el mítico asesino por antonomasia, por culpa una hembra gitana.
A la raza calé pertenece también Lola Puñales, heroína de los acasos trágicos que el imaginario de la copla une indisolublemente a la sangre gitana. Tras diversos amoríos, donde se complace en maltratar y desdeñar a los personajes masculinos que siempre se llaman de don, caerá rendida ante unos ojos que le vaticinan que de tanto jugar con fuego llegará a quemarse. Los ojos morenos en cuestión incluso le quitarán la rosa de sus rosales y ante tamaña afrenta, Lola Puñales hará uso de su apellido. Lo sigue hasta la reja donde el perverso amante bebe otros besos. El escarnio y la burla arrastran a Lola y en la calle dará muerte al enamorado que se atrevió a escarmentarla. Y no llegará el arrepentimiento de Lola, sino que muy al contrario reclamará la presencia de los jueces para confesar su crimen. Jura estar en sus cabales, que no quepan dudas y repetir el crimen si hubiera menester. Así ordena al escribano que recoja que no le faltó sangre fría, que no le tembló la mano para ejecutar la sentencia sobre aquel que le juró cariño en vano.
Otro juego de espejos, pero esta vez no desde el contagio irremediable de Tatuaje sino desde la máxima de quien a hierro mata a hierro muere y el pago con la misma moneda. Los ojos morenos del amante frívolo aprovechan la inusitada entrega de Lola para hacerle probar su propia medicina. Los ojos morenos encabezan una revuelta para vengar tantas afrentas de la Puñales hacia el género masculino. Pero Lola lo corta de cuajo cuando sube un escalón más aún y destroza así el espejo, el reflejo que la cantinera de Tatuaje se comprometía a seguir de por vida.
Lola Puñales prefiere la transgresión, el enfrentamiento cara a cara con la ley, el sistema y los jueces a los que invita a pasar para que certifiquen el crimen y que así se haga público. Como si de mantener sus principios se tratase, o su honra, Lola no soporta la ignominia, el engaño, el oprobio causado por la pérdida de la virginidad con alguien que le jura un cariño en vano. Esta vena romántica, apasionada, contrasta con el navajazo tanguero. Tan caliente es aquel como éste es frío. Al fin y al cabo nos enfrentamos a la dicotomía entre el honor -la condición viril que resuelve defender el macho, demostración para la supervivencia arrabalera fruto del enfrentamiento a una superpoblación de gallos en el corral- y la honra –la que defiende Lola Puñales como categoría de supervivencia social para desagraviar ser una mujer manchada en su ámbito cultural.
Mientras el navajazo tanguero no recurre a instancia policial o judicial alguna sino que la rehuye constantemente y pretende la impunidad del crimen, asumido con naturalidad como manera propia de las leyes del arrabal, el navajazo de Lola Puñales y el de la mujer que se entrega al sargento de la Guardia Civil, reclaman el castigo como inevitable, como una manera de publicar y esclarecer los motivos que conducen al crimen. Y una purificación. La entrega por ello no es sólo imprescindible sino que se muestra como una obligación natural. En el caso antedicho de la mujer que se entrega a la guardia Civil es más patente: la protagonista avisa de sus intenciones, pretende ser detenida y guardada a buen recaudo, sea cual sea el motivo que para su encierro aduzcan, con tal de evitar cometer el asesinato irremediable. La obligación moral, la consciencia de la transgresión inexistente en el tango –donde la cárcel siempre está injustificada- es inapelable en los casos vistos. Incluso, previo a la comisión del delito. Así, incluso Antonio Vargas Heredia, querido y admirado en toda Sierra Morena terminará sus días llorando y arrepentido en chirona.
La copla nos muestra así el sometimiento exigido a la mujer a unas leyes marcadas por hombres y que sólo los hombres pueden infringir con arbitrariedad. Aunque Lola se haya atrevido a darle la vuelta a la tortilla.
Las formas del adiós, la ruptura de la pareja, la separación sobrevenida por las diferencias sociales, o ese esquivo trastorno imprevisible de la vida, son carne de tango, carne de copla, carne, en definitiva, de poemas de dolor y abandono, de literatura de desarraigo. Tantas veces desarraigo social que se transforma en dolor íntimo e individual, tan intransferible que es único.
Pero el acercamiento a la forma por excelencia del dolor, el abandono, tiene múltiples manifestaciones. Desde las separaciones predestinadas al modo del Caminemos de Alfredo Gil cantado por Los Panchos (y es preferible olvidar que sufrí) a los desplantes mirando a las estrellas del chusco tango Victoria de Discépolo (Me saltaron los tapones cuando tuve esta mañana la alegría de no verla más). Desde la contenida expulsión de la Falsa Monea (Cruzó los brazos para no matarla) al agradecido y extraño adiós del Nosotros de Pedro Junco (Y en nombre de este amor y por tu bien te digo adiós). Con excepción de los boleros señalados, observaremos un sobrevuelo, o la presencia patente, de una manifestación de violencia que parece ser el desenlace final de tantas parejas de tango y copla. Dos tangos –no tan conocidos- exponen de dos maneras bien distintas la misma situación.
Fuimos fue compuesto por Homero Manzi (el letrista de tangos emblemáticos como Sur, Malena o El último organito) en colaboración con el bandoneonista José Dames y nos desmenuza con ese lenguaje elaborado y brillante de Manzi una amarga despedida, que como vinagre en la herida va desgranando el aquello que fue y no pudo ser. Eso sí, con un derroche de valentía, la voz propone la retención de la lágrima, que no el reproche al llanto incontenible.
Confesión es una de las secretas proezas expresivas del tango compuesta por uno de los maestros del género: Enrique santos Discépolo. Con una destreza trágica, con una entereza excepcional, la voz del tango confiesa la pérdida adrede del amor de su vida con el fin de no dañar en una espiral vital de poco camino al alma arrebatada y enamorada.
El que abandona, lo hace por el bien del abandonado. Éste es el punto en común de ambos tangos. El uno, aquel de Fuimos, intenta hacer entrar en razón al alma enamorada en las ventajas de la deserción. En otro, éste de Confesión, no pide permiso ni opinión, sino que actúa propiciando el abandono irremisible. Mientras la voz de Fuimos es una voz de conciencia abatida por el irremediable futuro desalentador, enganchado al pasado que fue, vencido ante el presente de daños sin mesura, la voz de Confesión en un arrebato poco común reconoce el fracaso personal, que como un veneno conduciría al alma amada al fondo del pozo de la miseria.
Confesión se presenta así, desde una estética menos llamativa, con un verso menos elegante, como un ejercicio de narración que encierra un impresionanate argumento y nos ubica en la realidad social de su tiempo: palizas (que por desgracia no pertenecen exclusivamente al pasado del Río de la Plata), miserias y bondades, esperanzas y esfuerzos baldíos. La complacencia de la voz de Confesión, a veces sonrojante, es la muestra del macho contemporáneo, feliz llorando en la oscuridad, sin el valor suficiente para enfrentarse a su propia miseria moral y fortalecerse, inmune sólo en su golpe teatral, ufano del gesto inmortal de hacer el bien a costa de su mal.
Para salvarte sólo supe hacerme odiar, dice la voz. Encierra este verso uno de los motivos literarios que ahondaron los folletines y se extienden en las interminables sagas de los culebrones. La voz, fracasada y vencida, sin ánimo de enmienda, aleja el amor de su vida para salvar la vida ajena. La vida de esa mujer, se intuye, que ignorante de los tejemanejes irresponsables que otorgan golpes a cambio de buen amor, abandona, en sano juicio, la vida de alcohol, sangre y vacío que prometía no convertirla jamás en una reina.
Nunca sabremos si la voz de Fuimos solicitaba el adiós para contener la misma paliza. El fino verso de Manzi, frente al desnudo desgarro de Discépolo, encubre bajo cenizas y rosas marchitadas el reconocimiento de un fracaso que no desea ser compartido. Aquí la otra parte se muestra activa (aunque sea en ese llanto simultáneo que emboza todo el tango) y posiblemente confundida ante esa voz que le reclama, que le llama y al mismo tiempo le rechaza besos bajo las lágrimas y le denuncia el sometimiento a una sorda y lenta muerte, una violencia psicológica incontrolada. Y al mismo tiempo le prohíbe las llamadas, el beso, el llanto, el amor. Como dos adolescentes.
6. MALENA Y HOMERO MANZI EN CUBIERTA
Cuando el tango se hace cuerpo, en unos muslos enrejados se sedimenta una pasión antigua. Cuando el tango da forma a sus caderas, finge un paso arrabalero y deja entrever el corazón. El tango define así sus senos, qué tacón y el esbelto cabello que desafía el origen de un continente. Es entonces cuando el tango se encarama a las amígdalas y escapa envuelto en carmín. Puede entonces el tango denominarse a sí mismo y tomar nombre.
Un barco navega cerca de la costa. Deambulan en cubierta polizones de una derrota, cada cabo sujeta la noche amarga y en la borda un destino. Es la noche desatenta, el Atlántico se atraganta en el vino mareado. Pueden entenderse los tumbos como un presagio en la vida del autor. Desde otra cubierta y otra imaginación un acento ronco deja escapar todo lo que trae la desembocadura del río. Cuando termina el baile, así, desprevenido como surge el amor tras una esquina, como aparece el coraje y la traición, aparece el suburbio en primera clase, se acerca el tango tropezando con esquifes y maromas que hacen nido en la madera. Borracho y nombrado a estas horas, el tango toma al autor de la cintura, y su melena, como un nombre de vocal equivocada esquiva el viento y toma el hombro. Ella, mestiza, ofrece un abrazo. Él, sumiso, lanza el brazo hacia el ensamblaje.
Hay luces en el puerto cercano. Mulatas en toda la bahía. La mirada del tango surca nublada la aventura de las primeras redes y las chalupas, los motores del alba y todo lo que trajese la desembocadura del río. El brazo se ajusta temiendo la simbiosis con la costa americana: es la costa una sucesión de luces que alumbran los juegos solitarios de un deseo en la geografía de un solo cuerpo.
Porque el tango exige más que uno, la mano asciende el costado de Malena. El tango hierve en los sentidos. Huele a mezcolanza. Sabe todo salado y dulce como las noches compartidas en la desembocadura. Se acerca al tacto del muslo que descansa en la baranda, acaricia las rodillas y desciende hacia el corazón, evita los flecos de seda y olvidan los ojos. Pero los labios guardan rencor. Se turba una historia hecha cuerpo. Como una memoria que es carne y voz, se le antoja al autor acariciar notas amargas y capilares que se enredan en el pecho. Que le traen y le llevan, de sílaba a sílaba con la imagen en su cuello de Malena. Recorren una evocación en blanco y negro, el barrio ya no es el barrio, está sobre cubierta y asciende los mástiles y las velas, convierte la madera en asfalto y polvo. Se dirigen temblorosos a proa, evitan los peligros del paseo ebrio por la memoria, por las cosas no nombradas, por el recuerdo que intraducible duele. Él se ofrece, ella ya está desnuda y comienza doblada a morder su propio nombre. La consicencia vaga la desembocadura. Entonces crea el autor un tango que quede.
7. LA PRIMERA PERSONA DEL PLURAL
Bien. Tango y copla. Copla y tango. Melodías que adornaron los tendederos de la posguerra, que resbalaron por el fango de las plazas donde una orquesta hacía palpitar los farolillos de verbena. El tango de los hombres lastimeros y la copla de las mujeres sometidas. El tango del giro enérgico, la media de rejilla, el sombrero ladeado. La copla de abanico y volantes, pañuelo al cuello y sombrero cordobés. Tangos de letras infinitamente tristes, abandonos, cuerpos doloridos de miseria y calle oscura. Coplas también de rufianes, amores no correspondidos, mujeres enamoradas sin reja adonde dirigir un susurro de besos.
Pero también el bolero. Si el tango se hacía baile en un juego de sexo, piernas abiertas, cintura exprimida, la copla taconeaba, se balanceaba y sonreía de lado a una cámara nazi. En el bolero se dio la oportunidad del encuentro de los cuerpos. Las quejas del bandoneón o el redoble de las castañuelas se convertían en un abrazo oscuro al ritmo impenitente de la tumbadora y el bongó.
Si el tango era el hombre y la copla la mujer, el bolero se manifestó como la consecución de la primera persona del plural, el Nosotros.
Frente a la desgarradora cantinela del tango y el cimentado raigón de la copla, el bolero traía el tufo de la ternura, de la esperanza en el amor eterno. Que aunque se haya acabado, persiste.
Toda una vida me estaría contigo. Con ellas quiero decir te quiero, te adoro, mi vida. Como si fuera esta noche la última vez. Que cuando digo tu nombre tengo envidia de mi voz. No existe un momento del día en que pueda apartarme de ti. Aunque el bolero también nos muestre la cara del final, un final más de drama romántico que de tragedia griega, como nos mostraría el tango. Fue tu amor una mentira. Yo confiaba ciegamente en la fiebre de tus besos. En la boca llevarás sabor a mí. Lo dudo, que halles un amor tan puro como el que tienes en mí.
El bolero parte casi siempre de la experiencia compartida, de un tú y yo que conforman un nosotros, mientras los tú y yo de la copla y el tango pueden tender a tríos insospechados, soledades tremendas o muertes sangrientas que deshacen los dúos.
Hice referencia en pasados artículos al abandono. La cumbre de los cantos de dolor. Diseccionamos tangos y nombramos coplas: Fuimos y Confesión, Falsa Monea, Victoria... Sin embargo, el adiós de los boleros es siempre un adiós de melaza de caña, saxofón y trompeta, martirios interiores y convencimientos de haber dejado una indeleble señal en el alma de la persona amada que jamás será olvidada. Esa señal indeleble se muestra como una participación del corazón, algo que se compartió y deja la marca. El rencor se amordaza ante el fulgor de un pasado siempre tan hermoso, de unas heridas que ya no matan aunque tanto duelan.
Compasión, resignación, optimismo, candidez, serían los adjetivos que ilustrasen el bolero. En el bolero Dos gardenias se mueren cuando el amor es traicionado por otro querer, aunque la tuna mantendría vivos sus clavelitos en un mismo accidente botánico. En el bolero la renuncia al amor disputado se manifiesta en una entrega mercantil como hará Llévatela. O en un hermoso resbalón hacia el final sin profundo lamento como canta La Mentira al decir tras el magistral y hoy resulta que no soy de la estatura de tu vida un manso ni siquiera tengas pena por dejarme.
El bamboleo de la orquestina no deja caer en la frustración. Un amor perdido se convierte así en un canto gallardo. Mostrando además en un fabuloso rizo aquello que dice Cuando vuelva a tu lado: No me preguntes nada, que nada he de explicarte. Al fin y al cabo, como nadie podría esperar de un tango, o de una copla, el amor ha vuelto y promete quedarse toda una vida.
Gayola, trena, cana, talego. Si un lugar define los malos pasos de la copla y el tango es la cárcel. Ambos deambulan de la mano en el filo de la ley y terminan penando amores traicioneros entre rejas. El flamenco, ese hermano sabio, forjó en las carceleras algunos de los cantes más insondables y lastimeros. Sin embargo, tango y copla toman unas veces caminos distintos para alcanzar los portalones de la prisión. El navajero bonaerense, guapo de barrio, se bate por su honor mancillado (del cual el tango La Gayola es el ejemplo por antonomasia) y a veces por el dudoso respeto de imponerse a los gallos del corral. La emigración trajo en un principio –como en toda emigración, o en toda conquista- una avalancha de individuos masculinos que sembraron en los días de parados los adoquines y bailaron en las noches de juerga tango en las veredas. Casi todos los tangos que nos muestran al malevo de turno pavoneándose con el hierro asomándole por el pantalón se nutren de lunfardo profundo y, a veces, inescrutable para el oído europeo. El ciruja, tango de Francisco Alfredo Marino, nos muestra el duelo bajo los farolillos del arrabal, como si de Hombre de la esquina rosada se tratase. Borges, omnipresente, nos lo deja en su poema El Tango, hermoso compendio de estiletes con pasos de baile: Una mitología de puñales/ lentamente se anula en el olvido;/ Una canción de gesta se ha perdido/ En sórdidas noticias policiales. Canciones de gesta. Si entroncamos esta estrofa con Hombre de la esquina rosada, entreveremos la despiadada gloria del criminal. Como en tantas manifestaciones de folclore el navajazo asciende a los altares populares y es ensalzado. En El Batidor, tango del mismo autor, un confidente despreciable es perseguido por una partida de delatados. En Sangre maleva, tango que confunde sus últimos versos con No fue batidor de Germán Rienda, el protagonista morirá desangrado antes que delatar a los agentes quién le ha herido de muerte. Porque el valiente -frente al chivato-, es fiel al silencio, se echa hacia delante en el rumor de la noche, anunciado por copas de vino agrio y guitarras de cordaje quebrantado, siempre al amparo de la oscuridad, en descampados, calles desiertas. O en un colmado, una madrugada de copla, donde dos hombres riñen por el amor de La Parrala. Alevosía y nocturnidad. Pero sin cuadrilla. El valiente se enfrenta solo, anudado a un hierro fatal.
Secta del cuchillo y del coraje, dice Borges, como si nuestra Lola Puñales apareciese en escena. Pero hay cárceles y cárceles. En el sobrecogedor tango Como abrazado a un rencor, de Podestá, el malevo canta en las puertas de la muerte recordando el dolor de unas cadenas que me queman las muñecas. Pero no podía faltar en este último canto, ya en la cama y a modo de testamento, un recuerdo. Junto a las cadenas de la cárcel aparece una mina que arrodilla mis arrestos de varón. Llegamos. Una mujer se cruza en el camino. La misma mujer, aquella hembra gitana, que convirtió al bueno, guapo y honrado Antonio Vargas Heredia, flor de la raza calé, en carne de presidio.
Pero si hay un tango que preside la historia de navajazos pasionales y violencia es Dicen que dicen, escrito por Delfino en 1930. Grabado tanto por Gardel como por Sosa, la voz cuenta cómo narra de manera turbadora la historia oída acerca de un asesinato. La historia del asesinato por traición amorosa es narrada a una mujer, sospechosa de hacerle la misma jugada al narrador. Y un final literariamente magistral: la voz termina por mezclarse con el personaje de la historia y acuchilla a la temblorosa oyente. Yo sólo quise contarle un cuento, pero el encono me ha traicionado. Curiosamente, la voz asesina pedirá a una vecina que calle y no llame a nadie.
La presencia del barrio, y de las vecinas asomadas a las ventanas de los patios durante las palizas y broncas, nos introduce en otro tango, Justicia criolla, de Brancatti, donde a pleno pulmón la voz reclama la presencia policial –en este tango se alza la sombra alargada de Lola Puñales pidiendo la presencia de la justicia. Se entrega con la frente bien alta, orgulloso del hecho crminal, vengado y reconociendo los hechos. Sin más ápice de flaqueza que solicitar un último beso a su hijita que quedará confiada a la vecina de turno. El llanto que le cubre el rostro es presentado como el lloro del valiente, de aquel que ha dejado su honor a salvo pero a cambio abandona en la orfandad a una criatura. La cárcel a los hombres no hace mal, dice. La voz de Justicia Criolla ruega a la vecina que cuente a a la pobre huérfana, mañana, cuando ella moza, que su padre no fue ni borracho, ni criminal sino que su madre era una libertina (sic).
Pero mientras en el tango caían apuñaladas las minas infieles, en la copla serán los maridos traidores los que sucumban al cuchillo. En la copla Vengo a entregarme, la protagonista, muy al contrario del parricida de Justicia Criolla, pretende que nadie diga a su hijo el asesinato cometido sobre el marido infiel para que no se avergüence de mí. Lo que en el tango es orgullo, en la copla es vergüenza. Éste es el peso sobre el sexo que acuchilla. Esta curiosa copla, cuenta en su primera parte las repetidas veces en que la mujer pide al sargento Ramírez que le coloque los grilletes, para evitar el más que probable crimen que está dispuesta a cometer sobre su casquivano compañero. Aunque no haya motivo, diga usted que soy ladrona, pero póngame usted presa, que mis manos no responden si sigo en libertad. Sabemos que la Benemérita no tomó en serio la amenaza porque en la segunda parte de la copla, se reproduce idéntica la escena, pero esta vez el sargento Ramírez tiene más que motivos suficientes para prenderla. Cumpla usted con su deber, si usted me hubiese escuchado cuando yo vine a entregarme no hubiera hecho la muerte que acabo de cometer. El destino irremisible cumplió su designio: con un cuchillo de luna cortó la flor de un te quiero.
Exilio y emigración forman parte del imaginario del tango y la copla. Ya no sólo como contenidos sino también como vivencia de los propios autores e intérpretes. La historia del tango se jalona de emigrantes: turcos, gallegos, tanos, polacos. Incluso el propio bandoneón presume de haber llegado a los puertos del Mar de la Plata del brazo de un marinero alemán para convertirse en alma de fuelle del tango. No en vano afirma Carlos Fuentes que los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos descienden de los incas y los argentinos descienden de los barcos. El aluvión migratorio en la Argentina que cabalgaba entre el siglo XIX y el siglo XX forjó un crisol de etnias que influyó de manera contundente en la gestación del tango. Por todos sus costados supura sangres variadas y regustos internacionales. Posiblemente este ingrediente fuese lo que le convirtió en aglutinante de una identidad y en producto de éxito de la marca argentina en el mundo.
El tango sirvió también como equipaje en la maleta del emigrante. Cuando los hijos de los hijos de aquellos europeos que se plantaron en la Boca volvieron a los barcos para emprender aventuras en Europa arrastrados por la barbarie de la dictadura, el tango, junto al mate, fueron la seña de identidad. Antes, muchos tangos cantaron la marcha, y el retorno, la nostalgia del que huye o se marcha, que lo mismo da para el dolor de la ausencia si fueron las razones económicas o las políticas las que obligaron a abandonar el álbum de recuerdos de la infancia al otro lado del océano.
Debe resonar ya en los oídos del lector los acordes de Volver, el himno de Gardel y le Pera, o Mi Buenos Aires querido, cantados en la borda de un barco que emprende la carrera hacia mar abierto. Y tantos otros tangos cantados desde el exilio infeliz de la noche parisina (Anclao en París). La historia de la ida y la vuelta se adorna en el tango. Así como el tango viajó hasta Finlandia escondido en los petates de los marineros o triunfó en Japón, lugares ambos donde constituye en la práctica una música nacional.
Hablamos de añoranza. La añoranza de los emigrantes en los cafetines bonaerenses evocando las praderas rusas, los valles sicilianos, las serranías andaluzas o los puertos gallegos. Por los viejos cafetines/ siempre ronda los recuerdos/ y un compás de tango de antes/ va a poner color/ al dolor del emigrante, dice Homero Expósito (Cafetín). Aquellas imágenes indelebles que se transmitieron de padres a hijos alumbraron el prodigioso Adiós Nonino de Astor Piazzolla, donde la música no precisa de letra alguna para propalar el dolor del abandono de un paisaje ya definitivamente colgado en la memoria.
La copla no se gestó en la ubre multicolor del tango. A pesar de sus ascendencias francesas –en mérito al cuplé-, sus caracteres se forjaron en la península ibérica y se emperifollaron con los avíos andaluces. Sin embargo la copla se sirvió de las maletas de los españoles que en los años cincuenta y sesenta tomaron los trenes hacia el norte. Y en maletas de cartón, entre chorizo rancio y navaja cuartelera, sonaron en los patios interiores de Alemania y Suiza. El emigrante, de Juanito Valderrama, es el ejemplo por antonomasia, el canto del exiliado económico. El dolor del emigrante –acuciado desde sus primeros versos por la terrible imagen Tengo que hacer un rosario/ con tus dientes de marfil- tiene cierto aire de expulsión. En ciertos pasajes aparecen los ojos de Boabdil mirando la Granada perdida para siempre (volví la cara llorando/ porque lo que más quería/ atrás me lo iba dejando) y terminan por confundirse la novia, la patria y la Virgen de San Gil, como es menester. Pero ¿de quién habla Valderrama? ¿Se refería a los exiliados de la guerra civil?
Antes, Concha Piquer, había cantado en En tierra extraña, la más curiosa nochebuena española celebrada en Nueva York. Como es conocido la copla nos indica que fruto de la ley seca sólo en las farmacias podían expender vino. Y allí que se fue a pagar vino español a precio de oro. Pasodobles, suspiros de España, olés y llanto cerraron aquella noche buena de exiliados y emigrantes.
Y antes de aquella nochebuena, en muchas noches terribles otros españoles cruzaron fronteras y atravesaron el Atlántico. Los vencidos de la guerra civil llevaban una copla tatuada y también suspiraron largos años. Miguel de Molina aterrizó en Buenos Aires y allí reposó definitivamente. Angelillo residió habitualmente en la misma ciudad. Salvador Valverde, autor de Ojos Verdes también tomó rumbo al Río de la Plata en el año 1939 y su nombre fue silenciado por la censura franquista.
Copla y Tango, exilio y emigración, baúles de emigrantes, la casa de vecinos española convertida en conventillo rioplatense, el mate sustituido por el vino riojano. Ir y venir. Volver.
La señal indeleble sobre la mujer se muestra con virulencia en los géneros de la canción sentimental. Copla y tango hicieron de la mujer objeto inexcusable de sus letras. Si bien, como hemos dicho en más de una ocasión, la copla se nutre de una voz femenina –es la mujer quien canta- y el tango se nutre de la masculina. Pero tanto una como otro –en el propio término de cada género musical se manifiesta su género sexual- hicieron de la mujer una bandera. Las primeras décadas del siglo XX, donde ambos mostrarán el desarrollo que desemboca en su configuración definitiva, la mujer atravesaba el desierto del reconocimiento social. La situación de siglos anteriores había desaguado en una de las peores épocas para el sexo femenino: la irrupción de la revolución industrial y la consiguiente elevación de la clase trabajadora –y su explotación- se había cebado en las mujeres que pasaban ahora de la dura vida en los campos a las durísimas condiciones de los barrios obreros.
En este ambiente, la copla y el tango vienen a ofrecer el testimonio de la situación social. Una y otro ofrecerán la visión sociológica del denigrado estatus femenino que le es contemporáneo. Los estereotipos en una y otra orilla del Atlántico no son tan distintos. Al fin y al cabo la Argentina, país de aluvión, se forjaba con emigración. Una emigración que reproducía los modelos europeos en el arenal del Mar de la plata. La ubicación de la mujer como objeto sexual y en muchos casos posesión doméstica tomaba en la canción, como un pueril intento de contrapeso, su elevación al altar del mito de belleza, de falsa sumisión masculina - que no fue más que verte y perder/ la fe, el coraje,/ el ansia de guapear./ No me has dejado ni el pucho en la oreja/ de aquel pasado malevo y feroz (Malevaje)- y simulación de un matriarcado interior imposible que en realidad se sometía a la paliza -¡no te rompo de un tortazo,/ por no pegarte en la calle! (Tortazos)-.
Tango y copla reproducirán una de las mayores condenas de la mujer. Su camino marcado preveía el matrimonio como finalidad inexcusable. A él se resumía todo posible desarrollo personal. La soltería era un descalabro infinito. La mujer soltera, con un resabio a sociedad agraria, era una pérdida, una carga para la familia, que desgraciada, contaba con la soltera como una leprosa social. Picadita de viruela es quizá una de las coplas que mejor enmarcan esta referencia. La lacra de la soltería se manifiesta en la piel asaeteada por la enfermedad. Las propias huellas en el rostro de la muchacha hacen huir a los hombres en cuanto se descorre el visillo de la reja y la mujer deja mostrar sus señales. Pérdida de virginidades –como le ocurre a Lola Puñales- vienen a corroborar cómo las cicatrices físicas se manifiestan como la exudación del drama interior de la mujer. A la lima y al limón, nos mostrará a la mujer desafortunada, porque no es hermosa –no tiene el talle de espiga, ni son sus labios de sangre- condenada a la soltería. Sin embargo, ambas coplas, en el retruécano del culebrón feliz, conseguirán un novio final para cada una de ellas, salvando a la picadita –que al final parirá una rosa, símbolo de una virginidad transformada- y enorgulleciendo a la vecinita de enfrente –y con ironía siempre tararea/ el mismo estribillo de la rueda rueda.
El tango, más cruel, dejó sin novio para los restos a la protagonista de Nunca tuvo novio, encerrada en la lectura de novelas sentimentales, esperando príncipes azules. Tan encerrada como las novias de El último organito. Porque la mujer que pisaba la calle pasaba a ser considerada maleva, a un paso de la prostitución, y si bien era un imprescindible factor en las calles de arrabal bailongo, buscaba habitualmente convertirse en mantenida de algún individuo ricachón (figura, ésta de la amante, repetida hasta la saciedad en tangos y coplas, sobre lo que volveremos algún día, como Mano a mano, La Bien pagá, Muñeca brava, Margot, Yo no me quiero enterar, Romance de la Otra, Yo soy ésa).
La descarriada, podía terminar desplumada y marchita como la protagonista de Esta noche me emborracho -que esto que hoy es un cascajo/ fue la dulce metedura/ donde yo perdí el honor- o recuperada y vuelta al hogar como La Maleva, tango de Mario Pardo. No salgas de tu barrio, tango con música de Delfino, es toda una declaración de principios: en él aparece la voz femenina, que tan poco se prodiga, manifestando a una muchacha, susceptible de perderse en el camino oscuro de las peligrosas calles que conducen al cabaré, los peligros del extravío y así escarmentar en cabeza ajena, pues quien habla dejó el muchacho sencillote, buen novio, por el niño engominado que le enseñó todos los vicios, cásate con un hombre que sea como vos/ y aún en la miseria sabrás vencer tu pena/ y ya llegará un día en que te ayude Dios, dice finalmente la consejera. No lo indica así Mamá yo quiero un novio, tango de Fontaina, donde el autor oye cantar a una muchacha cómo reclama un novio milonguero, guapo y compadrón a quien entregar todo –y si mi novio precisa, empeño hasta la camisa y si eso es poco, el colchón- y huir al fin del hogar.
En el ambiente triste de la soltería, de ese miedo a quedarse para vestir santos y quedar señalada con una flor marchita en el vientre, sólo la copla y el genio finísmo de Rafael de León dieron la vuelta a la tortilla y en la excepcional Compuesta y sin novio la mujer se enorgullece de su condición de soltera, enumerando con desparpajo y frescura los inconvenientes del matrimonio –que la plaza, que la gripe, que tu madre, que la mía, son muchas complicaciones, soltera para toda la vida-. Pero es una línea en el agua procelosa del machismo imperante en la sociedad de la época.
Como dice Vázquez Montalbán en su Crónica Sentimental de España, catecismo para quien se acerca a la copla y la canción, el verso (de la copla) había que oírlo cantado por las mujeres de la posguerra, por las mujeres que más padecían la posguerra, por las mujeres que siempre han padecido todas las posguerras de la Historia, sin ganar ninguna guerra. Ojalá venzan en la guerra que libran a diario por su dignidad.
Más allá del estrecho camino, caminito que el tiempo ha borrado, de la estructura métrica literaria, lo que ahora se denomina copla se elevó sobre esa cuarteta asonantada de cuatro versos octosílabos y rima asonante los pares que deja libres los impares. Coplas existen en todas las latitudes españolas (y tanto este tipo de verso en nuestro lenguaje habitual, pues hablamos en octosílabos). El desarrollo de la canción sentimental, sobre todo en la posguerra, posterga obsoleta la estructura de la métrica literaria para dar paso a un concepto más amplio.
Los estudiosos vinculan y utilizan como vocablo apropiado el de canción española y determinan el uso de copla a un término más cercano en el tiempo donde se compendian diversos géneros de canción. Copla española, canción andaluza o canción sentimental, como señala muy acertadamente Vázquez Montalbán, aunque haciendo referencia a un espectro mucho más amplio, desde la copla al bolero.
Es cierto que el carácter andaluz forjó gran parte de la copla, ya no sólo en el carácter paisajístico de muchas de ellas, pues si la jaca del pasodoble galopa y corta el viento cuando pasa por El Puerto caminito de Jerez, está bien claro que hablamos de la campiña gaditana (Mi jaca). La procedencia andaluza de los grandes genios de la copla (Quintero jerezano, León, Valverde, Mostazo y Quiroga de Sevilla, Valerio de Moguer y las excepciones, pero siempre hacia el sur, del cacereño Solano y el alcarreño Ochaita, por dar unos ejemplos) nutrieron el ambiente de creación de la copla. Las influencias de los trabajos desarrollados por Federico García Lorca y Encarnación López Júlvez, la Argentinita (plasmada finalmente en el espectáculo de 1932 Las Calles de Cádiz, firmado bajo seudónimo por Ignacio Sánchez Mejías y con participación de Manuel de Falla) otorgan un nuevo vuelo a la copla que había nacido en colección de estampas (y sin desmembrarse del todo del flamenco, en La copla andaluza de Guillén y Quintero, interpretado por Marchena y Angelillo en 1929) y retomaba la fuente de la tradición popular. Federico, que interpretó al piano las canciones recogidas en los cinco discos que se publicaron, había investigado y armonizado temas como En el café de Chinitas, Zorongo gitano o Las morillas de Jaén. El vínculo con Andalucía se hacía patente. Como señala Vázquez Montalbán en la historia de estos letristas se aprecia su vinculación adolescente y juvenil al garcialorquismo y la maduración en los años cuarenta, casi todos solidarios con el orden político establecido.
El pasodoble y el cuplé de descendencia francesa, se veían entramados por la irrupción de una nueva composición que bebería de esas fuentes al sur de Sierra Morena. Los intérpretes aportarían generalmente también una misma ascendencia, a diferencia del cuplé cuyas intérpretes provenían de los cuatro puntos cardinales: la Fornarina y la Bella Chelito, madrileñas, aunque esta naciese en Cuba; la Goya, bilbaína; Raquel Meller, zaragozana; Mata-hari, holandesa; Carmen Flores, pacense y Pastora Imperio, Julia Fons y la granadina la Bella Dorita, andaluzas.
En el terreno de la copla, Concha Piquer sería la excepción por antonomasia ante la sobreabundancia de intérpretes andaluces (para al Piquer Manuel Penella escribe La maredeuta, semejante a un himno fallero). La propia Piquer decía que la copla cuenta una historia y debe ser una obrita en tres actos. La gran determinación será que la copla cuenta. La copla cuenta las desventuras de las mujeres abandonadas y engañadas, los jolgorios en los cabarés, el sufrimiento y el arrullo detrás de las rejas, pasiones de toreros muertos, forajidos magnánimos, casi siempre, en la Andalucía de Cármenes, Lolas, los piconeros y Juan Simón.
Este poder de contar, transmitir pequeñas historias en un ambiente desecado de comunicación, entablar dobles lenguajes que dejaran decir las frases, que desubicadas en canciones amorosas, perdían la connotación de peligro para el régimen, propulsaron el dominio de la copla –copla ya como género en sí mismo y aceptado popularmente a pesar de los afanes clasificadores de cierto purismo- durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta.
Otra esfera será los orígenes, entroncados en la tonadilla, que pasa a considerarse sinónimo con el tiempo, el cuplé y la tonadilla escénica. La tonadilla evoluciona desde la coplilla de aire popular hasta una breve pieza musical escenificada que sirve como entremés en espectáculos de otro corte en el siglo XVIII. María Antonia Vallejo Fernández, nacida en Motril en 1750 y fallecida en Madrid en 1787, sería junto a La Tirana (inmortalizada por Goya y de quien dicen que nunca actuaba en público y siempre en el reducido grupo de la corte borbónica) uno de los referentes de la tonadilla y tomó el sobrenombre de La Caramba a raíz de la interpretación de una tonadilla que, tan famosa se hizo, se insertó en el lenguaje castizo madrileño trastocando Carabanchel en Carambanchel o caramelos en carambamelos. Con la Caramba, que hizo su aparición como mítico personaje en muchas letrillas posteriores, obras de teatro, biografías como la de Antonina Rodrigo, se mantiene el recuerdo de la tonadilla escénica y su leyenda.
La presencia en España de músicos italianos en la corte borbónica desemboca en una postergación de la zarzuela española (en íntima relación con el género) en aras de la ópera en el siglo XVIII. Género chico y género ínfimo vendrán a cubrir en el siguiente siglo el vacío de diversión entre las clases populares. Del género ínfimo partirán polcas de gran predicamento (La Pulga), que ajenas al desarrollo de la trama escénica, se interpretan de manera independiente. La llegada definitiva del cuplé, tanto el picaresco como el romántico se impone en las primeras décadas del siglo XX. Los espectáculos de variedades irán incluyendo un tipo de composición de mayor tradición, tanto musicalmente como en sus letras, que frente a la impuesta moda francesa del cuplé y la inclusión de ritmos llegados desde los Estados Unidos, terminan alumbrando la definitiva Copla.
12. TANGO CIUDAD
El tango plasma un mapa reconocible de calles y avenidas, callejones de suburbio, cubos de basura y charcos de sangre, pasiones en la barra de un bar, miradas furtivas en pasos de peatones. El mapa ciudadano del siglo XX tiene una melodía, jazz, tango, antes de que la dictadura del pop, el rock, disco, tecno poblase la música de mucho ritmo y poco trasfondo.
El tango no es argentino, o no es un modelo argentino, entendiendo por tal que resuma en su tópico un concepto de Argentina. Es rioplatense de nacimiento. Rioplatense en sus orígenes y universal en su mayoría de edad. Basta recordar la irrupción del tango en París al rebufo de los años 20, o su presentación de gala en New York de la mano de Gardel , anotándose el fox trot Rubias de New York (Deliciosas criaturas perfumadas) como el primer paisaje de la gran ciudad en las letras del Morocho.
A partir de ahí ciudadanos de todo el mundo se han identificado en el trasfondo urbano que supura el tango. La calle Corrientes se convierte así en la calle de cualquier barrio. La introducción de elementos urbanitas coloca al tango con los dos pies en el entorno del siglo XX y trascendiendo, en la redecoración literaria que suscita, mediante ascensores (Corrientes 3, 4, 8,/ segundo piso, ascensor, A media luz), semáforos (los semáforos me dan tres luces celestes, Balada para un loco), farolas y asfalto (Sobre la calle, la hilera de focos/ lustra el asfalto con luz mortecina, Garúa), calefactores (y herida por un sable sin remaches/ ves llorar la Biblia/ contra un calefón... Cambalache), o la energía eléctrica, como indica divertidamente Villoldo en La Bicicleta, ya en 1910, inventos recién llegados para crear toda una nueva cultura compleja instrumental.
El inventario de objetos se haría extenso y no soporta ningún otro género escrito en castellano comparación alguna con el tango. Sin embargo, el catálogo se queda en la piel. En su tejido, el tango muestra la soledad urbana en toda su crudeza, los procesos de incomunicación social, la vida anidada en edificios plomizos por dentro y por fuera, la violencia, la lucha por la superviviencia en una tarde gris, el color ambarino del barrio obrero.
A todo ello, y al carácter de aluvión que nutre las venas musicales del tango, preñado por ritmos y melodías que llegaban al delta del Paraná, se debe una internacionalidad inagotable. La visión del tango entronca la nueva vida del siglo XX y dibuja con concreción y desparpajo un nuevo ámbito vital que se reconoce desde Asia hasta California pasando por Moscú.
El bolero, en menor medida, goza de cierto carácter universalista, pero reducido al ámbito hispano (por encima de territorialidades estatales) y experimentaciones de intercambio (como versiones fomentadas por el partido comunista Cubano y el vietnamita donde se interpretó Siboney al modo de Ha Noi).
La copla, al contrario que el tango queda reducida a un ámbito que ni siquiera cubre toda la península ibérica. La carencia del emblema étnico del flamenco que forjan los duendes negros de Manuel Torre (a quien Federico García Lorca escribe desde Argentina el duende de los duendes, al de los sonidos negros, a Manuel Torre, que ha subido al cielo hace dos meses y sobre cuyo ataúd pusimos unas rosas con mi nombre...) y sus circunstancias históricas y formales marcan una expansión territorial reducida. Hablamos en pasados capítulos del carácter andaluz, y muchas veces andaluzado, de la copla. La ubicación temporal y espacial, esa urticaria franquista y la autárquica sociedad donde la copla alcanza su cenit, impiden una mayor trascendencia, que las memorables giras de Miguel de Molina y Angelillo por México y Argentina o la presencia de la Piquer en New York, pudiesen haber augurado. Nunca alcanzaría el universalismo del tango, pues no son los contenidos de las letras de copla (aunque alguna hay) acreedoras del fenómeno urbano ni paradigma del individuo del novecientos. El ambiente de copla, de faralaes y abanico goza de un carácter más cercano a modos y costumbres para el estudio antropológico y folclórico que al trascendente modelo del tango.
Los dejes campestres y rurales de la copla, ése ambiente de ciudad pequeña sólo superado en las coplas de carácter castizo y enaltecimiento de Madrid, hijas del cuplé, la zarzuela o del pasacalle de nardos de la calle de Alcalá de Las Leandras (Los Nardos), marcan un entorno que no recoge el crecimiento de las urbes (como en el Buenos Aires o el Montevideo del tango) sino paisajes de reja, mujeres vestidas de negro y campos de cultivo. Posiblemente el andalucismo de la copla, que acuña los tópicos, no permitiese la visión de gran ciudad. Sevilla, marco de referencia de muchas coplas, mantiene una visión de ciudad idílica de aguadores, plazoletas en silencio, jardines y azahar como sucede en el ambiente recreado en la copla Picadita de viruela. La sociedad industrial andaluza se encontraba en ciernes, apenas existían polígonos industriales y aglomeraciones obreras. La sociedad de los años sesenta iría transformando el paisaje urbano andaluza para recibir la avalancha de campesinos que abandonan los pueblos andaluces para emigrar a las capitales de su entorno y los grandes núcleos industriales de la península y Europa. Y para entonces la copla había dejado paso a la rumba catalana.
Iris María Zabala dice que el Bolero es una suerte de aquel amor cortés parido por la langue de l´Oc, pero con sabor tropical de piña y mango. Iris María Zabala dice mucho más en su libro El Bolero. Historia de un amor, prologado por el inevitable Manuel Vázquez Montalbán.
Renacimiento, Romanticismo , épocas de postración al amor, fervor, devoción, y tanto dejarse la piel en el intento, o dejar la piel para quemar en cualquier intento. Ojos claros, serenos,/ ya que así me miráis, miradme al menos. Gutierre de Cetina, siglo XVII, ¿es un Bolero? Póngase en la voz de Antonio Machín. Mirar, mirar, mirar. Mirar, y luego tocar. O el deseo de tocar. El Bolero es una sucesión de deseos encontrados y desencontrados en el fervor extraordinario del tú no serás nada sin mí.
Tango y Copla manifiestan un mayor control de sí mismos. En el Tango el deseo es intrínseco a la voz del cantor y no necesita manifestar la pena. Y en la Copla, a la cantora. Otra cosa es lo que no puede ser de otra manera, y además es imposible (palabra de torero). Me explico: el Bolero achaca al Destino sus tristezas de manera hipócrita. Tomemos hipócrita en su mejor sentido, en el sentido de nada fue culpa mía, pero sé que sí. El cantor/cantora del Bolero, siempre ambiguo y escondido en la escisión sexual de su voz, está siempre a la merced de qué pasará, al deseo ansioso de Toda una vida me estaría contigo. Pero no el Tango, no la Copla. Tú lo hiciste, yo lo hice. Hablamos de hechos, no de lo que quisiese que fuese, o fueses, virtud de Bolero. Hablamos de una cercanía al hacer de uno mismo, al error cometido, a la voluntad del cantor. El cantor/cantora de la Copla o el Tango, sin ambigüedad alguna, sabe lo que quiere y no soporta la vocación del Destino. El Destino ha sido tomado por los cuernos y sometido a voluntad. En ambos, todo estaba escrito y sigue escrito, para bien o para mal. No hay ápice de azar. El azar no se contempla en la clase plebeya. Porque es propensión de rico. Los ricos también lloran. No nos sorprendamos.
El Bolero es una elevación de los esclavos que asumen y toman a la bayoneta el lenguaje de los amos. Danzones y tambores del África central acometen el disparate de los amores enfermos del amito y la amita. Agustín Lara, de quien otro día hablaremos largamente, es el gran impostor (en el gran sentido del fingidor pessoano), que convertirá el amorío de los bailes criollos de casa grande y traje de cola, en el amor de suburbio burdelesco, putas y cafishios, agradable noche de piano donde un chaval suelta en las teclas del piano un aroma de tiempo perdido, aún en su juventud.
El Bolero, así, trastorno de los ricos cantado por los pobres, elevado el altar del respeto en el piano de Bola de Nieve, se adelanta a los culebrones, se manifiesta con lustros de antelación para mostrarnos la putrefacción de unos y de todos en toda su hermosura.
Tango y Copla surgen de abajo. El uno, universal, el otro, local y tan local. Pero el Tango trasciende. Hijos del mismo siglo (colocan el nacimiento del Tango en 1880; el del Bolero en 1885, Tristezas; la Copla y su nacimiento tiene mayor discusión), alcanzaron París y Nueva York por la puerta grande.
La Copla no tenía esa vocación, canción pequeña, género ínfimo, ritmo local, de cintura hacia debajo de la Península Ibérica. Pero Tango y Bolero preconizaban una categoría, la revolución de Hispanoamérica, todo la fragancia de los emigrados, la gran mezcla que supuso la expoliación, la conquista y la esclavitud. Como el blues o el jazz.
La Copla es una historia interna, que no soporta la frontera porque se quedó marchita en el relicario del emigrante. Pero Tango y Bolero superaron todos sus límites fronterizos. Porque no hubo autarquía capaz de condenarlos a un solo paisaje. Schindler (así lo cuenta Spileberg) baila Por una cabeza en un salón berlinés. 1939, el Tango había alcanzado Berlín, como ya era un personaje inevitable en París, Barcelona (¿era Gardel del Barça?) o el estricto Londres, que deambula entre añorar a la Reina Victoria o ensalzar los locos veinte.
Mientras tanto Bogart y Bergman bailan Perfidia en un salón de París (el cine, ese laberinto que nos proporciona tiempso simultáneos forjados por seres extemporáneos), y bailan antes de que se reencuentren finalmente en Casablanca para no saber si la despedida será final. Suena As time goes by. Bogart se marcha entre la niebla. Bogart se pierde con Louis Renault (Claude Rains). Posiblemente al final de la pista y cada cual volvió a su casa. Yo me imagino a Bogart cantando en Rick´s con voz gangosa:
Mujer
si puedes tu con Dios Hablar
pregúntale si yo alguna vez
te he dejado de adorar
Y
al mar, espejo de mi corazón
las veces que me ha visto llorar
la perfidia de tu amor
He
buscado por doquiera que yo voy
y no te puedo hallar
para qué quiero tus besos
si tus labios no me quieren ya besar
Y
tú, quién sabe por donde andarás
quién sabe que aventura tendrás,
qué lejos estas de mí.
Esto es, que Perfidia es Casablanca.
MANO A MANO HEMOS QUEDADO
A pesar de la distinta voz que conduce tango y copla, masculino en aquel, femenina en ésta, un motivo común recorre sus letras: a menudo, la presencia femenina se desviste de dulzuras para convertirse en la mala mujer en muchas de sus historias y tragedias.
Este envilecimiento de la figura femenina, fomentada desde la autoría de los textos –en este caso sí, masculina abrumadoramente- bebe de las fuentes literarias románticas que magnifican la figura de la mujer desdeñosa, la de ojos verdes que no mira al amado.
Esta figura profusamente marcada en la historia literaria, desde sus albores hasta el camuflaje en lo políticamente correcto de nuestros días, jalona los siglos de mujeres malvadas, perversas, taimadas y embaucadoras (Lilith, Medea, Celestina) o simplemente desdeñosas (Dulcinea, la muchacha de ojos verdes que atormentase a Bécquer). La imaginería machista, que conduce el carro de su victimismo por la carretera de nada, se cebó en las mujeres liberales, rebeldes, independientes para glosar a la mujer sumisa, sufridora y buena.
Mano a mano, tango de Celedonio Flores es uno de los paradigmas de la mujer perdida, engatusada por los deslumbrantes ecos del dinero y la buena vida que traiciona el pasado, su cuna surgida de la indigencia, y el amor bueno y pobre. La protagonista del tango –tango de lunfardo extremado, al modo del autor y de patente misoginia, a modo de la época- venida de la pobreza de las casas de pensión donde regatea las miserias, consigue al fin cierto éxito social, rodeada de ilusiones, placeres y aduladores. El amante despechado, que quedó en la cuneta, no arrumba los jugos agrios y le recuerda el futuro desalentador que conlleva la vejez de los que ascendieron con el cuerpo por delante. Para ello se ofrece, para cuando el tiempo haya marcado la piel y desencolado los huesos, para ayudar en lo que sea, dejarse el pellejo por el amor de juventud.
Fidelidad, falsa, sospechosa, inmoderada, pero fidelidad a lo que fue y ya no será. El resabio vengativo de Flores abunda en algunas de sus letras con una profunda amargura fruto de las muchachas que olvidaron su pasado de pobreza y se lanzaron al mundo refulgente de un ilusorio estrellato. Así, en Margot, el paradigma se manifiesta con nombre y alumbra algunos de los versos más acertados del autor (ya no sós mi Margarita, ahora te llaman Margot). En Margot se vislumbra la historia que dos años después tomará naturaleza universal en Mano a Mano. Ambas protagonistas proceden de conventillos miserables alumbrados con queroseno, ambas triunfan entre humo de cigarro y champán. Ambas dejaron al muchacho mirando por el escaparate de un salón de baile, lejos ya de la calle y la juventud común. Yo recuerdo no tenías casi nada que ponerte, hoy usás ajuar de seda con rositas rococó. El cambio de nombre, de Margarita a Margot, es quizá el punto de inflexión del tango. Todo ha cambiado, hasta el nombre propio, como manifiesto de la mayor de las renuncias al pasado de penuria. Un pasado que el autor considera inseparable de los gestos, las miradas y las maneras de ser de la mujer que siempre tuvo en mente el ascenso social, costase lo que costase. Un pasado que es presente y aparece al final del tango, pues la madre de Margarita sigue en el conventillo fregando y preparando la manduca con pobreza franciscana. Nada peor que el olvido y la renuncia, según Flores.
Sin embargo, en el trasfondo aparecen los elogios. Fuiste una buena mujer, dice Mano a Mano. Flores plantea el elogio como la excepción de la regla. Nada se entrevé en Margot, donde el autor en un arranque de aborrecimiento propugna que me revienta tu presencia ... pagaría por no verte. Pero no sólo en Mano a mano se apacigua la rabia. En Cuando me entrés a fallar, Flores parece reconocer la posibilidad de la "mujer buena", el mirlo blanco de sus tangos: la mujer que se cruza en su vida para enderezarla (como si fuese su obligación natural), cuidarle, ser compañera fiel y leal. Cuidar de un hombre que ha rodado por la vida (magistral su inicio He rodao como bolita de pebete arrabalero donde encontramos por primera vez una comparación entre la vida y el juego infantil de las canicas) sin rumbo, desesperado. Domado al cabo de los años, alimentado con bondad, como un caballo que al llegar a la meta afloja su carrera y muestra su mansedumbre.
Pero eso sí por alta que sea la lealtad, el virus del macho atento y en guardia no ceja. Te quiero como a mi madre, pero me sobra bravura para hacerte saltar para arriba cuando me entrés a fallar, remata. Hasta la buena pagará por la mala. Cosas que cría la mala fama.
ALA MUJER (II)
MALDITO PARNÉ
La mala mujer de la copla suele ser el antagonista de la voz que canta: la mala frente a la mujer que sufre. Ya hemos dicho repetidas veces que abunda en la copla la voz de mujer. Que al contrario del tango, de alta densidad en voces de hombre que se quejan, lloran, golpean, se pudren y aman, en la copla son las mujeres protagonistas con pleno derecho. Y si el tango abunda en sus figuras míticas de malas mujeres, cercanas a vampiresas de barrio, enriquecidas que olvidaron su humilde origen (Margot como mujer entre mujeres) la copla se habita con mujeres despeñadas en el amor enloquecido, equivocado, sangrante: María de la O, (que desgraciadita, gitana, tú eres) Yo soy la otra (la otra, la que no tiene nombre), las impenitentes borracheras de Trini La Parrala. Mujeres arrastradas por el barco de Tatuaje, por la malquerencia de Antoñito el Camborio, por el engaño sin nombre que sufrió Lola Puñales, la tristeza de causa oscura de La Zarzamora o La Lirio. O mujeres luminosas como Maricruz, Chiclanera, Triniá o aquella de Ojos Verdes.
Pero también las malas mujeres. Ya no el adjetivo revestido de puritanismos sociales (¿qué culpa tiene La Lirio de sus sospechosas actividades, si fue vendida por su madre a un indiano venido de Cuba? ¿no es acaso la serrana de ojos verdes –evocando al Marqués de Santillana- un dechado en la virtud el amor?). Las malas mujeres fueron cantadas –sobre todo- por la voz portentosa y sentimental de Miguel de Molina. Y son la que fue Bien Pagá y la que rodó como Falsa Monéa.
Las demás bucean en sus penas, se esconden y visten de negro (¿por qué se viste de negro si no se le ha muerto nadie?), miran entre los visillos o pregonan a los cuatro vientos ser la Carmen de España.
Pero las mujeres de La Bien pagá y Falsa Monéa sufren el exabrupto del macho. Han hecho daño y pagarán. Aunque sea con el desprecio. Pero son bien diferentes. La Bien pagá, como es conocido, se entregó a cambio de un puñado de parné. A medio camino entre un apóstol renegado y una ramera, el macho se escandaliza de un pago efectuado por él mismo en un impresionante ejercicio de cinismo. Y por eso es abandonada. En el abandono –me voy de tu vera, olvídame ya- se entremezclan a modo de tango las penas y alegrías que quedarán sepultadas entre cuatro paredes. El macho abandona –por otra, que le dio sólo un beso, el único beso que yo no pagué)- pero con el regusto amargo de lo que fue y se ha acabado. Sin remedio, fruto de una decisión que posiblemente ha generado el engaño y la pérdida mutua (no me eches en cara que todo lo perdiste/También a tu vera yo todo lo perdí).
De pérdidas y ganancias, de dinero al fin y al cabo, trata la tragedia: he pagado con oro tus carnes morenas. Es suficiente, parece decir, ante el todo lo he perdido. Tras la insistencia de la ruina descubriremos con sorpresa que ella lucirá para otros las joyas. Algo ha quedado aunque sea en el joyero del abandono.
También es tema preferencial en María de la O, castigo de Dios, maldito parné que por su culpita dejaste al gitano que fue tu querer. La avaricia rompe sacos, mantones bordados, vestidos de seda.
Y de dinero trata, pero falso, la gitana de Falsa Monéa, que aunque menos guía nos ofrece, mucho más redonda es en su texto. Nada nos dice del fruto de la crisis. Sólo una maldición pesa sobre la gitana desde el inicio de la copla. Y a partir de ahí asistiremos a un impresionante cuadro de ruptura y tragedia contenida. Cruzó los brazos para no matarla. Él no perdona superando su debilidad de carácter y abre las puertas de par en par. Arroja de nuevo la maldición, como una forma de pago equilibrada a la (¿qué haría?) traición de la mujer.
Hubo un tiempo mejor, unas trenzas de pelo endrino que quedan abandonadas, los zarcillos finos al modo de las penas y alegrías sepultadas en el joyero de La Bien Pagá. Pero las dudas, el entre rríos del sufrimiento que tantas veces cantase el tango, se mantienen hasta el final: él, para no llamarla, se clavó las uñas en el corazón.
LETRAS QUE SE MENCIONAN EN LOS TEXTOS
Villoldo-Discépolo
1947
Con este tango que es burlón y compadrito
se ató dos alas la ambición de mi suburbio;
con este tango nació el tango, y como un grito
salió del sórdido barrial buscando el cielo;
conjuro extraño de un amor hecho cadencia
que abrió caminos sin más ley que la esperanza,
mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia
llorando en la inocencia de un ritmo juguetón.
Por tu milagro de notas agoreras
nacieron, sin pensarlo, las paicas y las grelas,
luna de charcos, canyengue en las caderas
y un ansia fiera en la manera de querer...
Al evocarte, tango querido,
siento que tiemblan las baldosas de un bailongo
y oigo el rezongo de mi pasado...
Hoy, que no tengo más a mi madre,
siento que llega en punta 'e pie para besarme
cuando tu canto nace al son de un bandoneón.
Carancanfunfa se hizo al mar con tu bandera
y en un pernó mezcló a París con Puente Alsina.
Triste compadre del gavión y de la mina
y hasta comadre del bacán y la pebeta.
Por vos shusheta, cana, reo y mishiadura
se hicieron voces al nacer con tu destino...
¡Misa de faldas, querosén, tajo y cuchillo,
que ardió en los conventillos y ardió en mi corazón.
LA BIEN PAGA
Perelló-Mostazo
Nada te debo
nada te pido
me voy de tu vera, olvídame ya
que he pagado con oro tus carnes morenas
no maldigas, paya, que estamos en paz
No te quiero
no me quieras
si todo me lo diste, yo nada te pedí
no me eches en cara que todo lo perdiste
también a tu vera yo todo lo perdí
Bien pagá
si tú eres la bien paga
porque tus besos compré
y a mí te supiste dar
por un puñado de parné
bien pagá, bien pagá
bien pagá fuiste, mujer
No te engaño,
quiero a otra
no creas por eso que te traicioné
no cayó en mis brazos
me dio sólo un beso
el único beso que yo no pagué
Nada te pido
nada me llevo
entre esas paredes dejó sepultadas
penas y alegrías, que te doy y me diste
y esas joyas que ahora para otro lucirás.
Quintero-León-Quiroga
Apoyada en el quicio de la mancebía
miraba encenderse la noche de mayo;
pasaban los hombres y yo sonreía
hasta que a mi puerta paraste el caballo.
Serrana, ¿me das candela?
Y yo te dije: Gaché,
ven y tómala en mis labios
que yo fuego te daré.
Dejaste
el caballo
y lumbre te di,
y fueron dos verdes luceros de mayo
tus ojos para mí.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca,
que están clavaditos en mi corazón.
Para mí ya no hay soles, luceros ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vida son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Vimos desde el cuarto despertar el día
y sonar el alba en la Torre la Vela.
Dejaste mis brazos cuando amanecía
y en mi boca un gusto de menta y canela.
"Serrana, para un
vestido
yo te quiero regalar".
Yo te dije: "Estás
cumplido,
no me tienes que dar nada".
Subiste al caballo,
te fuiste de mí
y nunca una noche
más bella de mayo
he vuelto a vivir.
León-Quiroga
Cuando el domingo te pones
tu traje negro de pana
y ese clavel en la boca
y ese sombrero de ala ancha.
Cuando acaricias los hierros
de mi ventana
de tanto y tanto quererte
el corazón se me para.
No me llames Dolores
llámame Lola
que ese nombre en tus labios
sabe a amapola.
De noche y día sólo pienso en ti
eres la vida para mí.
Si te llamas Francisco,
llámate Antonio
que Antonio se llamaba mi primer novio.
Ni tu madre a mí me quiere
ni la mía a ti tampoco
que nos importa de nadie
si nos queremos nosotros.
Aunque pongan una tapia
y detrás de la tapia un pozo
han de saltarlo tus brazos
y han de cruzarlo mis ojos.
Quintero-León-Quiroga
Él vino en un barco de nombre extranjero,
lo encontré en el puerto un anochecer
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.
Era hermoso y rubio como la cerveza;
el pecho tatuado con un corazón.
En su voz amarga había la tristeza,
doliente y cansada, del acordeón.
Y entre dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor:
Mira mi brazo tatuado
con este nombre de mujer.
Es el recuerdo del pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso, y me ha olvidado,
en cambio, yo no la olvidé,
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.
Él se fue una tarde con rumbo ignorado
en el mismo barco que lo trajo a mí,
pero entre mis labios se dejó olvidado
un beso de amante que yo le pedí.
Errante lo busco por todos los puertos;
a los marineros pregunto por él,
y nadie me dice si está vivo o muerto
y sigo en mi duda, buscándolo fiel.
Y voy sangrando lentamente,
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor.
Mira tu nombre tatuado
en la caricia de mi piel,
a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él.
Quizá ya tú me has olvidado,
en cambio, yo no te olvidé,
y hasta que no te haya encontrado
sin descansar te buscaré.
Escúchame, marinero,
y dime: ¿qué sabes de él?
Era gallardo y altanero,
y era más dulce que la miel.
Mira su nombre de extranjero
escrito aquí, sobre mi piel.
Si te lo encuentras, marinero,
dile que yo muero por él.
¿Dónde estarán? pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer pudiera
ser el Hoy, el Aún y el Todavía.
¿Dónde estará (repito) el malevaje
que fundó en polvorientos callejones
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y del coraje?
¿Dónde estarán aquellos que pasaron,
dejando a la epopeya un episodio,
una fábula al tiempo, y que sin odio,
lucro o pasión de amor se acuchillaron?
Los busco en su leyenda, en la postrera
brasa que, a modo de unas vaga rosa,
guarda algo de esa chusma valerosa
de los Corrales y de Balvanera.
¿Qué oscuros callejones o qué yermo
del otro mundo habitará la dura
sombra de aquel que era una sombra oscura,
Murana, ese cuchillo de Palermo?
¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos
se apiaden) que en un puente de la vía,
mató a su hermano el Ñato, que debía
más muertes que él, y así igualó los tantos?
Una mitología de puñales
lentamente se anula en el olvido;
una canción de gesta se ha perdido
en sórdidas noticias policiales.
Hay otra brasa, otra candente rosa
de la ceniza que nos guarda enteros;
ahí están los soberbios cuchilleros
y el peso de la daga silenciosa.
Aunque la daga hostil o esa otra daga,
el tiempo, los perdieron en el fango,
hoy, más allá del tiempo y de la aciaga
muerte, esos muertos viven en el tango.
En la música están, en el cordaje
de la terca guitarra trabajosa,
que trama en la milonga venturosa
la fiesta y la inocencia del coraje.
Gira en el hueco la amarilla rueda
de caballos y leones, y oigo el eco
de esos tangos de Arolas y de Greco
que hoy he visto bailar en la vereda,
en un instante que hoy emerge aislado,
sin antes ni después, contra el olvido,
y que tiene el sabor de lo perdido,
de lo perdido y lo recuperado.
En los acordes hay antiguas cosas:
el otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas
el sur guarda un puñal y una guitarra.)
Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
los atareados años desafía;
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura
menos que la liviana melodía,
que sólo es tiempo. El tango crea un turbio
pasado irreal que de algún modo es cierto,
el recuerdo imposible de haber muerto
peleando, en una esquina del suburbio.
Jorge Luis Borges
Ver ensayo inédito de Jorge Luis Borges
Valverde-León-Quiroga
Entre la gente de bronce
que cantaba y que bebía
brillaba Lola Puñales.
Era una rosa flamenca
que a los hombres envolvía
igual que a los vendavales.
Vino primero don Pedro,
un marqués enamorado y galán,
pero la Lola con mucho saber
lo despreció por don Juan.
Y así la Puñales,
perdiendo y ganando,
trataba los hombres
de mala manera
hasta que una noche
la fueron matando
los ojos de un hombre
que dijo a su vera:
"¿Quién ha encendido
esas hogueras en tus ojeras
de petenera Lola Puñales?"
Y aunque no quieres dolores
matas de amores
a los mejores y más cabales.
Sin saber cómo ni cuándo
tú te vas a enamorar.
Con el fuego estás jugando
y te tienes que quemar.
Y verás entrañas mías
lo que son ducas mortales,
cuando llores de agonía
y te vengan claritas del día
sin dormir, Lola Puñales."
Con fatiguita de muerte
y sudores de agonía
lloraba Lola Puñales.
Porque aquel hombre moreno
se llevó para toda la vida
la rosa de sus rosales.
Mucho "te quiero, me muero mujer"
mucho "te juro por dios"
y si te vi no me acuerdo
después de que en sus brazos cayó.
Corrió como loca
buscando la reja
en donde de otra
los besos bebía.
Y un grito de muerte
se oyó en la calleja,
mientras que unos ojos
quedaban sin vida.
Vayan los jueces pasando,
vayan firmando,
que está esperando
Lola Puñales,
que no le importa esta pena,
ni ir a la trena,
que estoy serena y en mis cabales
Lo maté y a sangre fría
por hacer burla de mí
y otra vez lo mataría
si volviera a revivir.
Conque apunte el escribano:
al causante de mis males
por jurar cariño en vano
sin siquiera temblarle
la mano, lo mató Lola Puñales
León-Quiroga
Póngame usted las esposas, señor sargento Ramírez
póngame usted los grilletes, que será mejor así.
Que estoy pensando una muerte y no quiero cometerla,
que tengo un hijo y no quiero que se avergüence de mí.
Aunque no hallara motivo diga usted que soy ladrona,
que ando por malos caminos, que ofendí su autoridad.
Pero póngame usted presa, señor sargento Ramírez,
que mis manos no responden si sigo con libertad.
Carretera adelante yo prefiero ir
a seguirlo viéndolo con esa persona.
El agua y al aire me ha quitado a mí.
Señor sargento Ramírez martirio me da un cristiano
y yo no quiero tomarme la justicia por mi mano.
Yo te he sentenciado a muerte
pero me falta, serrano,
valor para aborrecerte.
Aquí tiene usted mis manos señor sargento Ramírez,
póngame usted los grilletes, cumpla usted con su deber.
Si usted me hubiera escuchado cuando yo vine a entregarme
no hubiera hecho la muerte que acabo de cometer.
Entre los juncos del río los dos se estaban besando
y una sombra blanquecía se apareció entre los dos.
Con un cuchillo de luna corté la flor de un te quiero,
los corales de su sangre el ala se los llevó.
Sargento Ramírez por amor de dios
que a mi criatura, por lo que mas quiera,
no le diga nadie lo que hice yo.
Señor sargento Ramírez martirio me dio un cristiano
y he tenido que tomarme la justicia por mi mano.
Yo misma te he dado la muerte
pero me falta, serrano,
valor para aborrecerte.
ANTONIO VARGAS HEREDIA
Mostazo-Merenciano-de la Oliva
Como un clavel grana
sangrando en la boca,
con una varita de mimbre en la mano,
por una vereda que lleva hasta el río
iba Antonio Vargas Heredia el gitano.
Entre los naranjos, la luna lunera
ponía en su frente su luz de azahar.
Y cuando apuntaban los claros del día,
lleva reflejo de verde olivar.
Antonio Vargas Heredia flor de la raza calé
cayó el mimbre de tu mano
y de tu boca el clavel.
De Puente Genil a Lucena,
de Loja a Benamejí
las mocitas de Sierra Morena
se mueren de pena, llorando por ti.
Era Antonio Vargas Heredia el gitano,
el más arrogante y el mejor plantado,
y por los contornos de Sierra Morena
no lo hubo más bueno,
más guapo ni honrado.
Pero por culpita de una hembra gitana
su faca en el pecho de un hombre se hundió,
los celos malditos, nublaron sus ojos
y el preso en la trena de rabia lloró.
H. Martins
No, ya no debo pensar que te amé,
es preferible olvidar que sufrí.
No, no concibo que todo acabó,
que este sueño de amor terminó,
que la vida nos separó sin querer.
Caminemos,
tal vez nos veremos después.
Esta es la ruta que estaba marcada,
sigo insistiendo en tu amor
que se perdió en la nada,
y vivo caminando sin saber
donde llegar, tal vez
caminando la vida nos vuelva a juntar.
No, no, no,
no ya no debo pensar que te amé,
es preferible olvidar que sufrí.
No, no concibo que todo acabó,
que este sueño de amor terminó,
que la vida nos separó sin querer.
Caminemos, tal vez nos veremos después.
Discépolo-Amadori
Fue a conciencia pura que
perdí tu amor.
nada más que por salvarte
hoy me odias
y yo, feliz,
me arrincono pa' llorarte.
El recuerdo que tendrás de mí
será horroroso.
Me verás siempre golpeándote
como a un malvado;
y si supieras bien qué generoso
fué que pagase así
¡tu buen amor!...
¡Sol de mi vida!...
Fui un fracasado,
y en mi caída
busque el echarte a un la'o.
porque te quise tanto,
tanto...
que en mi rodar
para salvarte
sólo supe
hacerme odiar.
Hoy, después de un año atroz,
te vi pasar.
me mordí para no llamarte,
ibas linda como un sol;
se paraban para mirarte.
Yo no sé si el que te tiene así
se lo merece.
Sólo sé que la miseria cruel
que te ofrecí
me justifica, al verte echa una reina
que vivirás mejor
lejos de mí
Perelló-Mostazo-Cantabrana
Cruzó los brazos para no matarla,
cerró los ojos para no llorar,
temió ser débil y perdonarla
y abrió la puerta de par en par.
Vete, mujer mala, vete de mi vera.
Rueda lo mismito que una maldición.
Que Dios te permita que el gaché que quieras
pague tus quereres con mala tradición.
Gitana, que tú serás
como la falsa moneda,
Que de mano en mano va
y ninguno se la queda.
Besó los negros zarcillos finos
que allí dejara cuando se fue,
y aquellas trenzas de pelo endrino
que en otros tiempos cortó para él.
Cuando se marchaba no intentó mirarla,
ni lanzó un quejido ni le dijo adiós.
Entornó la puerta y para no llamarla
se clavó las uñas en el corazón.
Dames-Manzi
Fui como una lluvia de cenizas y fatigas
en las horas resignadas de tu vida...
Gota de vinagre derramada, fatalmente derramada,
sobre todas tus heridas.
Fuiste por mi culpa golondrina entre la nieve
rosa marchitada por la nube que no llueve.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza
que no puede vislumbrar su tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza,
que no llora, que se echó a morir.
¡Vete...! ¿No comprendes que te estás matando?
¿No comprendes que te estoy llamando?
¡Vete...! No me beses que te estoy llorando
¡Y quisiera no llorarte más!
¿No ves?, es mejor que mi dolor quede tirado con tu amor
librado de mi amor final.
¡Vete!, ¿No comprendes que te estoy salvando?
¿No comprendes que te estoy amando?
¡No me sigas, ni me llames, ni me beses
ni me llores, ni me quieras más!
Fuimos abrazados a la angustia de un presagio
por la noche de un camino sin salidas,
pálidos despojos de un naufragio
sacudidos por las olas del amor y de la vida.
Fuimos empujados en un viento desolado...
sombras de una sombra que tornaba del pasado.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza,
que no puede vislumbrar su tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza,
que no llora, que se echó a morir.
Pedro Junco
Atiéndeme
quiero decirte algo
que quizá no esperes
doloroso tal vez.
Escúchame
que aunque me duela el alma
yo necesito hablarte,
y así lo haré
Nosotros,
que fuimos tan sinceros,
que desde que nos vimos
amándonos estamos.
Nosotros
que del amor hicimos
un sol maravilloso
romance tan divino.
Nosotros,
que nos queremos tanto,
debemos separarnos,
no me preguntes más.
No es falta de cariño,
te quiero con el alma,
te juro que te adoro
y en nombre de este amor,
y por tu bien, te digo adiós.
Enrique
S. Discépolo
1930
Victoria,
saraca, Victoria;
pianté de la noria,
se fue mi mujer!
Si
me parece mentira...
¡Después de seis años
volver a vivir!
Volver a ver mis amigos...
Vivir con mamá otra vez...
Me
saltaron los tapones
cuando tuve esta mañana
la alegría de no verla más;
y es que, al ver que no la tengo,
corro, salto, voy y vengo
desatentao. ¡Gracias a Dios,
que me salvé de andar
toda la vida atao
llevando el bacalao
de la emulsión de Scott!
Si no nace el marinero
que me tire esa piolita
para hacerme resollar,
yo ya estaba condenao
a morir crucificao
como el último infeliz...
¡Victoria,
saraca, Victoria;
pianté de la noria,
se fue mi mujer!
Me
da tristeza el panete,
chicato inocente
que se la llevó...
¡Cuando desate el paquete
y manye que se ensartó...!
¡Victoria,
cantemos victoria;
yo estoy en la gloria,
se fue mi mujer!
MALENA
Demare-Manzi
1941
Malena
canta el tango como ninguna
y en cada verso pone su corazón.
A yuyo del suburbio su voz perfuma,
Malena tiene pena de bandoneón.
Tal vez allá en la infancia su voz de alondra
tomó ese tono oscuro de callejón,
o acaso aquel romance que sólo nombra
cuando se pone triste con el alcohol.
Malena canta el tango con voz de sombra,
Malena tiene pena de bandoneón.
Tu canción
tiene el frío del último encuentro.
Tu canción
se hace amarga en la sal del recuerdo.
Yo no sé
si tu voz es la flor de una pena,
só1o sé que al rumor de tus tangos, Malena,
te siento más buena,
más buena que yo.
Tus ojos son oscuros como el olvido,
tus labios apretados como el rencor,
tus manos dos palomas que sienten frío,
tus venas tienen sangre de bandoneón.
Tus tangos son criaturas abandonadas
que cruzan sobre el barro del callejón,
cuando todas las puertas están cerradas
y ladran los fantasmas de la canción.
Malena canta el tango con voz quebrada,
Malena tiene pena de bandoneón.
María Grever
Cuando vuelva a tu lado
no me niegues tus besos
que el amor que te he dado
no podrás olvidar.
No me preguntes nada
que nada he de explicarte
que el beso que negaste
ya no lo puedes dar.
Cuando vuelva a tu lado
y esté sola contigo
las cosas que te digo
no repitas jamás,
por compasión,
une tu labio al mío
y estréchame en tus brazos
y cuenta los latidos
de nuestro corazón.
Isolina Carrillo
Dos gardenias para ti
con ellas quiero decir:
te quiero, te adoro, mi vida
ponles toda tu atención
que serán tu corazón y el mio
Dos
gardenias para ti
que tendrán todo el calor de un beso
de esos besos que te dí
Y que jamás te encontrarán
en el calor de otro querer.
A
tu lado vivirán y se hablarán
como cuando estás conmigo
y hasta creerán que se dirán:
te quiero.
Pero si un atardecer
las gardenias de mi amor se mueren
es porque han adivinado
que tu amor me ha traicionado
porque existe otro querer.
LA
MENTIRA
Alvaro Carrillo
Se te olvida,
que me quieres a pesar de lo que dices,
pues llevamos en el alma cicatrices,
imposibles de borrar.
Se te olvida,
que hasta puedo hacerte mal si me decido,
pues tu amor lo tengo muy comprometido,
pero a fuerza no será.
Y hoy resulta,
que no soy de la estatura de tu vida,
que al dejarme, casi, casi se te olvida,
que hay un pacto entre los dos.
Por
mi parte,
te devuelvo tu promesa de adorarme,
ni siquiera sientas pena por dejarme,
que este pacto, no es con Dios.
LLÉVATELA
Armando Manzanero
Llévatela.
Si al fin y al cabo piensa mucho en ti,
por la forma en que te mira comprendí,
que olvido todas las cosas que le di.
Llévatela.
Pero tienes que quererla como yo
es un poco caprichosa,
por momentos es celosa y, otras veces, cariñosa.
Hace
tiempo que me esta mintiendo
no me esta diciendo ninguna verdad.
Mis amores se han ido muriendo
seguir insistiendo seria necedad.
Llévatela.
Y si es cierto que le tienes mucho amor
eso hará que no le encuentres ni un error,
vivirás agradecido a su calor.
Olvidaba
decirte
que si al querer decir tu nombre
pronuncia el de otro hombre,
así le paso conmigo,
por eso vamos amigo
Te suplico la lleves por el bien de los tres.
TODA
UNA VIDA
Oswaldo Farrés
Toda
una vida, me estaría contigo,
no me importa en qué forma,
ni dónde, ni cómo, pero junto a ti.
Toda una vida, te estaría mimando,
te estaría cuidando, como cuido mi vida,
que la vivo por ti.
No me cansaría de decirte siempre,
pero siempre, siempre,
que eres en mi vida, ansiedad,
angustia y desesperación.
Toda una vida, me estaría contigo,
no me importa en qué forma,
ni dónde, ni cómo, pero junto a ti.
No me cansaría de decirte siempre,
pero siempre, siempre,
que eres en mi vida, ansiedad,
angustia y desesperación.
Toda una vida, me estaría contigo,
no me importa en qué forma,
ni dónde, ni cómo, pero junto a ti.
Rossi/Podestá
(Recitado)
"Está Listo". sentenciaron las comadres y el varón
ya difunto en el presagio, en el último momento
de su pobre vida rea, dejó al mundo el testamento
de esas amargas palabras, piantadas de su rencor...
(cantado)
Esta noche para siempre terminaron mis hazañas
un chamuyo misterioso me acorrala el corazón
alguien chaira en los rincones el rigor de una guadaña
y anda un algo cerca 'el catre olfateándome el cajón
los recuerdos mas fuleros me destrozan la cabeza
una infancia sin juguetes un pasado sin honor
el dolor de una cadena que aun me quema la muñeca
y una mina que arrodilla mis arrestos de varón.
Yo quiero morir conmigo y confesar y sin Dios
crucificado en mis penas como abrazado a un rencor
Nada le debo a la vida, nada le debo al amor
aquella me dio amargura y el amor una traición
Yo no quiero la clemencia de una lagrima sincera
ni palabra de consuelo no ando en busca de un perdón
no pretendo sacramento ni palabra funebrera
me le entrego mansamente como me entregué al botón
solo usted madre querida si viviese le daría
el consuelo de encenderle cuatro velas a mi amor
de volcar sobre tu pena como mieles de alegría
de llorar sobre mis manos y pedirme el corazón.
* existen variaciones sobre la letra según el intérprete
Ballesteros-Delfino
1930
Vení, acercate. No tengas miedo,
que tengo el puño, ya ves anclao;
yo solo quiero contarte un cuento
de unos amores que he balconeao.
Dicen que dicen que era una mina
todo ternura, como eras vos;
que fue el orgullo de un mozo taura
de fondo bueno, como era yo.
Y bate el cuento que en un cotorro
que era una gloria vivían los dos,
y dice el barrio que la quería...
con la fe misma que puse en vos.
Pero una noche que pa' un laburo
el taura manso se habia ausentao,
prendida de otros amores perros...
la mina aquella se le había alzao.
Dicen que dicen que desde entonces,
ardiendo de odio su corazón,
que el taura manso busco a la paica,
por cielo y tierra, como hice yo.
Y cuando quiso justo el destino
que la encontrara como aura vos,
trenzo sus manos en el cogote
de aquella perra, como hago yo.
deje vecina, no llame a nadie,
no tenga miedo; estoy, estoy desarmao
yo sólo quise contarle un cuento,
pero el encono me ha traicionao.
Dicen que dicen, vecina, que era
todo ternura la que murió...
que fue el orgullo de un mozo taura
de fondo bueno, como era yo.
De la Cruz-Marino
Pobre
"Pardo Pellegrini" que "piantastes" de la reja
Ensuciando a los muchachos con tu oficio batidor.
Hoy llevás como recuerdo de la pera hasta la ceja
un barbijo por la mugre que batiste al ruiseñor.
Vos que fuiste entre gratas un muchacho propiamente,
y que en todas las trifulcas la enguiñabas hasta el fin
Cuida el cuero, andá forrao, si te has hecho confidente,
porque, qué querés hermano va a llegar tu San Martín.
Por vos están a la sombra
el Mangrullo y el Mochila
el chueco Juancito Anguila
y Pascual el Metedor.
Por vos se supo la púa
que le enguiñaron de bute
como a cualquier farabute
a Pancho el Estafador.
Con tu pinta de marmota laburando de llavero,
te pasabas buena vida, mejor que la que llevás.
Pero un giorno medio malo pa'escurrir de un entrevero,
desataste a la sin güeso y embarraste lo demás.
Ya que todos te han calao de que sos un güey corneta,
y aunque ahora te arrepientas de haber hecho la traición,
pensá Pardo de que es cierto lo que dijo aquel poeta,
que "es al ñudo que lo fajen al que nace barrigón".
De la Cruz-Marino
1926
Como
con bronca, y junando
de rabo de ojo a un costado,
sus pasos ha encaminado
derecho pa'l arrabal.
Lo lleva el presentimiento
de que, en aquel potrerito,
no existe ya el bulincito
que fue su único ideal.
Recordaba aquellas horas de garufa
cuando minga de laburo se pasaba,
meta punguia, al codillo escolaseaba
y en los burros se ligaba un metejón;
cuando no era tan junao por los tiras,
la lanceaba sin tener el manyamiento,
una mina le solfeaba todo el vento
y jugó con su pasión.
Era un mosaico diquero
que yugaba de quemera,
hija de una curandera,
mechera de profesión;
pero vivía engrupida
de un cafiolo vidalita
y le pasaba la guita
que le shacaba al matón.
Frente a frente, dando muestras de coraje,
los dos guapos se trenzaron en el bajo,
y el ciruja, que era listo para el tajo,
al cafiolo le cobró caro su amor.
Hoy, ya libre'e la gayola y sin la mina,
campaneando un cacho’e sol en la vedera,
piensa un rato en el amor de su quemera
y solloza en su dolor.
Tagini-Tuegols
No te asustes ni me huyas...No he venido pa´vengarme
y mañana, justamente, ya me voy pa no volver...
He venido a despedirme y el gustazo quiero darme
de mirarte frente a frente y en tus ojos contemplarme,
silenciosa, largamente, como me miraba ayer...
He venido pa que juntos recordemos el pasado
como dos buenos amigos que hace rato no se ven;
a acordarme de aquel tiempo en que yo era un hombre honrado
y el cariño de mi madre era un poncho que había
sobre mi alma noble y buena contra el frío del desdén.
Una noche la huesuda me vistió el alma de duelo
mi querida madrecita se me fue a vivir con Dios
y en mis sueños parecía que mi vieja desde el cielo
me batía que eras buena...que confiara siempre en vos...
Pero me jugaste sucio y sediento de venganza...
un cuchillo en un mal rato se envainó en un corazón
y, más tarde, ya sereno, muerta mi única esperanza
unas lágrimas amargas las sequé en un bodegón.
Me encerraron muchos años en la sórdida gayola
y una tarde me libraron...pa'mi bien... o pa'mi mal...
Fui vagando por las calles y rodé como una bola...
pa´comer un plato de sopa, !cuantas veces hice cola!
Las auroras me encontraron largo a largo en un umbral.
Solamente vine a verte pa´dejarte mi perdón...
te lo juro: estoy contento que la dicha a vos te sobre;
voy al campo a laburarla...juntaré unos cuantos cobres
pa que no me falten flores cuando esté dentro´el cajón.
Iriarte-Brancatti
1925
¿Han
venido a prenderme? Ya estoy listo.
La cárcel a los hombres no hace mal.
¡Aquí me tienen! ¡Yo no me resisto!
¡Estoy vengado! ¡Soy el criminal!
¡Al fin pude ahogar mis hondas penas!
¡Qué importa de las otras que vendrán!
Yo no he de lamentar mis horas buenas,
las malas, como vienen ya se irán.
Antes, permitan que estampe,
un beso a mi pobre hijita;
que ha quedado huerfanita,
en el seno del hogar.
¡Venga un abrazo, mi nena!,
quédese con la vecina;
su padre va hasta la esquina,
prontito ha de regresar.
¡Vamos, pronto, oficial! ¡Y no se asombre,
del llanto que en mis ojos usted ve!
¡He dicho que la cárcel es para el hombre,
y allá voy, aunque en ella moriré!...
¡Es que pienso en este ángel que yo dejo
y mis lágrimas vierto sin querer!...
Por lo demás, yo digo, mi pellejo
bien sé poco y nada ha de valer.
¡Mañana, cuando ella moza,
sepa el final de la madre
que no piense que fue el padre,
un borracho, un criminal!
Díganle que yo la he muerto,
porque fue una libertina:
¡haga el favor, mi vecina!
¡Vamos, señor oficial!
Mora-Rienda
Los
barrios porteños, lo vieron pasearse
luciendo su estampa en toda ocasión.
Y allá en Mataderos, buscó refugiarse,
sentando su hombría de guapo en la acción.
Por hombre derecho llegó a conquistarse,
no solo gran fama, sino un corazón,
por quien una noche llegara a jugarse
la vida en un duelo, frente a otro varón.
Sin padrinos ni testigos
se encontraron los rivales
y el silencio de la noche
un disparo interrumpió.
Y el malevo en desventaja
por las armas desiguales
con el pecho ensangrentado
como un macho allí cayó.
De pronto un auxilio, y allá en la cortada
tendido en la calle se ve aquel varón...
que ayer entre taitas bien fuerte tallaba,
y al que hoy un cariño, sus manos pialó.
Rodeao de botones, se aguanta rebelde,
no afloja ni un pucho y en tanto dolor,
con gesto de rabia, los labios se muerde,
pa'no dar el nombre de aquel que lo hirió.
Y el malevo ya vencido,
palpitando su agonía,
mirando a la policía,
suplicaba en su dolor:
"Déjenme morir tranquilo,
sin que deschave su nombre
que el hombre para ser hombre
¡No debe ser batidor!
Tortonese, Velich, Platas
Por
Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina,
Belgrano, Mataderos y en todo el arrabal
paseó sus gallardías el zurdo Cruz Medina,
que fuera un buen amigo, sin grupo servicial.
Templado en el suburbio, fue taita entre matones,
vivió tejiendo sueños allá en el callejón,
en donde por las noches rondaban los botones
y en el café del barrio gemía el bandoneón.
Era un malevo sin trampas, sin padrinos y sin gloria;
sin miga de tanta historia, pero buen mozo y de acción.
Caseros lo vio jugarse sin aflojar ni un chiquito,
y en la nueve queda inscripto su coraje de varón.
Pero una noche oscura, guapeó en Avellaneda,
y en una rinconada del trágico arrabal
sonaron tres balazos y sobre la vereda
caía un hombre herido blandiendo su puñal.
Se oyeron los auxilios, corrió la policía,
y en un charcal de sangre, sonriendo al taita halló,
que herido mortalmente, rebelde en su agonía,
con voz de macho entero, sin pestañear habló;
"No me pregunten agentes, el hombre que me ha herido,
que será tiempo perdido porque no soy delator.
Déjenme, no más, que muera, y esto a nadie asombre,
que el varón para ser hombre, no debe ser batidor.
Cadicamo-Barbieri
1931
Es
media noche, el cabaret despierta,
muchas mujeres, flores y champagne.
Va a comenzar la eterna y triste fiesta
de los que viven al ritmo de un gotán.
Cuarenta años de vida me encadenan,
blanca la testa, viejo el corazón,
hoy puedo ya mirar con mucha pena
lo que en otros tiempos miré con ilusión.
Las
pobres milongas,
dopadas de besos,
me miran extrañas,
con curiosidad.
Ya no me conocen,
estoy solo y viejo,
no hay luz en mis ojos,
la vida se va.
Un
viejo verde que gasta su dinero
emborrachando a Lulú con su champagne,
hoy le negó el aumento a un pobre obrero
que le pidió un pedazo más de pan.
Aquella pobre mujer que vende flores
y fue en mi tiempo la reina de Montmartre
me ofrece con sonrisa unas violetas
para que alegren, tal vez, mi soledad.
Y
pienso en la vida.
las madres que sufren,
los hijos que vagan
sin techno, sin pan...
vendiendo "La Prensa",
ganando dos guitas.
¡Qué triste es todo esto!.
¡Quisiera llorar!
Tirao
por la vida de errante bohemio
estoy, Buenos Aires, anclao en París;
curtido de males, bandeado de apremios,
te evoco desde este lejano país.
Contemplo
la nieve que cae blandamente
desde mi ventana que da al bulevar.
Las luces rojizas con tonos murientes,
parecen pupilas de extraño mirar.
Lejano
Buenos Aires, ¡qué lindo que has de estar!
Ya van para diez años que me viste zarpar.
Aquí, en este Montmartre, faubourg sentimental,
yo siento que el rrecuerdo me clava su puñal.
¡Cómo
habrá cambiado tu calle Corrientes!
¡Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal!
Alguien me ha contado que estás floreciente
y un juego de calles se da en diagonal.
¡No sabés las ganas que tengo de verte!
Aquí estoy parado, sin plata y sin fe.
¡Quién sabe una noche me encane la muerte
y... chau, Buenos Aires, no te vuelva a ver!
Homero Exposito-Galván.
1946
Cafetín
donde lloran los hombres
que saben el gusto
que dejan los mares.
Cafetín
y esa pena que amarga
mirando los barcos
volver a sus lares.
Yo esperaba,
porque siempre soñaba
la paz de una aldea
sin hambre y sin balas.
Cafetín
ya no tengo esperanzas
ni sueño ni aldea
para regresar.
Por los viejos cafetines
siempre rondan los recuerdos
y un compás de tango de antes
va a poner color
al dolor del emigrante.
Allí florece el vino
la aldea en el recuerdo
y el humo del tabaco.
Por los viejos cafetines
siempre rondan los recuerdos
de un país y de un amor.
Bajo el gris
de la luna madura
se pierde la oscura
figura de un barco
y al matiz
de un farol escarlata
las aguas del Plata
parecen un charco.
Que amargura,
la de estar de este lado
sabiendo que enfrente
nos llama el pasado.
Cafetín
en tu vaso de vino
disuelto el destino
que olvido por ti.
Penella
Voy a contarles a ustedes lo que a mí me ha sucedido
Que es la emoción más profunda que en mi vida yo he sentido.
Fue en Nueva York, una nochebuena ,que yo preparé una cena
pa' invitar a mis paisanos.
Y en la reunión, toda de españoles,
entre vivas y entre oles,
por España se brindó.
Pues aunque allí no beben por la ley seca
Y sólo al que está enfermo despachan vino
Yo pagué a precio de oro una receta
Y compré en la farmacia vino español,
vino español, vino español
El vino de nuestra tierra bebimos en tierra extraña
Qué bien que sabe ese vino
cuando se bebe lejos de España
Por ella brindamos todos
y fue el fin de aquella cena
La nochebuena más buena
que soñar pudo un español.
Mas de pronto se escuchó
un gramófono sonar,
Callar todos, dije yo,
y un pasodoble se oyó
que nos hizo suspirar.
Cesó la alegría, todos lloraban
Y nadie reía
Todos lloraban
Y oyendo esta música
allá en tierra extraña.
Eran nuestros suspiros, suspiros de España.
Valderrama, Serrapi, Pitto
Tengo que hacer un rosario
con tus dientes de marfil
para que pueda besarlo
cuando esté lejos de ti,
sobre sus cuentas divinas
hechas de nardo y jazmín
rezaré pá que me ampare
aquella que está en San Gil.
Y adiós mi España querida,
dentro de mi alma
te llevo metida,
y aunque soy un emigrante
jamás en la vida
yo podré olvidarte.
Cuando salí de mi tierra
volví la cara llorando
porque lo que más quería
atrás me lo iba dejando,
llevaba por compañera
a mi Virgen de San Gil,
un recuerdo y una pena
y un rosario de marfil.
Yo soy un pobre emigrante
y traigo a esta tierra extraña
y en mi pecho un estandarte
con los colores de España,
con mi patria y con mi novia
y mi Virgen de San Gil
y mi rosario de cuentas
yo me quisiera morir.
Gardel-Le Pera
1934
Mi
Buenos Aires querido
cuando yo te vuelva a ver,
no habrás más pena ni olvido.
El farolito de la calle en que nací
fue el centinela de mis promesas de amor,
bajo su quieta lucecita yo la vi
a mi pebeta, luminosa como un sol.
Hoy que la suerte quiere que te vuelva a ver,
ciudad porteña de mi único querer,
y oigo la queja
de un bandoneón,
dentro del pecho pide rienda el corazón.
Mi Buenos Aires
tierra florida
donde mi vida
terminaré.
Bajo tu amparo
no hay desengaños,
vuelan los años,
se olvida el dolor.
En caravana
los recuerdos pasan,
con una estela
dulce de emoción.
Quiero que sepas
que al evocarte,
se van las penas
de mi corazón.
La ventanita de mi calle de arrabal.
donde sonríe una muchachita en flor,
quiero yo de nuevo volver a contemplar
aquellos ojos que acarician al mirar.
En la cortada más maleva una canción
dice su ruego de coraje y de pasión,
una promesa
y un suspirar,
borró una lágrima de pena aquel cantar.
Mi Buenos Aires querido,
cuando yo te vuelva a ver,
no habrá más pena ni olvido.
Gardel-Le
Pera
1935
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor..
La vieja calle donde el eco dijo
tuya es su vida, tuyo es su querer,
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.
Volver, con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada, errante en las sombras,
te busca y te nombra.
Vivir, con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida...
Tengo miedo de las noches
que pobladas de recuerdos
encadenan mi soñar.
Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido, que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.
Filiberto-Discépolo
1929
Decí, por
Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?
El malevaje extrañao,
me mira sin comprender...
Me ve perdiendo el cartel
de guapo que ayer
brillaba en la acción...
¿No ves que estoy embretao,
vencido y maniao
en tu corazón?
Te vi pasar tangueando altanera
con un compás tan hondo y sensual
que no fue más que verte y perder
la fe, el coraje,
el ansia 'e guapear.
No me has dejao ni el pucho en la oreja
de aquel pasao malevo y feroz...
¡Ya no me falta pa' completar
más que ir a misa e hincarme a rezar!
Ayer, de miedo a matar,
en vez de pelear
me puse a correr...
Me vi a la sombra o finao;
pensé en no verte y temblé...
¡Si yo, -que nunca aflojé-
de noche angustiao
me encierro a yorar!...
Decí, por Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?
Razzano-Maroni
1930
Te
conquistaron con plata
y al trote viniste al centro,
algo tenías adentro
que te hizo meter la pata;
al diablo fue la alpargata
y echaste todo a rodar;
el afán de figurar
fue tu "hobby" más sentido
y ahora, hasta tenés marido...
las cosas que hay que aguantar.
M'hjita, me causa gracia
tu nuevo estado civil.
Si será gil ese gil
que creyó en tu aristocracia:
Vos sos la Ñata Pancracia,
alias "Nariz Arrugada",
vendedora de empanada,
en el barrio de Pompeya.
¿Y tu mama? Bueno, de ella,
¡respetemos la finada!
Y ahora tenés voaturé,
un tapao petí gris
y tenés un infeliz
que la chamuya en francés...
¡Qué hacés, tres veces que hacés,
Señora Ramos Lavalle!
Si cuando lucís tu talle,
con ese coso del brazo,
¡no te rompo de un tortazo,
por no pegarte en la calle!
¡Señora! ¡Pero hay que ver
tu berretín de matrona!
Sí te acordás de Ramona,
abonale el alquiler...
No te hagás la rastacuer
desparramando la guita,
bajá el copete m'hijita
con tu pinta abacanada...
¡Pero si so
Quintero- León-Quiroga
Se llamaba Dolorcitas
y era talmente una flor
pero nadie a la mocita
le dijo cosas de amor.
Sevilla madrugadora
la ve en el cierro coser
desde el filo de la aurora
al morado atardecer.
Y a través del encaje de los visillos
esta copla la llega como un cuchillo:
Picadita, picadita, picadita de viruela
con la cara morenita del color de la pajuela.
Nadie le dice bonita
nadie de amor la camela,
como un lirio se marchita
sentadita en su cancela.
Y el aquel de su penita
por Sevilla corre y vuela
no se casa esa mocita
porque tiene la carita
picadita de vuruela.
Oculta en la celosía
Dolores lo vio llegar
le dijo: "Entrañas mías
quisiera contigo hablar".
Y hablaron hasta de amores
mas siempre al anochecer
pensando siempre Dolores:
"Ay Dios mío si me ve".
Y una noche que hablando salió la luna
se cayeron las torres de su fortuna.
Picadita, picadita, picadita de viruela,
qué dolor de Dolorcitas
si un amor no la consuela,
uno le dijo bonita,
por él la niña se cuela
y al verla señaladita
no ha vuelto por la plazuela.
Y el aquel de su penita
por Sevilla corre y vuela
no se casa esa mocita
porque tiene la carita
picadita de viruela
Un hombre pasó una tarde
cantando coplas de amor,
la niña cerró cobarde
los vidrios del mirador.
Y el mozo que la cantara
volvió otra vez a pasar
"los ojitos de esa cara
yo los tengo que besar".
Y a través del encaje de los visillos
derechito a la niña fue el estribillo:
Picadita, picadita, picadita de viruela,
con la cara más bonita
que la flor de la canela,
no le vuelvas la carita
mi bien a quien te camela
y escucha dos palabritas
sentadita en tu cancela.
Y verás que a la mijita
por Sevilla corre y vuela
que se casa una mocita,
aunque tiene la carita
picadita de viruela.
Se ha casado Dolorcitas
y al año, vaya canela,
nació la flor mas bonita
de todas las callejuelas.
Y Sevilla a la mijita
puso fin a la novela
ha nacido una rosita
de una madre picadita,
picadita de viruela.
A
LA LIMA Y AL LIMÓN
León-Quiroga
La vecinita de enfrente no, no,
no tiene los ojos grandes.
Ni tiene el talle de espiga, no, no,
ni son su labios de sangre.
Nadie se acerca a su reja,
nadie llama en sus cristales.
Que sólo el viento de noche
es quien le ronda la calle.
Y los niños cantan a la rueda, rueda.
Esta triste copla que el viento le lleva.
A la Lima y al Limón,
tú no tienes quien te quiera.
A la Lima y al Limón,
te vas a quedar soltera.
Qué penita y qué dolor.
Qué penita y qué dolor,
la vecinita de enfrente soltera se quedó.
Solterita se quedó.
A la Lima y al Limón.
La vecinita de enfrente no, no,
nunca pierde la esperanza.
Y espera de noche y día, si, si,
aquel amor que no pasa.
Se han casado sus amigas,
se han casado sus hermanas.
Y ella compuesta y sin novio
se ha quedado en la ventana.
Y los niños cantan a la rueda, rueda.
El mismo estribillo que el viento le lleva.
A la Lima y al Limón,
tú no tienes quien te quiera.
A la Lima y al Limón,
te vas a quedar soltera.
Qué penita y qué dolor.
Qué penita y qué dolor,
la vecinita de enfrente soltera se quedó.
Solterita se quedó.
A la Lima y al Limón.
La vecinita de enfrente sí, sí,
a los treinta se ha casado,
con un señor de cincuenta, sí, sí,
que dicen que es magistrado.
Lo luce por los paseos,
lo luce por los teatros.
Y va siempre por la calle
cogidita de su brazo.
Y con ironía siempre tararea,
el mismo estribillo de la rueda, rueda.
A la Lima y al Limón,
que ya tengo quien me quiera
A la Lima y al Limón,
que no me quedé soltera.
Ya mi pena se acabó.
Ya mi pena se acabó,
que un hombre llamó a mi puerta
y le di mi corazón,
y conmigo se casó.
A la Lima y al Limón.
Cadícamo-Bardi
1930
Pobre
solterona te has quedado
sin ilusión, sin fe...
Tu corazón de angustias se ha enfermado,
puesta de sol es hoy tu vida trunca.
Sigues como entonces, releyendo
el novelón sentimental,
en el que una niña aguarda en vano
consumida por un mal de amor.
En la soledad
de tu pieza de soltera está el dolor.
Triste realidad
es el fin de tu jornada sin amor...
Lloras y al llorar
van las lágrimas temblando tu emoción;
en las hojas de tu viejo novelón
te ves sin fuerza palpitar.
Deja de llorar
por el príncipe soñado que no fue
junto a ti a volcar
el rimero melodioso de su voz.
Tras el ventanal,
mientras pega la llovizna en el cristal
con tus ojos más nublados de dolor
soñás un paisaje de amor.
Nunca tuvo novio, ¡pobrecita!
¿Por
Achero Manzi-Homero Manzi
1949
Las
ruedas embarradas del último organito
vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco y un rengo y un monito
y un coro de muchachas vestidas de percal.
Con pasos apagados elegirá la esquina
donde se mezclan luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina
la pálida marquesa y el pálido marqués.
El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.
Tendrá una caja blanca el último organito
y el asma del otoño sacudirá su son,
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
y el eco de su piano será como un adiós.
Saludarán su ausencia las novias encerradas
abriendo las persianas detrás de su canción,
y el último organito se perderá en la nada
y el alma del suburbio se quedará sin voz.
Discépolo
1928
Sola,
fané, descangayada,
la vi esta madrugada
salir de un cabaret;
flaca, dos cuartas de cogote
y una percha en el escote
bajo la nuez;
chueca, vestida de pebeta,
teñida y coqueteando
su desnudez...
Parecía un gallo desplumao,
mostrando al compadrear
el cuero picoteao...
Yo que sé cuando no aguanto más
al verla, así, rajé,
pa' no yorar.
¡Y pensar que hace diez años,
fue mi locura!
¡Que llegué hasta la traición
por su hermosura!...
Que esto que hoy es un cascajo
fue la dulce metedura
donde yo perdí el honor;
que chiflao por su belleza
le quité el pan a la vieja,
me hice ruin y pechador...
Que quedé sin un amigo,
que viví de mala fe,
que me tuvo de rodillas,
sin moral, hecho un mendigo,
cuando se fue.
Nunca soñé que la vería
en un "requiscat in pace"
tan cruel como el de hoy.
¡Mire, si no es pa' suicidarse
que por ese cachivache
sea lo que soy!...
Fiera venganza la del tiempo,
que le hace ver deshecho
lo que uno amó...
Este encuentro me ha hecho tanto mal,
que si lo pienso más
termino envenenao.
Esta noche me emborracho bien,
me mamo, ¡bien mamao!,
pa' no pensar.
Buglione-Pardo
1922
Maleva que
has vuelto al nido
de tu garufa arrepentida,
ya no sos la mantenida
que deslumbraba en el Pigall;
ya no tenés más berretines
de lujo y milonga,
de vicio y placer.
Volvés a tu vida primera
y la milonguera
vuelve a ser mujer.
Tal vez algún día
oyendo un tango malevo
arderá en tu alma un deseo
que matará el corazón.
Vos, que siempre fuiste
la reina de los festines,
ya no querés copetines,
ni tangos ni bandoneón.
Y ahora de nuevo en tu barrio
y por todos respetada,
viendo tu vieja encantada
con tu regeneración,
dentro de tu corazón
has de pensar que el cariño
tendió su manto de armiño
para abrigarte mejor.
Delfino-Bustamante
1927
No abandones
tu costura,
muchachita arrabalera,
a la luz de la modesta
lamparita a kerosene...
No la dejés a tu vieja
ni a tu calle, ni al convento,
ni al muchacho sencillote
que suplica tu querer.
Desecha los berretines
y los novios milongueros
que entre rezongos del fuelle
¡te trabajan de chiqué!
No salgas de tu barrio, sé buena muchachita
casate con un hombre que sea como vos
y aún en la miseria sabrás vencer tu pena
y ya llegará un día en que te ayude Dios.
Como vos, yo, muchachita
era linda y era buena,
era humilde y trabajaba
como vos en un taller;
dejé al novio que me amaba
con respeto y con ternura,
por un niño engominado
que me trajo al cabaret;
me enseñó todos sus vicios
pisoteó mis ilusiones
hizo de mí este despojo,
muchachita, ¡que aquí ves!
Collazo-Fontaina
1928
Cansada de
los gomina,
los niños bien y fifí,
ayer oí que una piba
con bronca cantaba así:
Mama, yo quiero un novio
que sea milonguero, guapo y compadrón,
que no se ponga gomina
ni fume tabaco inglés,
que pa' hablar con una mina
sepa el chamuyo al revés.
Mama, si encuentro ese novio
juro que me pianto aunque te enojés.
Ayer un mozo elegante
con pinta de distinguido
demostrando ser constante
desde el taller me ha seguido,
mas cuando estuvo a mi lado
me habló como un caramelo
del sol, la luna y el cielo
y lo pianté con razón.
Mama, yo quiero un novio
que sea milonguero, guapo y compadrón,
de los del gacho ladeado,
trencilla en el pantalón,
que no sea un almidonado
con perfil de medallón.
Mama, yo quiero un novio
que al bailar se arrugue como un bandoneón.
Yo quiero un hombre copero,
de los del tiempo del jopo,
que al truco conteste quiero
y en toda banca va al copo.
Tanto me da que sea un pato
y si mi novio precisa
empeño hasta la camisa
y si eso es poco, el colchón.
Mama, yo quiero un novio
que sea milonguero, guapo y compadrón.
COMPUESTA Y SIN NOVIO
Perelló – Mostaza
El
tronío, la guapeza y la solera,
y el embrujo de la noche sevillana
no lo cambio por la gracia cortijera
y er trapío de mi jaca jerezana.
A su grupa voy lo mismo que una reina
con espuelas de diamantes a los piés,
que luciera por corona y como peina,
la majeza del sombrero cordobés.
Mi
jaca
galopa y corta el viento
cuando pasa por el puerto
caminito de Jerez.
La quiero
lo mismito que al gitano
que me está dando tormentos
por culpita del querer.
A la grupa de mi jaca jerezana
voy meciéndome artanera y orgullosa,
como mece el aire por mi ventana
los geranios, los claveles y las rosas.
A su paso con el polvo del sendero,
cuando trota para mí forma un altar,
que ilumina el resplandor de los luceros
y que alfombra la ilusión de mi cantar.
Popular
En
el cafe de Chinitas
dijo Paquiro a su hermano:
Soy mas valiente que tu
mas torero y mas gitano.
En
el cafe de Chinitas
dijo Paquiro a Frascuelo:
Soy mas valiente que tu
mas gitano y mas torero.
Saco
Paquiro el relo
y dijo de esta manera:
Este toro ha de morir
antes de las cuatro y media.
Al
dar las cuatro en la calle
se salieron del cafe
y era Paquiro en la calle
un torero de cartel.
Popular
Tres
morillas me enamoran
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Tres
morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Y
hallábanlas cogidas,
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Tres
moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas,
iban a coger manzanas
a Jaén:
Axa y Fátima y Marién.
Popular
Las manos de mi cariño te están bordando una capa con agremán de alhelíes y con esclavina de agua. Cuando fuiste novio mío, por la primavera blanca, los cascos de tu caballo cuatro sollozos de plata. La luna es un pozo chico, las flores no valen nada, lo que valen son tus brazos cuando de noche me abrazan, lo que valen son tus brazos cuando de noche me abrazan.
Santonja-Penella
Era un huerto alegre cuajado de flores
en la vega hermosa que el Turia acaricia,
era un nido eterno de los ruiseñores,
jardín encantado de toda delicia.
Allí en la barraca nació Vicenteta
que a las mismas flores envidia les daba,
le vi cierta noche, mocita indiscreta,
a un humilde artista que fiel la adoraba.
Y ante los encantos de musa tan bella
fue la amante de ella el pobre escultor
que esclavo del arte, en su alma sentía
así le decía, temblando de amor:
Chiqueta, chiqueta meua
yo ta imatge vui copiar
serás la Maredeueta.
La Maredeueta mès volguda
y boniqueta que es venera en el altar.
Bajo el emparrado de la barraqueta
una bella imagen labró entre las flores,
y copiando el rostro, de su Vicenteta
modeló un conjunto de gracias y amores.
De sus brujas manos surgió la escultura
con calor de vida que su arte le daba
y fue aquella imagen de amor y ternura
la sagrada Virgen que el pueblo adoraba.
Y por vez primera, cubierta de flores
la gloriosa Virgen salió en procesión
y al verle las mozas, su cara de cielo
de todas las bocas, salió esta canción:
Mireu a la Vicenteta, me es igual
n´ho pot estar, ella es la Maredeueta.
La maredeueta mes volguda y boniqueta
que es venera en el altar.
Todo en la barraca cantaba y reía,
feliz el artista amó a Vicenteta
pero ella por otro en aciago día
huyó para siempre de su barraqueta.
Él quedó tan triste que aquel mismo año,
al salir su Virgen en la procesión,
recordando al verla, su cruel desengaño
quiso destrozarla, gritando traición.
Se paró la gente, cesaron los cantos
insultó a la Virgen en su frenesí
más pronto, rendido, vencido, humillado,
cayó arrodillado, diciéndole así:
O Santa Maredehueta,
No me faces desgraciat
Torna la meua chiqueta.
La meua chiqueta
Que te la teua careta
Mare dels desamparats.
Un señorito muy petimetre
se entró en mi casa cierta mañana
y así me dijo al primer envite.
Diga usted ¿quiere ser mi maja?
Yo le respondí con mi sonete,
Con mi canto, mi baile y soflama:
¡Qué chusco es usted señorito!
Usted quiere... ¡Caramba! ¡Caramba!
Donato-Lenzi
Corrientes
3, 4, 8,
segundo piso, ascensor.
No hay porteros ni vecinos.
Adentro, cocktail y amor.
Pisito que puso Maple:
piano, estera y velador,
un telefón que contesta,
una victrola que llora
viejos tangos de mi flor
y un gato de porcelana
pa' que no maulle al amor.
Y todo a media luz,
que es un brujo el amor,
a media luz los besos,
a media luz los dos.
Y todo a media luz
crepúsculo interior.
¡Qué suave terciopelo
la media luz de amor!
Juncal 12, 24
Telefoneá sin temor.
De tarde, té con masitas;
de noche, tango y cantar.
Los domingos, tés danzantes;
los lunes, desolación,
Hay de todo en la casita:
almohadones y divanes;
come en botica, cocó;
alfombras que no hacen ruido
y mesa puesta al amor.
Carlos GardelLe Pera
Peggy,
Betty, Julie, Mary,
rubias de New York,
cabecitas adoradas
que mienten amor.
Dan envidia a las estrellas,
yo no sé vivir sin ellas.
Betty, Julie, Mary, Peggy,
de labios en flor.
Es como el cristal
la risa loca de Julie,
es como el cantar
de un manantial.
Turba mi soñar
el dulce hechizo de Peggy,
su mirar azul
hondo como el mar.
Deliciosas criaturas perfumadas,
quiero el beso de sus boquitas pintadas.
Frágiles muñecas
del olvido y del placer;
ríen su alegría,
como un cascabel.
Rubio cocktail que emborracha,
así es Mary.
Tu melena que es de plata
quiero para mí.
Si el amor que me ofrecías
sólo dura un breve día,
tiene el fuego de una brasa
tu pasión, Betty.
Deliciosas criaturas perfumadas,
quiero el beso de sus boquitas pintadas.
Frágiles muñecas
del olvido y del placer,
ríen su alegría,
como un cascabel.
Troilo-Cadícamo
¡Qué
noche llena de hastío y de frío!
El viento trae un extraño lamento.
¡Parece un pozo de sombras la noche
y yo en la sombra camino muy lento.!
Mientras tanto la garúa
se acentúa
con sus púas
en mi corazón...
En esta noche tan fría y tan mía
pensando siempre en lo mismo me abismo
y aunque quiera arrancarla,
desecharla
y olvidarla
la recuerdo más.
¡Garúa!
Solo y triste por la acera
va este corazón transido
con tristeza de tapera.
Sintiendo tu hielo,
porque aquella, con su olvido,
hoy le ha abierto una gotera.
¡Perdido!
Como un duende que en la sombra
más la busca y más la nombra...
Garúa... tristeza...
¡Hasta el cielo se ha puesto a llorar!
¡Qué noche llena de hastío y de frío!
No se ve a nadie cruzar por la esquina.
Sobre la calle, la hilera de focos
lustra el asfalto con luz mortecina.
Y yo voy, como un descarte,
siempre solo,
siempre aparte,
recordándote.
Las gotas caen en el charco de mi alma
hasta los huesos calados y helados
y humillando este tormento
todavía pasa el viento
empujándome.
Piazzolla-Ferrer
Las
tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salís de tu casa,
por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en vos. . . Cuando, de repente, de
atrás de un árbol, me aparezco yo. Mezcla rara de penúltimo linyera y de
primer polizonte en el viaje a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas de la
camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una
banderita de taxi libre levantada en cada mano. ¡Te reís!... Pero sólo vos me
ves: porque los maniquíes me guiñan; los semáforos me dan tres luces
celestes, y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares. ¡Vení!,
que así, medio bailando y medio volando, me saco el melón para saludarte, te
regalo una banderita, y te digo...
(Cantado)
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños, con un vals,
me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión;
y a vos te vi tan triste... ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!...
el loco berretín que tengo para vos:
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu porteña soledad,
por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y un trombón
a desvelarte el corazón.
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré,
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad...
¡Ya vas a ver!
(Recitado)
Salgamos a volar, querida mía;
subite a mi ilusión super-sport,
y vamos a correr por las cornisas
¡con una golondrina en el motor!
De Vieytes nos aplauden: "¡Viva! ¡Viva!",
los locos que inventaron el Amor;
y un ángel y un soldado y una niña
nos dan un valsecito bailador.
Nos sale a saludar la gente linda...
Y loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!:
provoco campanarios con la risa,
y al fin, te miro, y canto a media voz:
(Cantado)
Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Trepate a esta ternura de locos que hay en mí,
ponete esta peluca de alondras, ¡y volá!
¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!
Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Abrite los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir...
¡Vení, volá, vení! ¡Trai-lai-la-larará!
(Gritado)
¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
Loca ella y loco yo...
¡Locos! ¡Locos! ¡Locos!
¡Loca ella y loco yo
Villoldo
Yo
tengo una bicicleta
que costó 2.000 pesetas
y que corre más que un tren.
Por la tarde yo me monto,
y más ligero que un rayo,
voy a lucir este cuerpo
por la Avenida de Mayo.
A Palermo muy temprano,
los domingos suelo ir,
y se quedan embobados
muchos ciclistas que hay por ahí.
Las bicicletas
son muy bonitas
y las montan en pelo,
las señoritas;
por cierto que hay
mil discusiones,
porque han de llevar faldas
o pantalones.
Los sombreros a la moda,
que ahora llevan las señoras
son una barbaridad.
Tienen todos grandes cintas,
y luego la mar de lazos,
con plumas de pavo arriba
y plumas de pavo abajo.
Y al pobrete, que en un teatro
le toque detrás estar,
si quiere ver las funciones
una siestita se puede echar.
Porque hay sombreros,
de algunas damas,
con lechugas y coles,
troncos y ramas.
Y con jilgueros
y con canarios,
con palomas y loros
y campanarios.
En la época presente
no hay nada tan floreciente
como la electricidad.
El teléfono, el micrófono,
el tan sin rival fonógrafo,
el pampirulíntintófono,
y el nuevo cinematógrafo.
El biógrafo, el caustígrafo,
el pajalacaflunchincófono,
el chincatapunchincógrafo
y la asaúra hecha con arroz.
Todos estos nombres
y muchos más,
tienen los aparatos
de electricidad,
que han inventado
desde hace poco,
con idea que el mundo
se vuelva loco.
Enrique Santos Discépolo
Que
el mundo fue y será una porquería
ya lo sé...
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos...
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...
¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignón",
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón...
¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley...
SIBONEY
Ernesto Lecuona
Siboney, yo te quiero yo me muero por tu amor.
Siboney, en tu boca la miel puso su dulzor.
Ven aquí, que te quiero
y que todo tesoro eres tú para mí.
Siboney, al arrullo de las palmas pienso en ti.
Siboney de mi sueño
si no oyes la queja de mi voz,
Siboney si no vienes me moriré de amor.
Siboney de mis sueños te espero
sin ansia en mi caney,
Siboney si no vienes yo moriré de amor.
Oye el eco de mi canto de cristal,
que no se pierda por entre el ruido manigual.
Pasacalles de la zarzuela Las Leandras (Alonso-Millán)
Por la calle de Alcalá
con la falda almidoná
y los nardos apoyaos a la cadera.
La florista viene y va
y sonríe descará
por la acera de la calle de Alcalá.
Y el buen mozo que la ve,
va y le dice venga usted
a ponerme en la solapa lo que quiera.
Que la flor que usted me dá,
con envidia la verá
todo el mundo por la calle de Alcalá.
Lleve usted nardos, caballero,
si es que quiere a una mujer.
Nardos no cuestan dinero
y son lo primero para convencer.
Llévelos y si se decide,
no me moveré de aquí.
Luego si alguien se los pide,
nunca se le olvide que yo se los dí.
Lleve usted nardos, caballero,
si es que quiere a una mujer.
Nardos no cuestan dinero
y son lo primero para convencer.
Y el buen mozo que la ve,
va y le dice venga usted
a ponerme en la solapa lo que quiera.
Que la flor que usted me dá,
con envidia la verá
todo el mundo por la calle de Alcalá.
Lleve usted nardos, caballero,
si es que quiere a una mujer.
Nardos no cuestan dinero
y son lo primero para convencer.
Llévelos y si se decide, no me moveré de aquí.
Luego si alguien se los pide,
nunca se le olvide que yo se los dí.
Lleve usted nardos, caballero,
si es que quiere a una mujer.
Nardos no cuestan dinero
y son lo primero para convencer.
Alberto Domínguez
Nadie
comprende lo que sufro yo
tanto, pues ya no puedo sollozar;
solo, temblando de ansiedad estoy
todos me miran y se van.
Mujer,
si puedes tú con Dios hablar,
pregúntale si yo alguna vez
te he dejado de adorar.
Y
al mar, espejo de mi corazón,
las veces que me ha visto llorar
la perfidia de tu amor.
Te
he buscado por doquiera que yo voy,
y no te puedo hallar.
¿Para qué quiero otros besos
si tus labios no me quieren ya besar?
Y
tú, quién sabe por dónde andarás
quien sabe que aventuras tendrás
que lejos estás de mí.
1935
LePera-Gardel
Por
una cabeza
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar,
y que al regresar
parece decir:
No olvidé, hermano,
vos sabés, no hay que jugar.
Por una cabeza,
metejón de un día
de aquella coqueta
y burlona mujer,
que al jurar sonriendo
el amor que está mintiendo,
quema en una hoguera
todo mi querer.
Por una cabeza,
todas las locuras.
Su boca que besa,
borra la tristeza,
calma la amargura.
Por una cabeza,
si ella me olvida
qué importa perderme
mil veces la vida,
para qué vivir.
Cuántos desengaños,
por una cabeza.
Yo jugué mil veces,
no vuelvo a insistir.
Pero si un mirar
me hiere al pasar,
sus labios de fuego
otra vez quiero besar.
Basta de carreras,
se acabó la timba.
¡Un final reñido
ya no vuelvo a ver!
Pero si algún pingo
llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero.
¡Qué le voy a hacer..!
Ricardo-Gardel-Flores
1921
Se
te embroca desde lejos, pelandruna abacanada,
que has nacido en la miseria de un convento de arrabal...
Porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada,
la manera de sentarte, de mirar, de estar parada
o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal.
Ese
cuerpo que hoy te marca los compases tentadores
del canyengue de algún tango en los brazos de algún gil,
mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores,
entre el humo de los puros y el champán de Armenonville.
Son macanas, no fue un guapo haragán ni prepotente
ni un cafisho de averías el que al vicio te largó...
Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente...
¡berretines de bacana que tenías en la mente
desde el día que un magnate cajetilla te afiló!
Yo recuerdo, no tenías casi nada que ponerte,
hoy usas ajuar de seda con rositas rococó,
¡me revienta tu presencia... pagaría por no verte...
si hasta el nombre te han cambiado como has cambiado de suerte:
ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot!
Ahora vas con los otarios a pasarla de bacana
a un lujoso reservado del Petit o del Julien,
y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana
pa' poder parar la olla, con pobreza franciscana,
en el triste conventillo alumbrado a kerosén.
Gardel-Razzano-Flores
1923
Rechiflado
en mi tristeza, te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.
Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,
Ios morlacos del otario los jugás a la marchanta
como juega el gato maula con el mísero ratón.
Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu pobre corazón.
Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado;
no me importa lo que has hecho, lo que hacés ni lo que harás...
Los favores recibidos creo habértelos pagado
y, si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado,
en la cuenta del otario que tenés se la cargás.
Mientras tanto, que tus triunfos, pobres triunfos pasajeros,
sean una larga fila de riquezas y placer;
que el bacán que te acamala tenga pesos duraderos,
que te abrás de las paradas con cafishos milongueros
y que digan los muchachos: Es una buena mujer.
Y
mañana, cuando seas descolado mueble viejo
y no tengas esperanzas en tu pobre corazón,
si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo,
acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo
pa'ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.
Tango
Música: José María Aguilar
He
rodao como bolita de pebete arrabalero
y estoy fulero y cachuso por los golpes, ¿qué querés?
Cuantas veces con un cuatro a un envido dije ¡Quiero!...
y otra vez me fui a baraja y tenía treinta y tres.
Te conocí cuando entraba a fallarme la carpeta,
me ganaste con bondades poco a poco el corazón.
El hombre como el caballo, cuando ha llegado a la meta
afloja el tren de carrera y se hace manso y sobón.
Vos sos buena, no te alcanza ni el más mínimo reproche
y sos para mí una amiga desinteresada y leal,
una estrella en lo triste de mi noche,
una máscara de risa en mi pobre carnaval...
Vos me torciste la vida, te pusiste en mi camino
para alumbrarme con risas, con amor y con placer.
Y entré a quererte, por esa ley del destino
sin darme cuenta que estaba ya viejo para querer...
¿Viejo?...Porque tengo miedo que me sobrés en malicia.
¿Viejo?...Porque desconfío que me querés amurar.
Porque me estoy dando cuenta que fue mi vida ficticia
y porque tengo otro modo de ver y filosofar.
Sin embargo, todavía, si se me cuadra y me apuran
puedo mostrarle a cualquiera que sé hacerme respetar.
Te quiero como a mi madre, pero me sobra bravura
pa'hacerte saltar pa'arriba cuando me entrés a fallar.
Pocas veces tiene la suerte el lector de contar con un documento como el que hoy publica El Cultural: un ensayo de Borges, inédito, y sobre el tango. El hombre de la esquina rosada, el poeta de los tigres y los espejos, tenían algo en común: amaban el tango con la misma pasión canalla de su autor, el exquisito y genial Borges. El poeta, que mantuvo siempre su militante y a veces extravagante cosmopolitismo, nunca dejó de lado las formas más populares de la cultura argentina. Se sentía, escribe aquí, "expresado, confesado en el tango". De ahí este apasionante recorrido por el tango como imagen y resumen del alma argentina. Ya lo dijo Óscar Bianchi: "Borges es tango y no sólo tango". Borges sólo es Borges en el espejo. Éste que busca las raíces del tango y las de la propia Argentina en las páginas de El círculo secreto (que publicará próximamente en Argentina Emecé), con los prólogos y textos con los que presentó muchas obras de sus amigos. A él pertenece este ensayo, transcripción de las palabras pronunciadas el 7 de octubre de 1969. Con este texto no acaban los hallazgos borgianos: la semana pasada se descubrían una carta y un poema escritos en alemán, dirigidos al poeta Kurt Heynicke desde el barco María Victoria en 1921, después de un viaje por Europa. Borges sigue vivo del otro lado del espejo.
Apenas unas palabras, unas palabras liminares. Quiero tomar este tema desde un poco lejos, ya que quiero señalar una paradoja. La paradoja, según se sabe, según solía recordar De Quincey, no es algo extravagante, no: es una verdad que puede parecer increíble. Y ahora vayamos a la paradoja que entraña el tango y más que el tango, la fama del tango, el casi mito del tango.
Vamos a recordar algo sobre este país en general. Pensemos en el territorio que es ahora nuestra querida patria; pensemos en la que fue acaso la más pobre, la más olvidada, la más despoblada de las regiones del vasto imperio español; pensemos que la conquista fue superficial: que había por lo menos en esta parte del Sur pocos indios y menos españoles. Es posible que muchos indios no se enteraran de la conquista. En cuanto a las ciudades, las que ahora son grandes ciudades, se ve que hablar de su fundación es una suerte de error, ya que fueron fundadas un poco al azar de las fatigas de las tropas. Y así tenemos a Buenos Aires, por ejemplo, que está casi al nivel del lento río, "del río inmóvil", como diría Mallea; así tenemos lo mismo con El Rosario; tenemos a Córdoba enclavada en una suerte de pozo. Y luego ocurre un hecho, un hecho que ya han señalado los historiadores: los conquistadores, además de difundir el imperio y la religión, so color de religión van a buscar plata y oro del encubierto tesoro, para repetir aquellos versos que Prescott usa como epígrafe en su Historia de la conquista del Perú.
Pues bien, tenemos un territorio de pobres llanuras, de llanuras cuya riqueza sería futura; tenemos unas pocas ciudades, no ciudades ilustres como Lima o México, sino ciudades pobres y un ambiente burgués, un ambiente en el cual, según he leído, los mismos virreyes no ostentaban sus títulos nobiliarios porque no había ambiente para ello. Y así tenemos nuestra época colonial, asaz pobre, y luego venturosamente para nosotros, las invasiones inglesas que rechazamos y que demostraron al pueblo de Buenos Aires su propia fuerza, ya que poco hicieron las autoridades. Fue Buenos Aires la que se defendió, y luego vendría la Revolución de Mayo, y luego aquel Congreso de 1816, en que tomamos la resolución de ser argentinos, es decir, de ser algo que todavía casi no tenía sentido.
Y luego viene la historia argentina, tan azarosa. Tenemos el hecho de que la guerra de la Independencia de esta parte de América (la del Norte es muy anterior), es obra en gran parte argentina, colombiana, venezolana. Y todo esto se hace por obra de unos cuantos señores y desde luego de los soldados, los soldados que no tendrían mayor conciencia de lo que era la patria ni de la empresa que habían acometido. Luego tenemos las guerras civiles y tenemos la guerra con el Brasil después de la victoria de la larga guerra contra los españoles; luego las guerras de la primera dictadura, luego la guerra del Paraguay y las guerras civiles, es decir, la guerra contra aquellos caudillos que habían tomado el lado de la barbarie y la guerra contra el indio.
Y más o menos hacia 1910, éramos quizá la primera república latinoamericana, y esto solemos olvidarlo. Pensamos que composiciones como la "Oda a la Argentina" de Rubén Darío, o las Odas seculares de Lugones fueron meros brindis, meras efusiones de brindis. Pero, realmente, yo que recuerdo aquellos años (aquellos años en que el cometa me parecía una parte de la iluminación del Centenario), sé que todo eso correspondió a un gran entusiasmo, como después, digamos, la revolución de 1955. Y en todos aquellos años habíamos hecho muchas cosas: habíamos hecho de este territorio perdido una gran república por obra ciertamente de la inmigración también, que ha hecho de nosotros un país que difiere de otros de este continente, por el hecho de ser un país de clase media y de población blanca, sin mucha población indígena y casi sin población africana, ya que los esclavos y los descendientes de los esclavos misteriosamente desaparecen.
Luego, juntamente con la revolución, nace un género literario peculiar: la poesía gauchesca, inaugurada por el montevideano Bartolomé Hidalgo, y que nos llega y que culmina, en la obra de Ascasubi, de Hernández, en Don Segundo Sombra también. Luego el modernismo que renueva las diversas literaturas, cuyo instrumento es la lengua española, y que surge de este lado del mar, ya que en contra de la geografía estábamos más cerca –y quizá aún lo estemos–, más cerca de Francia y de Edgar Allan Poe que de España. Y luego surge esta gran ciudad, Buenos Aires, y el hecho de que todos nos sentimos argentinos.
Aquí poco importa nuestra ascendencia. Yo sé por ejemplo, que uno de mis amigos más íntimos es Carlos Mastronardi, el gran poeta entrerriano Carlos Mastronardi, y creo que su madre y su padre son florentinos. Yo, que yo sepa (pero nadie puede estar seguro), no tengo sangre italiana; tengo sangre portuguesa, española, inglesa. Sé que otro gran amigo mío, Bioy Casares, es parcialmente de origen francés; sé lo mismo de Manuel Peyrou, del sur de Francia. Tengo amigos judíos, tengo amigos de distintas razas y eso no ha significado la menor grieta entre nosotros: lo importante es el hecho de que todos nos sentimos argentinos.
Pues bien, el modernismo, según nos recuerda Max Henríquez Ureña en su Breve historia del modernismo, tiene una de sus capitales en Buenos Aires, la otra es México. Y luego según Juan Ramón Jiménez me dijo y según pude comprobar históricamente, luego llega a España e inspira por ejemplo a dos grandes poetas: a los hermanos Manuel y Antonio Machado. Todo esto lo hacemos; sin embargo, todo esto de algún modo es secreto para el mundo, todo esto no interesa mayormente a la gente. Pero mientras tanto sucede otra cosa, otra cosa casi ignorada.
Yo he conversado con Saborido, autor de "La morocha", he conversado con Ernesto Poncio, autor de "Don Juan" y creo que de "El entrerriano"; he conversado con gente de la familia de Greco; he conversado con hombres que vivieron los orígenes del tango. Quiero recordar aquí a mi amigo don Nicolás Paredes, caudillo que fue de Palermo. Quiero recordar a un tío mío marino, Francisco Borges, que con unos amigos quiso bailar con corte y quebrada en un conventillo de la calle Las Heras. Ese conventillo se llamaba Los Cuatro Vientos, lo cual sugiere ya grandes patios y ventolina. Y los echaron, porque como dice Carriego en un poema: "La casa será todo lo que se quiera, pero decente". Quiere decir que el pueblo, entonces, no ignoraba el origen del tango. Ese origen es un origen híbrido. Después se ha hecho una leyenda, una especie de histoire d’un jeune homme pauvre de un baile orillero que es rechazado por la gente aristocrática y que finalmente el pueblo lo impone. Yo diría que ocurre exactamente lo contrario.
Me he ocupado alguna vez de la topografía del tango y he notado, sin mayor sorpresa, que cada uno lo llevaba a su barrio, cada uno creía que en su barrio había surgido el tango; lo cual es una prueba del amor de la gente, del amor que le sentimos. Hay un libro de Vicente Rossi, Cosas de negros, un libro que está incluido en la obra de la señora de Panti y de Tomás de Lara [El tema del tango en la literatura argentina] –del cual hay un fragmento, creo–, que nos lleva a una academia, a una casa de bailes públicos en la ciudad vieja de Montevideo, al sur, creo que por la calle Yerbal, la calle de las casas malas. He hablado con el doctor Bioy también, y con muchos otros. Naturalmente, si el interlocutor era rosarino, el tango era evidentemente del Rosario, del barrio cerca de la estación Rosario Norte; si era montevideano, correspondía a Montevideo; si era de Buenos Aires, correspondía no sólo a Buenos Aires sino a su barrio de Buenos Aires.
Pero todo esto, esta topografía, ¿qué puede importarnos ahora? Lo importante es este hecho curioso: el hecho de que mientras públicamente –contra la barbarie, contra el gaucho a veces, contra el indio– estamos fundando un gran país, también se está creando, se está urdiendo, está engendrándose en la sombra, algo que nos hará famosos en el mundo, y ese algo es el tango.
Y el tango sale, no del pueblo, no de la aristocracia, sino del ambiente mixto, creo yo, de ciertas casas "no santas", y creo que esto puede probarse por los instrumentos. Si el tango hubiera surgido del pueblo, su instrumento hubiera sido la guitarra. Yo de chico he oído tantas veces la guitarra en los almacenes, la guitarra muy mal tocada, pero frecuente; en cambio sabemos que los primeros instrumentos del tango fueron el piano, la flauta y el violín, al que se le agregaría después el bandoneón. Y nada de esto tiene que ver con el pueblo. Todo esto ya presupone ese ambiente en el que se codeaban el rufián y el niño bien, calavera.
Y recuerdo aquellos primeros tangos sin letra o con letra obscena, y recuerdo también haber visto bailar –estoy pensando en este momento en la esquina de Serrano y de Guatemala–, haber visto bailar el tango al compás del organito por parejas de hombres, de hombres porque las mujeres no querían participar en un baile cuyo origen conocían. Y recuerdo aquella sentencia acuñada por Lugones: "El tango, ese reptil de lupanar". Quiero admirar la precisión de la palabra "reptil" en que están las quebradas y los cortes, lo sinuoso del baile, y desde luego, el desdén que sentiría Lugones, cordobés, por un baile de origen –equívoco o no– más bien inequívoco, de Buenos Aires.
Y luego el tango crece, y ahora, como acaba de señalar Gancedo, todos nosotros, más allá del lugar del que vengamos, nos sentimos expresados en el tango, nos sentimos confesados en el tango. Desde luego hay diferencias de épocas: yo soy un señor ya de cierta edad, no en vano nací en 1899, y me siento confesado, o quisiera sentirme confesado –porque ya hay una suerte de nostalgia en todo esto–, en el tango milonga o lo que llaman "tango de la Guardia Vieja". Y aquí voy a volver a recordar a mi amigo Paredes, hombre de guitarra y cuchillo. Estábamos en un café de la calle Santa Fe y tocaron, creo que tocaron "Caminito". Entonces él lo oyó, con perplejidad, y dijo: "Todo esto estará muy bien, pero para mí es demasiado científico". De modo que no sé qué hubiera dicho de otras elocuciones, digamos, de la música, si ya ese música sencilla y campesina excedía sus escasísimos conocimientos de mal guitarrista y de buen payador. Es decir, para mí el tango sigue siendo todavía, por ejemplo, "El pollito", "El cuzquito", "Rodríguez Peña", "El choclo" y otros.
Quiero pensar en un amigo también. Quiero pensar en Sergio Piñero. Sergio Piñero publicó un artículo en una publicación a cuya redacción no pertenecí, aunque alguna vez me publicaron un poema. Me refiero a "Martín Fierro". Y ahí él se quejó de que el tango estuviera ablandándose, de que el tango hubiera perdido lo que tenía de la milonga, es decir, esa suerte de coraje florido. Todo eso después ha ido ablandándose. Luego el tango fue llevado a París –creo que entre otras personas por Ricardo Güiraldes–, y volvió adecentado, triste y lento y sentimental. Y últimamente, alguien que no parece haber escuchado "El cuzquito" o "Rodríguez Peña" o "El choclo" ha dicho: "El tango es un pensamiento triste que se baila". Y yo querría oponer tímidamente, tímidamente porque ciertamente mis conocimientos de música y de baile se confunden con la nada absoluta, querría oponer unas tímidas objeciones. En primer término, no creo que la música siendo un arte proceda de un "pensamiento"; yo diría, de una emoción; luego "triste", ¿por qué triste?, habrá tangos tristes, pero para mí el tango es todavía una expresión de valentía, de alegría, de coraje (es verdad que estoy pensando en el tango milonga y no en el tango canción); y luego, "que se baila", me parece algo agregado, porque si yo voy caminando por la calle y veo que alguien silba, reconozco inmediatamente el tango. Ese tango puede gustarme o no, pero hay algo en mi cuerpo, hay algo en mi cuerpo no sólo de porteño sino de argentino que lo reconoce inmediatamente. El hecho es que ese baile rechazado al principio por el pueblo, es admitido luego, porque se sabe que ha sido admitido en París. Nosotros juzgamos muchas veces las cosas según el juicio ajeno, lo cual desde luego es una forma de humildad y de modestia, que no debemos censurar.
Pues bien, el tango de algún modo sigue, como acaba de decir Gancedo, misteriosamente representándonos: algunos pueden gustarnos, otros no. Podemos preferir el tango sentimental; yo prefiero el tango valeroso. Podemos preferir también esos juegos musicales que se llaman tango y que yo no reconozco del todo (la verdad es que soy un señor ya viejo, según he dicho), pero el tango sigue representándonos; es decir, algunos calaveras, algunos canallas ¡por qué no decirlo!, y algunos buenos músicos ciertamente hicieron, quizá por lo que se llamaba "el barrio tenebroso", de Junín y Lavalle, algo que ahora no sólo ha hecho famoso el nombre argentino –¡qué importa la fama!, absolutamente nada–, sino algo que nos expresa a todos. ¡Y hay tantos testimonios sobre el tango! Creo que todos ellos están reunidos en este libro.
Jorge LUIS BORGES
Son muy escasos los manuscritos de Jorge Luis Borges que se han conservado. En este, no fechado y conservado en la biblioteca de la Universidad norteamericana de Notre Dame (Indiana), Borges dibujó una pareja de bailarines de tango y anotó estas líneas: "El tango es prostibulario. De ello no tengo dudas. Pero la certeza no me acompaña si se trata de ubicar la cuna del mismo. Para Ernesto Poncio, es la recova del Retiro, claro está, en los prostíbulos; los del Sur creen que es en la calle Chile, y los del Norte sostienen que es en la calle del Temple, ambas golferas. En todo caso es indiscutible que nace entre 1880 y 1890". El manuscrito incluye, además de la firma de Borges, estas dos "Coplas": "Barracas al Sur/Barracas al Norte/a mí me gusta/bailar con corte"; "Mañana por la mañana/me voy a las Cinco Esquinas/a tomarme un mate amargo/de la mano de mi china".
(Valverde-León-Quiroga)
Para mis manos tumbagas,
para mis caprichos monedas.
Y para mi cuerpo lucirlo mantones bordados,
vestidos de seda.
La luna que llovía, la luna que me da.
Que para eso mi payo ha visto
más parnés que tiene un sultán.
Envidio tu suerte,
me dicen algunas al verme lucir.
Y no se desplome la envidia que ellas me causan a mí.
María de la O, que desgraciadita
gitana tu eres teniéndolo todo.
Te quieres reír y hasta los ojitos
los tienes morados de tanto sufrir.
Maldito parné que por su culpita
dejaste a la gitana que fue tu querer.
Castigo de Dios, castigo de Dios.
Es la crucecita que llevas a cuestas María de la O.
Para su sed fui el agua,
para su frío candela.
Y para su Cristo Gitano, un cielo de amores
con luna y estrellas.
Querer como aquel nuestro, no hay en el mundo dos.
Maldito dinero que así de su vera a mí me apartó.
Serás mas que reina
me dijo a mí el payo y yo lo creí.
Mi vida y mi oro daría yo ahora por ser lo que fuí.
María de la O, que desgraciadita
gitana tu eres teniéndolo todo.
Te quieres reír y hasta los ojitos
los tienes morados de tanto sufrir.
Maldito parné que por su culpita
dejaste a la gitana que fue tu querer.
Castigo de Dios, castigo de Dios.
Es la crucecita que llevas a cuestas María de la O.
Quintero-León-Quiroga
¿Por qué se viste de negro, ay de negro
si no se le ha muerto nadie?
¿Por qué está siempre encerrada, ay por qué
como la que está en la cárcel?
Porque no tiene familia
ni perrito que la ladre
ni flores que la diviertan
ni risas que la acompañen.
Del porqué de este porqué
quiere la gente enterarse,
cuatro suspiros se escapan
y no los entiende nadie
y no los entiende nadie.
Yo soy la otra, la otra
y a nada tengo derecho
porque no llevo un anillo
con una fecha por dentro,
no tengo ley que me ampare
ni puerta donde llamar
y me alimento a escondidas
con tus besos y tu pan.
Con tal que vivas tranquilo
qué importa que yo me muera,
te quiero siendo la otra
como la que más te quiera.
(León - Valerio – Quiroga)
La Parrala,
dicen que era de Moguer,
otros asegura que fue de La Palma,
pero nadie pudo de fijo saber
de dónde sería Trini la Parrala.
Las malas lenguas decían
que las claritas del día
siempre la daban bebiendo,
pero ninguno sabía
el porqué de la agonía
que la estaba consumiendo.
Unos decían que sí,
otros decían que no,
y para dar más que decir
la Parrala así cantó:
Que sí, que sí, que sí, que sí,
que a la Parrala le gusta el vino;
que no, que no, que no, que no,
ni el aguardiente ni el marrasquino.
Que sí, que sí, que sí, que sí,
que si no bebe no puede cantar,
que no, que no, que no, que no,
que sólo bebe para olvidar.
¿Quién me
compra este misterio?
Adivina adivinanza;
¿Por quién llora, por quién bebe,
por quién sufre la Parrala?
Dos hombres
riñeron una madrugada
dentro del colmado
donde ella cantaba,
y el que cayo herido dijo al expirar:
"Por tu culpa ha sido,
Trini la Parrala".
Los jueces al
otro día
a la Trini preguntaban
si a aquel hombre conocía,
y la Trini contestaba:
"Yo no lo he visto en mi vida
ni sé por qué lo mataban".
Unos decían
que sí,
otros decían que no,
y pa dar más que decir
la Parrala así cantó:
Que sí, que sí, que sí, que sí,
que la Parrala tiene un amante;
que no, que no, que no, que no,
que ella no quiere más que a su cante.
Que sí, que sí, que sí, que sí,
que si no bebe no puede cantar,
que no, que no, que no, que no,
que sólo bebe para olvidar.
¿Quién me
compra este misterio?
Adivina adivinanza;
¿Por quién llora, por quién bebe,
por quién sufre la Parrala?
MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO
(Federico García Lorca, Romancero Gitano)
Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrella clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir,
-Antonio Torres Heredia.
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
.
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
-Mis cuatro primos Heredias
Hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
-¡Ay, Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
-¡Ay Federico García,
llama a la guardia civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.
tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.
Quintero-León-Quiroga
En en café
de Levante entre palmas y alegrías,
cantaba la Zarzamora;
se lo pusieron de mote porque dicen que tenía
los ojos como las moras.
Le hablo primero a un tratante, y olé,
y luego fue de un Marqués
que la lleno de brillantes, y olé,
de la cabeza a los pies.
Decía la gente que si era de hielo,
que si de los hombres se estaba burlando,
hasta que una noche, con rabia de celos,
a la Zarzamora pillaron llorando.
¿Qué tiene
la Zarzamora
que a todas horas
llora que llora por los rincones,
ella que siempre reía
y presumía de que partía los corazones?
De un querer hizo la prueba
y un cariño conoció
que la trae y que la lleva
por la calle del dolor.
Los flamencos del colmado
la vigilan a deshora
porque se han empestillado
en saber del querer desgraciado
que embrujó a la Zarzamora.
Cuando
sonaban las doce una copla de agonía
lloraba la Zarzamora,
mas nadie daba razones ni el intríngulis sabía
de aquella pena traidora.
Pero una noche al levante, y olé,
fue a buscarla una mujer;
cuando la tuvo delante, y olé,
se dijeron no sé qué.
De aquello que hablaron ninguno ha sabido
mas la Zarzamora lo dijo llorando
en una coplilla que pronto ha corrido
y que ya la gente la va publicando.
Lleva
anillo de casado,
me vinieron a decir,
pero ya lo había besado
y era tarde para mí.
Que publiquen mi pecado
y el pesar que me devora
y que todos me den de lado
al saber del querer desgraciado
que embrujó a la Zarzamora.
(León, Ochaíta, Quiroga)
1944
En Cádiz tiene la Bizcocha
un café de marineros,
y en el café hay una niña
coló de lirio moreno.
Lirio la llaman por nombre
y ese nombre bien le está,
por un cariño cariño
tiene las ojeras morás.
Y de Cádiz a Almería,
con voz ronca de aguardiente,
canta la marinería:
La Lirio, la Lirio tiene,
tiene una pena la Lirio,
y se le han puesto las sienes
moraítas de martirio.
Se dice si es por un hombre,
se dice que si es por dos,
pero la verdad del cuento,
¡Ay señor de los tormentos!,
la saben la Lirio y Dios.
A la mar marea, y a la Virgen, cirio,
y para duquitas, ¡mare de mi arma!,
para duquitas negras,
las que tiene la Lirio.
Un hombre vino de Cuba
que a la Bizcocha ha pagado
cincuenta monedas de oro
por aquel lirio moreno.
Que fue con un bebedizo
de menta y ajonjolí,
que fue una noche de luna,
que fue una tarde de Abril.
Y de Cádiz a Almería
canta el novio de la Lirio
con una voz dolorida:
La Lirio, la Lirio tiene,
tiene una pena la Lirio,
y se le han puesto las sienes
moraítas de martirio.
Se dice si es por un hombre,
se dice que si es por dos,
pero la verdad del cuento,
¡Ay señor de los tormentos!,
la saben la Lirio y Dios.
A la mar marea, y a la Virgen, cirio,
y para duquitas, ¡mare de mi arma!,
para duquitas negras,
las que tiene la Lirio.
(León-Valverde-Quiroga)
Es Maricruz la mocita
la más bonita
del barrio de Santa Cruz,
el viejo barrio judío,
rosal florido, clavado
en su rosal de luz.
Y desde la Macarena
la vienen a contemplar,
pues su carita morena
hace a los hombres soñar.
Y una noche de luna
el silencio rompió
la guitarra moruna
y una voz que cantó:
Ay, Maricruz, Maricruz,
maravilla de mujer,
del barrio de Santa Cruz
eres un rojo clavel.
Mi vida sólo eres tú
y por jurarte yo eso
me diste en la boca un beso
que aún me quema,
Maricruz. Ay, Maricruz, ay, ay, Maricruz.
Fue como pluma en el viento
su juramento
y a su querer traicionó,
de aquellos brazos amantes
huyó una tarde
y a muchos después se entregó.
Señoritos con dinero
la lograron sin tardar
y aquel su cuerpo hechicero
hizo a los hombres pecar.
Pero sólo hubo un hombre
que con pena lloró
recordando su nombre
esta copla cantó:
Ay, Maricruz, Maricruz,
maravilla de mujer,
del barrio de Santa Cruz
eres un rojo clavel.
Mi vida sólo eres tú
y por jurarte yo eso
me diste en la boca un beso
que aún me quema,
Maricruz. Ay, Maricruz, ay, ay, Maricruz.
Triniá, mi Triniá,
El Museo sevillano un mal día visitó
Triniá, mi Triniá,
(Vega-Oropesa-Carmona)
Ay, de Cádiz
para Chiclana camino sembrado de flores
me encontré a una Chiclanera que me daba mal de amores,
Chiclanera, yo que también he sufrido por no ser querido
estoy a tu vera,
para calmar tus dolores
aquí me tienes rendido y ese amor que se te muere,
para mí vuelve a vivir, Chiclanera
porque estoy arrepentido y to el mundo es mio
teniéndote a ti.
Supliqué a mi
Chiclanera que tuviera compasión
y me contestó altanera que no tenía perdón,
por su amor fui peregrino y por los caminos de mi gran dolor,
los zarzales que me hirieron al final me dieron su más bella flor.
Ay, de Cádiz
para Chiclana camino sembrado de flores
me encontré a una Chiclanera que me daba mal de amores,
Chiclanera, yo que también he sufrido por no ser querido
estoy a tu vera,
para calmar tus dolores
aquí me tienes rendido y ese amor que se te muere,
para mí vuelve a vivir, Chiclanera
porque estoy arrepentido y to el mundo es mio
teniéndote a ti.