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en este número

kiosko de poesía número 25

Ángeles Mora

Antonio Dafos

Antonio José Quesada

Anuk Kann

Danilo

Ignacio Gago

Ignacio López de Aberasturi

José Luis García Herrera

Maricarmen Martín Granados

Nieves Chillón

Pablo Casares

Pablo Valdivia

Rafael Juárez

Raúl Quinto

Trinidad Gan

 

Ángeles Mora

CAMINO Del peligro

 

Como una piedra,

como un pez que se deja

arrastrar por las aguas.

Sin volver la mirada,

sin divisar la orilla.

Navego el ancho río del olvido

siguiendo la corriente

que me lleva al peligro.

No sé cómo termina el desafío

y eso añade suspense.

Sé que me esperan

los rápidos al fondo,

la última aventura,

el torrente final.

He de jugarme el resto

en una sola carta.

Siento un vértigo frío:

mi historia es como el sueño

de un naipe en la baraja.

 

(De Vitolas del Anaïs, número 18, Juegos entre la lluvia)

 

 

 

Antonio Dafos

UN PLANTÓN

 

Siente nuestro hombre que está bien

que pique divagante por su cercanía

un rafaelesco y parvulario gorrión.

También él pica, con los ojos, aquí

y allí, en la plaza donde espera

puntual desde hace un rato.

Por supuesto está sentado y tan alto

calla que apaga su silencio toda voz

y torna el mundo sordo y grato tráfago

en otro estilo definido, como cuadra

con el simple animal que se es

esperando. Podría llegar la noche.

Y de entre todos los errantes

pensamientos ( pero no exactamente

pensamientos, como si pudieran

volver a ser tratados, sino algo

acordado en el nuevo pacto

con el tiempo, próximo a lo eterno,

algo que es más dúctil, más irresponsable,

algo que es dorado o rojo) sólo aparta

uno: que vaya finalmente a aparecer

ella, tras haber gustado tan perfecta

forma de existencia, conocido el sabor

de estar justificada su presencia

entre las cosas.

 

Antonio José Quesada

BANDERAS

 

Mi gran sueño:

cantidad de banderas,

esos trapos sangrientos,

sin astas utilizables.

Arrumbadas, por tanto.

Inútiles. Benignas. Nada.

 

Anuk Kann

LA REJA

 

Una mano se ase a una reja

Una mano joven, vieja

No llora, no se queja

Se rinde, se deja

...

Un rostro se acerca a la mano

Y contempla el mundo

al otro lado

...

No viene su amor

Y suelta la flor

La flor cae al suelo

hostil, usurero

frío, de hielo

...

Sus lágrimas, la piedra

No saben cuanto lleva

asida así a la reja

No saben, solo esperan

Mas saben que no llega

 

 

Danilo

BLANES

 

Piso tus calles

con rabia en mis pasos.

Entre excavadoras,

que sin dejarnos hablar,

retiran los escombros

de arquitectura mediterránea

donde levantaran pisos

oscureciendo el claro camíno

hacia el mar

Estás creciendo,

dejando de ser pueblo,

volviéndote ciudad.

Sin saber el porque de todo esto

sólo podemos notar,

como el peso del dinero

te dificulta el respirar

El asfalto ha vencido al árbol.

Llora la tierra a través del alquitrán.

La máscara con la que

recibiste al primer turista,

nunca te pudiste quitar.

 

Ignacio Gago

                     

En el negocio de las feromonas

los  muchachos aprenden

amor sin protocolo en el lavabo.

 

Fabulemos: un bar de carretera.

Acercarte a la barra y pedir otra copa.

 

Con el gusto anudado

del whisky en la garganta,

supongamos también un cuerpo joven.

 

Allí,

bajo la luz de látex

y sus dudas,

terso y firme

enciende un cigarrillo.

 

Ignacio López de Aberasturi

EL DESALIENTO

 

 

Me acerco al taller todas las tardes.

 

Ya no trabajo en la figura.

 

Ni en ninguna otra madera.

 

Me siento a contar virutas viejas

que me recuerden cada golpe,

el cincelazo justo que aquí las trajo.

 

Y escondo mis manos

en los dorados rizos del desecho.

 

Bajo la tela,

una estatua se yergue sobre mí

como un espectro.

 

(De Vitolas del Anaïs, número 19, Cartas marinas)

 

 

José Luis García Herrera

TESTIMONIO DE INVIERNO

 

Ignoro los finales de cada palabra.
Admiro y descifro el roce
de una sandalia sobre la arena,
un trazo de carboncillo sobre las algas,
la línea que enmarca la yema de los dedos.

Vivo
-tal como me enseñaron.
Pero mañana el hijo que quizá fui yo
me exigirá el final de cada palabra,
la exacta entonación de la sangre;
entonces, aquí y ahora y bahía,
callaré,
callaré con el injerto del estrago en la piel
y cada lágrima tendrá un precio razonable.

Vivo
(anoche, en brumas, a lo lejos... un faro).
Escribo cada palabra desde el recuerdo,
y en la dermis de la arena
el recorrido de la espuma las transporta
mar adentro.
Y será necesaria una fibra tensa, completa,
para el alivio insomne de mi bajorrelieve,
para hallar el contorno tronante de las alas
o el abrazo aprisionado de esa voz:
testimonio de invierno.

En el pretil del paisaje
-enmarcado en la época de las gaviotas-
permanezco,
atraído por el borboteo de la lluvia
sobre los tejados de una ciudad imborrable.

Ignoro los finales de cada palabra.
No reuno fuerzas ni sabiduría
para responder a la templanza del hijo.
Callaré.
Callaré pese al puñal que sostengo
y que me quema.
Callaré con los labios cosidos
y regresaré a las almenas del mar.

Con las sandalias puestas.

(del libro Lágrimas de rojo niebla)

 

 

Maricarmen Martín Granados

 

“En octubre será primavera”

y yo, que miro este mar donde ya es otoño,

os siento más lejos.

Luis Alberto Quesada

habla de Buenos Aires

con delfines en las palabras,

su melena la llena de viento

para leer poesía,

sus quince años los dejó en sus ojos,

su sonrisa recuerda la libertad

con sus días y con todas sus noches largas,

-cárceles franquistas donde cuidar la dignidad

de ser un hombre-.

Miro sus manos e intento imaginar en ellas

una guerra a los diecisiete.

Luis Alberto Quesada se ríe en bandeja

y tiene el tiempo sujeto por los bordes.

Luis Alberto, Quesada, colecciona respuestas

y vuelca los signos para todas las interrogaciones,

regala páginas dedicadas y siempre se marcha

y se queda en este aire vacío

un sabor agridulce,

como a primer mundo.

 

 

Nieves Chillón

 

Se levanta la Aurora

despacio en la mañana.

Con sus dedos de pétalo

descubre el blanco lecho, se alza

sobre el inmenso vano añil

del universo.

 

Ellos elevan la mirada

a su desnudo de planeta

sin distinguir el pliegue

ni el lunar diminuto,

si acaso alguna estrella

temblando entre las nubes:

 

El ojo de la llave

no muestra el horizonte.

 

 

Pablo Casares

MADRUGADA

 

 

Esta mañana

me despierto

pegado a ti

y de una mirada

borras de golpe

la lacra de una edad

que ya no nos permite

maniobra alguna.

 

Me hablas

en voz baja

y me cuentas

que en esta vieja madrugada

toda la locura del mundo

está concentrada en tu vientre.

 

Pablo Valdivia

(ciudad insomne)

 

Londres se está muriendo

de la melancolía

que palpita en sus huesos.

 

Aquí el tiempo pasó y dejó condenada

la ciudad a un momento

decrépito y sombrío anterior a la Historia,

que se vierte en silencio.

 

Las mejillas insomnes

de las casas ficticias en que habitan fantasmas

y hombres alucinados,

se quiebran con el roce del agua de la lluvia

y se van derrumbando poco a poco por dentro.

 

En la luz de la tarde,

se hunde ya lentamente la mirada en el cieno.

 

Rafael Juárez

LA TRISTEZA

 

Consiénteme la tristeza

cuando no venga de ayer

ni de mañana, la de hoy.

 

Consiénteme que te diga

con tristeza que la rosa

amanece sin color.

 

Pero no me dejes triste

por un camino perdido

o una cadena de sed.

 

Sólo frente al mar callado,

si ves que callo y me hundo,

calla y acompáñame.

 

(De Vitolas del Anaïs, número 16, La novia nueva)

 

Raúl Quinto

ENTREACTO

 

En el ángulo oscuro

cicatrices de amor y cacería,

un teatro de hueso

dibujado en el dorso de la mano

y la muerte diciendo

que no somos distintos.

 

Estamos condenados a romper las cadenas

y la noche es un crimen

por cometer,

una amenaza

de cuerpos suplantándose

en el ángulo oscuro de todas las miradas

 

(De Vitolas del Anaïs, número 21, Pétalos caídos)

 

Trinidad Gan

 

Y en amor, ese juego solitario

Desprovisto de cómplices leales,

No cabe repetirse en la derrota

Que ignorabas las reglas de partida.

 

Por eso es tan mal juego el amor

A tal punto de ser irreverente

Darle el nombre de juego

– si en sí no es otra cosa

que esa extraña armonía entre dos cuerpos

que nos deja temblando–.

 

Por eso hoy me descubro

(yo que nunca di nada por perdido)

Faltándole el respeto a mis memorias.

 

 

(De Vitolas del Anaïs, número 20, De memorias ciertas y otros falsos recuerdos)